Retomando lo que se explicó en la primera parte, en este
nivel de meditación debemos comenzar la preparación de la mente aprendiendo a
enfocarla con voluntad consciente en objetos externos e internos, mediante
ejercicios diversos como los mencionados en el artículo anterior. Una vez tenemos un mediano control
de la mente como para centrar nuestra atención en aquello que nos interesa
realmente, cuando somos capaces mínimamente de darnos cuenta de nuestra
dispersión para recobrar la concentración y de “dejar pasar” las ideas
circulares o fijas que nos perturban
para continuar en nuestras simples tareas cotidianas, cuando estamos más
conscientes de nuestro Presente como única posibilidad de cambio y vivencia
plena y enseñamos a nuestra mente a prestar atención a los detalles de las
actividades, al disfrute de los pequeños momentos e incluso, al arte de
contemplar la belleza oculta de las cosas que nos rodean; entonces podemos
decir que estamos listos para la fase de Observación profunda.
Esta fase representa el núcleo de la meditación psicológica,
siendo la anterior una preparación como hemos señalado, para aprender
progresivamente a vernos en “acción”. Si bien el concentrarnos en una actividad
e incluso entrar en ese estado de flujo que
mencionan algunos psicólogos actuales, es parte también de ese manejo y
liberación mental requerido para llevar a cabo nuestras actividades, la
Observación profunda o el desarrollo de la Mente Testigo, es una capacidad que
está más relacionada con la Inteligencia emocional, como una habilidad para
“vernos desde la tribuna” como espectadores de la película de la vida que
nosotros mismos protagonizamos. Esta especie de “desdoble” de conciencia, nos
permite visualizar nuestros roles actuando como “papeles protagónicos” en las
diferentes escenas de la cotidianidad, nos permite identificar nuestras
emociones cuando se desbordan o cuando intentan erupcionar desde nuestro
interior hacia el exterior en nuestras relaciones o en nuestra solitaria
intimidad, nos ayuda a ver lo que hay atrás del escenario, lo que le sucede al
“otro” y que detona en nuestras reacciones, y las necesidades de base o de
supervivencia del propio ego de las cuales se sustenta para mantener nuestras
conductas.
Adquirir esta habilidad o desarrollarla si la tenemos de
manera innata como una capacidad de autoanalizarnos, es escalar hasta un punto
de nuestra conciencia desde la cual vemos lo que ocurre “desde afuera” y
aprendemos a ver de manera cada vez más clara a esos “personajes internos y sus
dramas” como aspectos separados de nuestra verdadera identidad.
Para convertir esta capacidad en un hábito y una disciplina
no tenemos que esperar a que surja un conflicto que nos confronte a ver en su
peor momento a nuestros roles o demonios en pleno drama, que usualmente nos
agarran desprevenidos o cansados y con dificultades de autodominio por falta de
este entrenamiento. Es muy importante que diariamente nos preguntemos a
nosotros mismos sobre nuestro estado emocional, que tengamos un pequeño plan de
acción para cada día y organicemos nuestro tiempo, de manera que podamos estar
muy atentos en cada acción a realizar; y también es importante evaluar nuestro
día, ya que, aunque no hayan explotado bombas de discusiones o conflictos, los
roles siempre están actuando y aprender a detectarlos es la habilidad más
importante de esta meditación. Solo de esta manera estaremos más despiertos
cuando los conflictos o tensiones aparezcan.
La destrucción de roles y la liberación emocional son en sí
mismas la función de la Catarsis o Depuración, para lo cual se requiere una
ampliación de este proceso en otros artículos. Pero en esta fase, la meditación
psicológica nos lleva a identificar cada uno de los participantes de las
comedias o dramas que diariamente vivimos. Más allá de sentir que se lograron
los “objetivos” del día, o de que experimentemos placer o satisfacción con
nuestras actitudes, con una meditación sincera y analítica, podemos aprender a
desenmascarar los demonios ocultos de nuestra psique, e incluso reconocer dos
de ellos que suelen enceguecer a la mente, a la hora de ver nuestra conducta
con ecuanimidad: El rol de Justificador y el rol de Juzgador. Esta pareja de
roles, a la que llamo J.J. a menudo hecha por tierra la claridad con la cual
nos observamos a nosotros mismos. Por eso son los primeros que recomiendo observar nítidamente.
Este personaje aparece cuando al momento de meditar con el
propósito de revisar una conducta que hemos considerado inapropiada o estaba
cargada de emociones densas, comienza a “decirnos mentalmente” que nuestra
acción tenía un “porqué”, que “no teníamos o tenemos otra opción”, que “el otro
merecía nuestra respuesta” etc. Es el eterno excusador, el que pone el “pero”
al momento de ver fríamente nuestras fallas. Cuando logramos ver este pero y lo
acallamos, al menos temporalmente, la meditación puede continuarse con la
compañía del sabio y humilde silencio, pues no existe ninguna razón que
justifique el nutrir nuestras más aberrantes conductas ni nuestros más oscuros
pensamientos y emociones.
