miércoles, 17 de septiembre de 2014

Qué es canalizar


La canalización telepática es la posibilidad de comunicarse de manera intencional y consciente con una entidad de carácter espiritual sin la intervención del lenguaje común, sino a través de la mente y de manera conceptual. Teniendo en cuenta que todos los seres de alguna manera somos entidades espirituales, dicha comunicación es posible con seres encarnados o desencarnados, siempre y cuando el nivel de conceptualización o elaboración del pensamiento abstracto sea similar, como ocurre entre espíritus humanos, espíritus elementales, angélicos o planetarios, por compartir en común una identidad individual y de carácter mental.

El proceso de canalizar

Toda entidad espiritual posee diferentes herramientas de expresión en el plano de manifestación física. De la misma manera que tiene la posibilidad – en algún momento– de utilizar un cuerpo físico, puede usar niveles de energía más sutiles tales como su cuerpo etéreo, sus emociones, y sus pensamientos (ideas desarrolladas con energía mental concreta o egoica) y conceptos (ideas sintetizadas similares a una intención o imagen provenientes de la energía mental espiritualizada). Son éstos últimos niveles de energía los que el Alma de un ser conserva de manera más permanente a lo largo de sus diferentes ciclos de vida, y pueden expresarse sin la presencia de un cuerpo físico al ser más sutiles, fluidos y menos limitados por el espacio-tiempo.
Cuando una entidad busca comunicarse con nosotros, y al mismo tiempo nos encontramos preparados y relativamente conscientes para ello, entonces la canalización telepática se da de manera natural. Es aquí donde sus conceptos son percibidos por nosotros y luego interpretados a nuestro propio lenguaje basándonos en el conocimiento previo que tenemos sobre el asunto transmitido. Es por esto que se llama “telepática” ya que existe un trasmisor conceptual y un receptor de dicha información a un nivel mental.
En este sentido una canalización puede ocurrir de manera espontánea y por breve tiempo sin que necesariamente el receptor sea plenamente consciente del proceso. Esto ocurre a veces cuando nuestra Alma intenta establecer una conexión con nuestro ego o personalidad, y algunas veces cuando sentimos empatía por determinada entidad, que a veces tomamos como guía o referente espiritual. Esto explica porque ocurren ciertos fenómenos de comunicación entre personas encarnadas, en que al parecer “leen el pensamiento o la intencionalidad” del otro, cuando lo que ocurre es una simple transmisión entre el Alma de uno con el campo mental del otro. Es este “fenómeno” el que se da comúnmente en una canalización: un acercamiento de la energía conceptual de un Alma al campo mental de un receptor, cuyo estado de apertura le ha permitido percibir el mensaje.
Sin embargo es muy común que esta comunicación, por la falta de una adecuada preparación y conocimiento de este proceso, se realice con poca consciencia y a menudo se piense que la información recibida o interpretada es producto del propio razonamiento. Muchas personas hoy en día se encuentran en este nivel, y la gran mayoría se encuentran en un letargo espiritual y en un escepticismo tal que incluso esta mínima posibilidad escapa de su realidad.
La capacidad de canalizar no es un proceso dependiente de un alto grado de nivel espiritual, sino mas bien el resultado de prácticas y experiencias asociadas a vivencias pasadas. Es el trabajo activo en el campo espiritual, la constante búsqueda de conexión con el mundo no material y la empatía vibracional con dicho mundo, asociado con la tarea de vida personal, lo que a la larga brinda la posibilidad de desarrollar este tipo de comunicación.
No obstante se requieren ciertas condiciones en el receptor para que esta se dé de manera fluida y consciente. Como hemos dicho, mientras la personas no tenga un mínimo de conocimiento vivencial de otras dimensiones de conciencia (no materiales), de manera personal y natural, existirá un bloqueo anticipado a la posibilidad de canalizar. Lo que hemos observado de acuerdo a la experiencia, es que una persona puede comenzar a prepararse para la canalización una vez es consciente de que el cuerpo mental actúa permanentemente en todos los seres que lo han desarrollado, como una antena de radio capaz de recibir información de todo tipo y sintonizar la fuente de dicha información. También requiere que además del conocimiento haya tomado relativa consciencia de su comunicación conceptual con “alguien externo a sí mismo”, aunque no identifique en principio de que guía se trata.
