domingo, 21 de diciembre de 2014

La Conciencia Testigo




La Conciencia Testigo u “Observador Silencioso” es aquel estado en la cual el Alma humana puede tomar posesión de sí misma y ser la espectadora de todos aquellos aspectos que su ego o personalidad expresa en las acciones cotidianas. Estos aspectos son las emociones, los pensamientos, los impulsos, los vicios o compulsiones, las necesidades de supervivencia y las actitudes (roles) que engloban a estos mostrándolos en la relación diaria consigo mismo y con el mundo exterior.
Esta Conciencia es en realidad una capacidad propia de la mente despierta que ha salido del adormilamiento propio del estilo de vida degradante del humano actual o que es usada de manera natural por personas cuya Inteligencia emocional supera al promedio. De cualquier manera es una habilidad que debe desarrollarse y mantenerse durante toda la vida, ya que ella representa el acceso directo hacia el Alma cuando se logra Ver que el ego es solo un instrumento y no nuestra verdadera identidad, y que todo lo que expresa el ego, en especial si se esconde detrás de las máscaras o roles, solo son partes que deben integrarse coordinadamente para actuar en la vida con coherencia.
El desarrollo de esta Conciencia Testigo es un logro que puede alcanzarse mediante la práctica de la Meditación Psicológica (Ver artículos en etiqueta “Meditación”). Uno de los ejercicios que pueden realizarse para afianzarse en esta meditación en su fase de Observación, es el que se plantea en el siguiente texto:

EJERCICIO PARA DESPERTAR LA CONCIENCIA TESTIGO
Fuente: José María Doria, de su libro "Inteligencia del Alma"

Ken Wilber señala un Ejercicio para despertar al Testigo Consciente que se formula así:

Tengo un cuerpo pero no soy mi cuerpo. Puedo ver y sentir, y lo que se puede ver y sentir no es el auténtico Ser que ve. Mi cuerpo puede estar cansado y excitado, enfermo o sano, sentirse ligero o pesado, y eso no tiene nada que ver con mi yo interior. Tengo un cuerpo y no soy mi cuerpo.
Tengo deseos, pero no soy mis deseos Puedo conocer mis deseos y lo que se puede conocer, no es el auténtico Conocedor. Los deseos van y vienen, flotan en mi conciencia y no afectan a mi yo interior. Tengo deseos, y no soy mis deseos. Tengo emociones pero no soy mis emociones. Puedo percibir y sentir mis emociones y lo que se puede percibir y sentir no es el auténtico Perceptor. Las emociones pasan a través de mí, pero no afectan a mi yo interior. Tengo emociones y no soy mis emociones.
Tengo pensamientos pero no soy mis pensamientos. Puedo conocer e intuir mis pensamientos, y lo que puede ser conocido no es el auténtico Conocedor. Los pensamientos vienen a mí y luego me abandonan, y no afectan a mi yo interior. Tengo pensamientos pero no soy mis pensamientos. Soy lo que queda, un puro centro de percepción consciente.
Un testigo inmóvil de todos esos pensamientos, emociones, sentimientos y deseos.

Las escuelas de crecimiento interior afirman que si una persona, cada mañana al despertar y a lo largo de 40 días, persevera en la formulación de este texto, experimentará cambios extraordinarios en la consciencia de su propia identidad. A los pocos días de practicar se observará capaz de mantener un lúcido estado de sosiego en situaciones que anteriormente se vivían como tensas y agitadas. Y conforme se vayan recitando las palabras haciendo consciente su significado, descubrirá que sus emociones, de aversión y de fascinación, se equilibran y se templan. Tras el período de cuarentena, la persona considerará los extremos emocionales tan sólo como olas periféricas y superficiales de la conciencia. Observará que ha despertado la propia identidad Testigo, un estado desde el cual la vida se contempla de manera más ecuánime, sin perder las risas ni las lágrimas de nuestra calidad interna.
Una vez instalado en el Testigo, sucederá que cuando brote el vaivén de sus luces y sombras, usted será espectador de sus tendencias. Si surge una aversión a ese sentimiento, asimismo será usted veedor del mismo. Si la aversión le provoca a su vez aversión, también observará dicho bucle de fuerzas internas. No hay nada que hacer, pero si surge un hacer, lo presenciará en calma. Al entender que todo ello no es “usted”, ya no rechazará sus aflicciones ni se complacerá en ellas.
Aquello que conoce ciertas cosas, no puede tener en su propia naturaleza ninguna de ellas. Es decir, que si por ejemplo, nuestro ojo fuese de color rojo, no sería capaz de percibir los objetos rojos. Asimismo el pez no es consciente del agua, hasta que salta a la superficie y se da cuenta. Hasta que no saltamos por encima de las mareas del pensamiento y lo observamos, no nos percatamos de que no “somos” el pensamiento, sino el Testigo que lo observa. Hasta que no saltemos fuera del océano de la aflicción, no nos daremos cuenta de que no somos la aflicción, sino el Testigo de esa aflicción. El problema está en que el que ve, se identifica con los instrumentos de la visión.


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