Por Gustavo Fernandez
Una de las
manipulaciones más sutiles (y perversas) del Poder en las Sombras es
instalar como certeza “lógica” que “la Espiritualidad
pertenece al campo de las creencias”. La Espiritualidad es la
expresiòn sutil de la Realidad, siendo la densa la Materialidad,
mientras que una “creencia” es la subjetiva percepciòn
psicológica de esa Realidad. Cuando alguien dice “yo creo que…”
no necesita demostrar nada. Es su creencia. Cuando propone -desde lo
espiritual- un método, una técnica que puede ser herramienta de
transformaciòn de los demás, abandona el campo de las creencias y
entra en el de las “tecnologías”, y entonces sí puede (y debe)
presentar evidencias. Por eso no es incorrecto (aunque repugne a los
oídos académicos) hablar de “Ciencia Espiritual”, puesto que la
ciencia es “aquello que tiene un objeto de estudio y un método de
acceder a su conocimiento”. Ahora bien: mientras se nos convenza
que “lo espiritual es cuestiòn de creencias” y por ende,
cualquiera puede aceptar creer cualquier cosa pero su aplicación en
la realidad social deba subordinarse a las exigencias del paradigma
académico (que no científico), seguirán medrando los alucinados,
ingenuos y charlatanes que en lugar de evidencias presentarán
rebuscados sofismas y juegos dialécticos y la verdadera
Espiritualidad, la que es parte de la cotidianeidad tanto como lo es
la Materialidad, seguirá siendo privilegio de unos pocos.
Por esto es que hay
“creencias” en (y de) la Materialidad. En la importancia
superlativa del dinero, el poder, la fama, el éxito, por ejemplo. Y
el cambio de Paradigma exige, como condiciòn sine qua non,
comprender –e incorporar al ideario colectivo- lo ya mencionado: la
Espiritualidad es la Realidad, parte de ella. Las creencias,
solamente cómo las percibimos e integramos.
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