Es la cara opuesta del justificador. Es el que nos incita a
la culpa por nuestros “fracasos”. Ciertamente, no es fácil verse a sí mismo,
pues todos estamos plagados de defectos y de monstruos internos que estropean
nuestro avance espiritual. Pero este demonio suele aprovecharse de la más
mínima emoción de pena o tristeza ante la realidad de nuestro mundo interior y
alimentada por ella comienza a castigarnos –con voces interiores-, por aquellas
cosas que hicimos mal, quizás como una proyección inconsciente de esa autoridad
infantil que minaba nuestra estima ante nuestras “fallas”. Detectar este
Juzgador es muy importante para frenar el crecimiento del poderoso rol de La
Víctima, que suele ser una fuerte causa de nuestro estancamiento y durante una
meditación debemos ser lo más claros posibles como para no caer en esta trampa
de considerarnos inferiores o “lacras humanas” por poseer roles; no solo porque
todos tendríamos que estar en esta guerra interior para crecer, sino
especialmente porque el Alma “sabe” que ella no está hecha de estas máscaras,
sino que es una identidad iluminada por la Luz de nuestro Ser Divino y puede
superar todas estas conductas.
Como podemos ver, la práctica de esta meditación ya nos
confronta con un mínimo proceso de catarsis al frenar en seco estos dos roles.
Sin embargo una catarsis completa requiere
detener a J.J en todo momento y en cada situación, lo cual es un proceso que
exige mucha atención de nuestra parte.
¿Cuándo realizar esta
fase de la meditación psicológica?
Cuando se comienza el proceso de autoobservación es
recomendable tener un momento específico del día para realizarlo. Personalmente
sugiero que antes de iniciarlo se comience con ejercicios de la fase 1 (enfoque
mental en un objeto externo o interno) y luego realizar un repaso del día para
ver sus comportamientos, por lo que es mucho mejor hacer esto antes de dormir.
Es muy común visualizar roles que durante el día no percibimos, emociones que
estaban ocultas, pensamientos que eran erráticos u obsesivos. Y cuando esta
mera observación se realiza junto con la Catarsis, podemos usar el Rayo Violeta
como auxiliar para transmutar lo que encontramos con la visualización.
Si bien la canalización del Rayo Violeta es parte de la
Meditación de segundo nivel (Conectiva), una vez adquirimos el conocimiento
general de los diferentes niveles de meditación
podemos integrarlos a ambos en una misma sesión para apoyar el proceso
de Catarsis, solo con El rayo Violeta y el Blanco. A veces podemos avanzar al
Rojo dependiendo de los demonios que hemos combatido. Este tema se ampliará en
el tema de la Meditación Conectiva.
Una vez logramos la disciplina de destinar un espacio de
tiempo para esta meditación, podemos pasar a la fase 3:
Esta fase consiste simplemente en lograr practicar la
meditación psicológica, no solo durante un momento específico del día, sino
durante todas nuestras actividades cotidianas. Para esto recomiendo que en cada
espacio de su casa o lugar de trabajo tenga elementos de apoyo donde pueda
enfocar la mirada y simplemente detenerse a observarlos para luego centrarse en
su interior – por ejemplo un cuadro, un punto en un cuaderno, etc.-. Es
importante que nos volvamos cada vez más sensibles para detectar nuestras propias
emociones, ya que ellas son la “alarma” que se activa en el momento en que
aparecen en escena los roles.
A veces suele ser difícil separar emociones-reacciones, ya
que suelen presentarse casi de manera inmediata, en especial si están
fortalecidos por engramas. Pero la Observación atenta y permanente nos
permitirá ver esta situación, darnos cuenta de los patrones de conducta, es decir, esas reacciones y comportamientos
repetitivos bajo las mismas circunstancias, provocaciones o estímulos
exteriores. Cuando se realiza junto a la catarsis hay un proceso de frenar
tales patrones para lo cual requiere constancia y un hábito de esta meditación.
Sin embargo, mientras no iniciamos la Catarsis, esta herramienta de detectar
nuestros patrones nos dará una idea de la dificultad que tenemos para aislarnos
y vernos a la distancia de las situaciones, evitando la personalización (sentirse
atacado) de aquello que sucede o nos dicen; y también nos mostrará cuales son
nuestros mayores obstáculos –o mejor, nuestros mayores retos- a superar en
nuestro trabajo interior. Para cuando se comience la Depuración psicológica, ya
tenemos este avance de vernos claramente sin autoengañarnos y podremos
reflexionar y hacer anotaciones sobre estas conductas en este proceso.
