El octavo principio universal y el misterio del color negro
En nuestra realidad material, todo
lo que conocemos tiene un comienzo y un final. Nuestra guía para lograr
comprender los sucesos y la historia de cada cosa y de cada Ser es la
temporalidad. Sin embargo más allá del tiempo y como fondo del mismo, se
encuentra aquel “Eterno Desconocido” espacio donde todo es posible, todo es
potencia y todo puede gestarse. Ese espacio es la ETERNIDAD como el Principio
de los Principios, o el más oculto y misterioso rostro de Dios.
El Ser humano, al ser un habitante
más de la experiencia temporal propia del mundo manifestado, y al encontrarse
de alguna manera “atrapado” en las leyes inferiores propias de la materialidad
o fisicalidad, no puede comprender o concebir mentalmente la Eternidad, a menos
que logre un momentus sagrado con la
chispa de Dios que reside en él y que es causa de su propia identidad o Alma
ancestral.
Parte de la gran lucha interior y
exterior del Ser humano tiene sus raíces en esta incapacidad, que se ha vuelto
cada vez más evidente en los últimos períodos evolutivos, debido a la gran
desconexión que vivimos con el Conocimiento Espiritual y con nuestra propia
Esencia Divina. Este principio es mencionado tan solo de manera superficial por
filosofías que conservan trazos de este conocimiento y por las religiones,
siendo señalado como un “inaccesible misterio” para la humanidad, un atributo
exclusivo de un Dios separado de la vida cotidiana. Nada más lejos de la
verdad.
Y en esa inconsciente, y a veces
desesperada búsqueda, por ese “sagrado vínculo” que nos atrae a muchos, que nos
hace buscar lo místico y nos impulsa a descubrir la verdad detrás de las
apariencias de este mundo velado por la materia, suele suceder que nos perdemos
en medio del camino. Algunas veces el resultado es el fanatismo del extremo
escepticismo que nos hace cerrarnos casi definitivamente a la vida espiritual y
centrar nuestra atención en lo visible; otras veces caemos en las múltiples
trampas de la seudoespiritualidad, disfrazada de dogmatismos también
fanatizantes y expresados en los cultos donde “lo negro” se vuelve una marca de
identidad.
¿Acaso es el color Negro, llevado
por sacerdotes, monjes, jueces, agentes secretos, rockeros, darks, hechiceros y
“satanistas”, un emblema de perdición?. En absoluto. Sin embargo en nuestro
inconsciente colectivo surge un rechazo o, a lo sumo, un asustadizo respeto,
por este color. La pregunta siguiente es ¿Por qué? Y también, ¿Qué relación
tiene este color con aquella búsqueda trascendental? ¿Por qué hago alusión al
Negro al hablar del Sagrado principio de Eternidad?
El color Negro es la forma
materializada de la mezcla de todos los colores del espectro de la luz. Cuando
digo que es la forma materializada, me refiero a que es la forma en la que
podemos visualizar en el plano físico, dicha mezcla, y esto solo es posible
cuando logramos densificar el color al espectro visible o impregnar de color un elemento sólido. Al mezclar
desordenadamente todos los colores –el desorden es la forma más primaria del Caos Primordial-,
como ocurre cuando mezclamos una paleta de pinturas, aparece el Negro. Esto es
tan solo una correspondencia física, a lo que en Esencia sucede cuando no hay
diferenciación alguna entre los 7 Principios Universales restantes. Mezclar los
colores, por lo tanto, es un intento, fallido en el mundo físico, de unificar
estos principios desde su origen, cuando no podía expresarse ni siquiera la Luz
misma, representada en el Blanco Puro o Principio de Verdad.
Sin embargo, en el mundo físico, no
existe otra manera de recordar este estado original de La Luz No visible,
Neutra o Cristalina –que es el trasfondo de la Inmortalidad, de aquello que
está más allá del tiempo y de la Manifestación, Lo Eterno-, si no es a través
del Negro, y nuestra Alma, en su recuerdo más olvidado, aún conserva este
saber. Por ello, el color Negro es el representante, manifestado a nuestra
vista, del principio de Eternidad, ya que es inspirador de profundidad infinita
y tiene la fuerza de “Aquel que todo lo puede” como potencial de acción en el
mundo físico. El color Negro es el sombrero de copa del Gran Mago, de donde
puede “sacar” todo lo imaginable.
Esta es la razón por la cual desde
la más remota antigüedad, el vestir de Negro o investir a una persona con este
color es representar u otorgar al otro una relación o poder oculto y sagrado. También
explica porqué algunas personas llamadas a una búsqueda más allá de lo
superficial, se refugian en el Negro, y lo usan a menudo como una forma de
“ocultarse” o rebelarse ante la realidad visible; se identifican con el
misterio, con “lo secreto” y con lo desconocido, vistiendo el Negro. La Magia y
la hechicería a menudo usan el negro como emblema, en relación al conocimiento
oculto que preservan en su esencia positiva. Los religiosos que continuaron con
la tradición de la investidura negra, hoy en día han olvidado el significado
más profundo de ser “Portador del Misterio de Dios”. El Negro es por lo tanto
un color que debiera tomarse como el más sagrado y oculto de todos los colores,
sin ser en sí mismo un color verdadero, pues el Negro como ausencia de Luz no
existe en la Manifestación más elevada de la realidad.
Pero, estamos en un mundo de
máscaras, mentiras y tergiversaciones, y esta es la causa de que este color
también sea utilizado para atacar al mismo Principio de Eternidad que lo
sustenta.
Toda cualidad alberga el germen de
su opuesto, por Ley de Polaridad; y el mal uso de esta Ley del Principio de
Voluntad –Acción, en un mundo de densidad como el que vivimos ha generado la
dualidad “bien – mal” como un enfrentamiento o guerra de tensiones entre
nuestras más egoístas máscaras o demonios, tanto internos, como sociales.
