sábado, 3 de enero de 2015

La búsqueda de pareja




Para muchas personas, la búsqueda de una pareja tiene un carácter básico y primordial y suelen darle un valor muy elevado dentro de sus metas personales, lo cual es comprensible cuando aquello que pretenden, de manera consciente o inconsciente, es repetir un modelo familiar donde los padres han sido unidos y han tenido una relación basada en la expresión del afecto y el respeto mutuos, o por el contrario buscan vivir una experiencia opuesta a la desunión y al maltrato del cual fueron testigos en la infancia.
Sin embargo, más allá de ser una búsqueda noble y sana, es importante diferenciar hasta qué punto dicha búsqueda se puede convertir en una "necesidad inmovilizante" que limita el flujo de la vida cotidiana o bloquee la propia autorealización y "felicidad" que en el fondo se busca.
Cuando cualquier meta, se convierte en una necesidad apremiante, poniéndose por encima de todos los demás aspectos de la vida personal (otras relaciones afectivas - compañeros, amigos, familia-, crecimiento personal, desarrollo de talentos y otras actividades que complementan el proyecto de vida), se corre el riesgo de caer en una obsesión en vez de ser una sana posibilidad que venga a nuestra vida como resultado natural de nuestro bienestar interior.
La obsesión se diferencia de una búsqueda sana, en que la primera genera perturbación, tristeza y vacío cuando aquello que se desea no está presente, al punto de generar una fijación mental y afectar negativamente los demás aspectos de la vida. Es común experimentar esto cuando la autoestima se ve afectada por la vivencia de momentos de soledad o pérdida (en la infancia o la adultez) o por una separación de pareja; sin embargo algunas personas logran superar estas vivencias aprendiendo de ellas y adquiriendo experiencia, no para desconfiar en adelante de nuevas relaciones, sino para evitar caer en la dependencia emocional que muchas personas experimentan, como resultado de su miedo a ser abandonadas o a no recibir el afecto que esperan. Esta actitud positiva de aprender de la experiencia puede fortalecer el Alma ya que permite la autovaloración y el amor hacia sí mismo, más allá de que se tenga o no compañía.
Desafortunadamente esta actitud no es la más elegida entre las personas y la tendencia generalizada es a conservar las heridas de viejas relaciones que terminan sumándose o proyectándose sobre nuevas relaciones de pareja, o enclaustrando los sentimientos hasta tal punto que se prefiere “estar solo que mal acompañado”.
Por eso es importante visualizar la relación de pareja como un aspecto importante y benéfico más no totalmente indispensable,  en el desarrollo personal e intransferible de la autorealización. Cuando digo "intransferible", me refiero a que la felicidad, tal como denominamos a este estado de equilibrio y bienestar personal, no debe estar condicionado por nadie fuera de sí mismo. De hecho, no es a través de búsquedas como la pareja, el "éxito" profesional, la satisfacción material, la vida dedicada al placer, entre muchas otras, lo que determinan la felicidad; sino más bien que éstas cosas surgen y se disfrutan en la medida en que cada persona decide y es consciente de la felicidad que YA lo alberga, como estado de conciencia superior, como plenitud interna o como conexión espiritual verdadera -hay muchas maneras de verlo-. Este estado, no llega bajo ninguna forma específica ni dentro de un tiempo límite o situación particular, sino que se "despierta" en el aquí y el ahora, o por momentos se percibe o se  deja de percibir de acuerdo al avance  propio en el desarrollo evolutivo.
La sociedad en general suele etiquetar la felicidad con búsquedas externas. Esto explica porque a menudo, personas maduras y sin pareja suelen recibir comentarios negativos de sus compañeros o amigos, surgidos del dogmatismo y las falsas creencias que tienen sobre la “soltería” en personas por encima de los 30 o 40 años. Dichos comentarios o burlas de mal gusto pueden afectar a los solteros de acuerdo a su nivel de autoestima y la forma de responder a ellos muestra mucho acerca de nuestras máscaras y roles. Mientras que unos expresan abiertamente estados depresivos ante tales comentarios o presiones, otros pueden resguardarse en sí mismo con evasivas o indiferencia que no es precisamente producto de su seguridad sino lo contrario, una simple necesidad de aparentar firmeza (un Yo autosuficiente), necesidad que solo oculta emociones de orgullo como opuesto equivalente a la pena o tristeza interior que tal situación le genera en lo profundo a la persona.  Ambas actitudes se nutren de un miedo al futuro, a ese “no poder encontrar su media naranja”.