El logro más crucial en la práctica de esta meditación al
alcanzar esta fase final, es la desidentificación con aquello que no pertenece
a nuestra verdadera naturaleza. Empezamos a sentirnos ese Testigo silencioso,
esa Fuente de luz y calma que nos permite tener claridad para vernos, para
aprender la mejor manera de actuar de acuerdo a cada situación que se presente
en el día a día, comenzamos a identificarnos con nuestro Yo íntimo y único que
somos y ya no como un loco actor que interpreta múltiples dramas sin sentido y
sin dirección alguna. Adquirimos la seguridad de que somos un Alma con cuerpo,
pensamientos y emociones, pero no estamos poseídos por ellos, sentimos la
mediana libertad de decidir más consciente mente por estos aspectos y no ser
esclavo de nuestra reactividad.
Mientras no se haga Catarsis siempre seremos meros espectadores
de todos estos personajes y estaremos a expensas de situaciones emocionales
agitadas. Pero con la mera práctica de esta meditación, sabremos que no somos
esas emociones, lo cual es fundamental para fortalecernos y avanzar en las
demás prácticas de Integración (Catarsis, Meditación II o Conexión,
Purificación de Chakras, Tantra, Yoga) que en su momento procuraremos
transmitir.
Haciendo un breve recorrido por lo expuesto sobre la
Meditación Psicológica podemos realizar las 3 fases sin que se vuelvan rígidas
sino adaptadas a las necesidades de cada lector:
FASE 1: ENFOQUE. Preparar el cuerpo y la mente. Es necesario
que se inicie tomando conciencia del cuerpo y la respiración. La relajación
inicial es una ayuda. Luego comenzar a autopercibirse logrando que la energía vital
sea también detectada para centrar nuestra atención en alguno de estos aspectos
(respiración, cuerpo físico, energía o aura). Centrar la atención en la
observación de objetos o un sonido externo y luego en objetos, figuras o
colores visualizados internamente. Estos ejercicios deben realizarse
diariamente en momentos específicos del día, elegidos por cada persona. Durante
el día practicar la atención plena en cada actividad cotidiana, en algunas acciones
concretas que elijamos o en la contemplación de un lugar especial donde podamos
estar.
FASE 2: OBSERVACIÓN. A lo largo del día detenerse a observar
o reflexionar sobre circunstancias especiales que se presenten y en las cuales
involucramos nuestra emotividad y reactividad. Detectar los personajes que “hablaron”
por ti en diferentes momentos. Tomar nota de ellos en lo posible y meditar aisladamente
sobre ellos al final de día – sin dejar los ejercicios de la fase 1-, y
frenando la participación de J.J (justificador-juzgador). Una lista de todos
los roles que puedes ir identificando los puedes encontrar en el cuadro inferior
del Mapa Psicoespiritual (Ir a la etiqueta “Demonios internos”).
Preguntas que pueden
ayudar:
·
¿Qué estoy sintiendo en este preciso momento?
·
¿Cómo reacciono ante…(persona, situación, etc)?
y ¿cómo afronte este día hoy?
·
¿Qué estoy pensando sobre…(una persona o
situación o cosa)?
·
¿Qué estoy haciendo en este momento?
·
¿Cómo respondí o que palabras dije en “x”
situación? ¿Quién habló por mí (roles)?
FASE 3: IDENTIFICACIÓN. Utilizar las actividades cotidianas
como herramienta para reconocernos como Almas que viven tal experiencia y estar
atentos a nuestras emociones, pensamientos y reacciones cuando tengamos
oportunidad, sintiendo que somos quien los maneja. Se sugiere para ello realizar
momentos de “stand by”, es decir, descansar, respirar, detener lo que hacemos y
reflexionar solo para vernos a nosotros mismos. También se pueden realizar
pequeñas meditaciones aisladas de 3 a 5 minutos en determinados momentos claves
del día donde se puedan realizar ejercicios de enfoque, de autobservación y
finalizar con la autopercepción de nuestra Alma, centrando nuestra atención en
el chakra cardiaco –“Soy lo que soy”-. Este ejercicio ayuda a centrarnos y
recuperar la identificación con nosotros mismos y no con nuestros roles. Además
de anotar los roles detectados antes de la meditación nocturna, puedes incluir
un espacio frente a cada rol anotado, para escribir las ideas estratégicas que
te servirán posteriormente para hacer tu Catarsis, como por ejemplo: Guardar
silencio cuando visualices determinado rol, algún método de relajación y
respiración en un momento del día o frente a una actividad o persona en
particular, disminuir el volumen de la voz al hablar de un tema, etc.
Espero que con estas recomendaciones puedas animarte a convertir
la Meditación psicológica en parte de tus actividades diarias y te encuentres
en verdad cada día más cerca de ti mismo.
Para asesorías personalizadas ver Orientación Psicoespiritual en la cabecera de este blog.
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