El mal es una realidad creada en
este mundo de imperfecciones. Es el desvío de la Naturaleza Sagrada que es
perfecta y única; y como todo desvío solo trae consecuencias involutivas. En
este transfondo sobre el cual nuestro mundo transcurre actualmente marcado por
el ritmo del Tiempo, el Principio de Eternidad se opaca, cuando sus leyes dejan
de ser aplicadas de manera consciente y los símbolos que nos hacen recordarlo
son usados para introducir falsos arquetipos, como el tributo a la Muerte, la
práctica de la Magia Negra, o el culto al satanismo, como expresión visible de
las fuerzas ocultas del ser humano para el interés egoísta y mundano.
El color Negro bajo un contexto
oscurecido por la ignorancia, se convierte en un símbolo opositorio a lo que en
su sentido más originario representa. Quienes han hecho mal uso de las leyes de
la Eternidad, han ocultado de manera egoísta este poder transmitiendo la
distorsión de la Muerte como verdad ineludible.
Si bien es cierto que la involución
humana (su degeneración genética y espiritual) ha hecho del hombre actual un
ser atrapado en las redes del tiempo finito, un ser copartícipe de la entropía,
del deterioro de la materia y de la ruptura con el mundo espiritual,
convirtiéndose estos aspectos en experiencias tangibles; también es cierto que
tras esta aparente finalización existe un principio de continuidad que permite
que la vida continúe su curso sin obstáculos.
A través de la ciencia el hombre ha
redescubierto que la materia no desaparece sino que se transforma, y este mismo
saber, como reflejo de leyes superiores, nos hace ver que todas las cosas,
seres y sucesos sufren cambios una y otra vez, y que la muerte, tal y como la
comprendemos, con sus rupturas, quiebres, desapariciones, tan solo es el lado
“visible” de una realidad oculta que subyace en el fondo, una realidad donde
rige el principio de ciclicidad.
Por lo tanto, aquellos voceros y
pseudo-sacerdotes de la oscuridad, que usan la muerte y el daño, como forma de
finalizar y entorpecer procesos humanos solo nos han contado la mitad de la
verdad, ocultándonos que posterior a todo detenerse
y a toda desaparición aparente, solo existe transformación y cambio, y una
temporal destrucción de lo viejo para dar comienzo a lo nuevo. El verdadero
sentido de toda finalización es la transformación de las formas y la
transmutación de su esencia en una versión mejorada de lo preexistente. Es en
esta ciclicidad en espiral, que encarna la Naturaleza misma, donde nosotros
como humanidad podemos percibir un claro ejemplo de lo Eterno, de aquello que
continúa VIVO más allá de las apariencias.
El mal uso del color Negro, por lo
tanto, es solo una práctica ilusoria, que pretende generar el mal en mentes y
vidas donde abunde el desorden, la confusión, la debilidad moral, la distorsión
y el caos, pero que sus efectos finalmente resultan superfluos ante las conciencias
despiertas, capaces de transmutar aquellas fuerzas opuestas a la luz en un
potencial de experiencia y sabiduría. La Magia Negra que emplea el poder del
rayo Neutro e Invisible, en simbolismos de un inexistente “rayo negro”, aún
cuando pueda generar destrucción, solo lo hará en aquello que deba ser
cambiado, creando dolor donde hay ignorancia y miedo. Por otro lado, el Mago
Blanco de la Verdadera Magia Ritual y el Mago Alquímico que se transmuta a sí
mismo, empleará el color Negro y canalizará el Principio de Eternidad, haciendo
uso de esta fuerza para la destrucción de ese dolor y dar muerte a lo que por
Naturaleza y Conciencia no debe existir: todas aquellas distorsiones,
falsedades, emociones y energías obstructoras de la continua fluidez de la Vida.
Lo anterior obedece al conocimiento
de que ningún color, ni siquiera el Negro, trae el mal en su finalidad, pues
son solo expresiones de la Naturaleza que obedece a Los Principios Universales
y su fuerza o poder de manifestación solo dependerán del buen o mal uso que se
de a dicha fuerza.
El Principio Sagrado de Eternidad,
es la matriz, sobre la cual se teje la creación, el espacio infinito sobre el
cual se construye la realidad. Por eso, la fuerza de lo que representa y la
energía neutra que invocada y conectada puede entrar a nuestra vida es tan
implacable y profunda que necesitamos ser dignos y puros para su utilización y
percepción. Este Gran Espacio divino desde el cual todas las cosas pueden Ser,
donde todos los demás Principios tienen su nacimiento y trabajan al unísono
requiere un nivel y una aspiración de máximo respeto y conexión con el
propósito de vida y con el Alma. Sin esta dignificación humana solo podemos ser
simples testigos de su arrolladora acción sobre las cosas temporales, débiles y
falsas de este mundo, y sin el debido conocimiento podemos convertirnos en
cómplices del montaje limitante de quienes se oponen a la evolución humana.
Esto explica la importancia de la
Transmutación interior (Depuración o Catarsis), del trabajo alquímico que le
debemos a nuestra Alma. El color Negro nos recuerda esta tarea pendiente de
cambio y regeneración, y este conocimiento sobre la limitada forma en que
podemos concebir Lo Eterno, debe ser una inspiración para intentar conectarnos
con nuestras Esferas de Consciencia, haciéndonos conocedores de la vida
inmortal a la cual podemos aspirar si nos encausamos a cumplir en la Tierra, lo
que el Cielo demanda: los 7 Principios complementarios: Verdad, Amor, Espíritu,
Voluntad, Inteligencia, Unidad y Vida aplicados a la vida cotidiana.
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