Una persona soltera puede sentirse con verdadera seguridad y confianza en sí misma, si se siente agradecida plenamente con la vida, con esa serenidad que le permite recibir a manos llenas lo que el futuro le traerá sin condicionarse por el hecho de no tener una pareja. Una persona con tal seguridad no solo hace caso omiso a las voces sociales que lo estigmatizan sino que además sabe dominar sus propias voces interiores capaces de generarle ansiedad por la expectativa de una pareja, pues entiende que dicho deseo solo es una posibilidad - una puerta abierta de experiencias positivas-, y no un pilar limitante sobre el cual pretende sostener toda su presente vida.
Esta es la razón por la cual sugerimos darle una mirada distinta a esta búsqueda, empezando a trabajar más sobre la propia seguridad personal y un mejoramiento del magnetismo personal, bien sea por medio de ayudas externas -como los trabajos energéticos que pueden acelerar este proceso- o por el esfuerzo personal de centrarse en todas aquellas cosas que se disfrutan y se aman apasionadamente y elevan la vibración áurica. Sentirse bien consigo mismo y disfrutar de la vida son el mejor atrayente de pareja que se puede encontrar.
Pero mientras las personas sigan en un estado de duda, miedo, decepción, autocompasión por estar solas; mientras sigan viendo la soledad no como ese momento exclusivo para sí mismas, que las motiven a emprender aquello que desean realizar para sí, entonces continuarán repeliendo o asustando a esas personas que pueden convertirse en una pareja estable para ellas. Cuando mentalmente se desapeguen de la idea obsesiva de tener pareja y se abran a la posibilidad de complementarse primero internamente, esa pareja aparecerá como añadidura perfecta, como una experiencia más en todo lo que implica Vivir.



La vida no se puede reducir a la espera de un príncipe azul, no importa la edad que se tenga. La meta de este camino evolutivo, si bien se facilita con una relación de pareja sana y estable, no se ve impedida si, aún estando solos, se procura hacer lo más importante: mejorar y crecer de manera individual, venciendo todas las trabas psicológicas que la mayoría de los humanos tenemos. No sirve de mucho buscar una pareja cuando uno mismo es un detonante negativo de futuras rupturas y conflictos por falta de esta depuración personal.
Es también importante aceptar y reconocer que el nivel de exigencia con respecto a la pareja puede ser a veces muy alto (idealización) cuando se tiene este deseo tan arraigado. Si bien es importante el valorarse y no caer en relaciones enfermizas, también se debe reconocer que en un conflicto de pareja siempre participan dos y es muy importante entender qué parte del propio carácter y conductas han sido los atractores de situaciones de deterioro dentro de una relación pasada. Amar implica un esfuerzo consciente de admitir los defectos, carencias, traumas y todo el bagaje de experiencias que se tienen y que puede tener la pareja: Sus vicios, costumbres y sus propios parásitos emocionales son transferidos a nuestra aura de manera energética, y si el amor es firme y fuerte, gracias al carácter sano de uno mismo, se podrá sobrellevar o superar estas trabas y en general todo conflicto, mejorando en consecuencia el nivel de amor. Y esto es algo que requiere tener los pies sobre la tierra, autoconocimiento y una gran dosis de paciencia.



Todo lo anterior explica la vital importancia de la Integración psicológica, como una vía que puede hacer de cada persona un ser coherente, centrado y seguro, capaz de proyectar lo mejor de sí mismo y convertirse en un candidato potencial hacia una vida en pareja estable y enriquecedora. Sin duda, todo trabajo que logre armonizar energética y psicológicamente a una persona se verá reflejado en esa actitud abierta que le facilite tal encuentro, siempre como un propósito sano –y no limitante-; además de ser un medio ideal de autoconocimiento y de desarrollo evolutivo integral.

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