Lo más común en el proceso de canalizar conceptos, es lo que ocurre a nivel colectivo con las formas de pensamiento construidas y fortalecidas entre muchos: llamados comúnmente paradigmas o ideologías. Pero al hablar de canalización psíquica, aclarando que se trata de una comunicación más íntima entre dos entidades, es importante resaltar que el receptor debe estar en posibilidad de ampliar “su propia antena” y focalizarla o sintonizarla a cualquier nivel. Así como a nivel de radio el AM o el FM difieren haciendo menos o más clara la transmisión, de igual manera no es lo mismo focalizar nuestro campo mental con alguien cercano (un guía), a realizarlo con un ser desconocido o que ha fallecido o que se encuentra en otro nivel evolutivo, para lo cual requerirá de una “antena” más amplia y de una facultad especial, habilidad que algunos desarrollan con técnicas o mejoran a partir de su innata capacidad tanto biológica como evolutiva. Por lo general quien ha logrado realizar dicha conexión con personas que no son necesariamente afines a su vibración espiritual poseen una facultad no muy común de percepción psíquica, un mayor desarrollo pineal. Por otro lado el avance en la conexión con el Alma (sentimientos e ideas superiores) contribuye a que la conexión con el propio Yo Superior (que integra la Chispa Divina y la Conciencia Espiritual) sea más continua y fluida y con el tiempo se va requiriendo menos de la facultad psíquica como tal para lograrlo.
Según nuestra visión, no es necesario que quien canalice sea una especie de “enviado de luz” o un “maestro encarnado”. Hoy en día se encuentran algunos trabajadores de luz que han despertado a esta misión y se prestan de manera sencilla y sin necesidad de protagonismo alguno para esta tarea de ser receptores de mensajes que en muchos casos han transformado la vida de cientos de personas, ayudándoles a elevar su nivel de conciencia actual. Aunque no negamos que es apenas natural que la mejor forma de enseñar es el ejemplo mismo y que el trabajo interno espiritual de un canalizador mejora grandemente la eficacia en la comunicación, especialmente cuando se intenciona a niveles elevados (canalización angélica o de Maestros ascendidos), no desvalorizamos todo mensaje que ayude al crecimiento personal y al mejoramiento de la humanidad.
Por otro lado muchos maestros de la humanidad hicieron un uso de su capacidad canalizadora de manera tan natural que no fue notoria entre sus discípulos, ni se vio de manera separada de la esencia propia del maestro. Es nuestra postura considerar que todo ser “especial” que ha venido a dar un mensaje relevante y que con su mera presencia ha marcado la historia humana, ha roto con la dicotomía de canalizar externamente a sus guías, pues a esta altura evolutiva se ha convertido él mismo en su propio Maestro, ha integrado en sí mismo su Yo Superior y su propia capacidad de irradiar la luz de la Verdad hace posible que todo cuanto enseñe sea en constante fluidez y comunicación con la Fuente, con el Dios que lo habita.

Quienes en cambio, estamos en este camino de servir solo de intermediarios, vemos claramente que mientras nuestras acciones se prestan para ayudar a construir ese puente entre lo visible y lo invisible, entre “el cielo y la tierra”, a la vez tenemos la tarea, como cualquier ser humano, de acercarnos paulatinamente a la luz de la cual somos simples receptores. Por lo tanto ningún canalizador es necesariamente un iluminado y por lo tanto, se encuentra en el mismo sendero que la humanidad entera atraviesa, la de aprender a integrar el ego y darle primacía al Alma, a nuestro centro espiritual o “corazón” de nuestro ser representado por la vivencia del Verdadero Amor.

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