Consulta
realizada en el 2009
En esta oportunidad quería
consultarles a cerca de "La Compasión" puesto que tengo días buscando
un punto limítrofe de este sentimiento, pues está bien sentir compasión por el
caído, por quien está en aprietos, por quien está en desgracias, pero también
la compasión es causante de unos buenos engramas. También pienso que el ser
compasivo en muchas ocasiones puede ser una manifestación de un rol del ego,
tanto de quien es compasivo como de quien demanda compasión, entonces me surge
la inquietud de hasta qué punto está bien ser compasivo y hasta qué punto ya es
más un rol del ego que otra cosa.
Si ustedes pudieran
aclararme tal inquietud o pueden referirme a un material que me ayude a tener
una visión más amplia con respecto a este tema ¡mucho agradecería!!! ¡Un
Abrazo!
Hola,
Dentro de la enseñanza que hemos tenido la oportunidad de
recibir, nos han aclarado que es muy común confundir la Compasión con la “lástima.
Si bien ambos son emociones, la primera es fruto del alcance de un nivel de
amor más elevado y puro, mientras que la segunda es fruto del ego. Este último
es de alguna forma una expresión de irrespeto frente a la capacidad innata de
todo ser humano de salir adelante y superar sus conflictos, sean cuales fueran
las condiciones en las que se encuentra, y a menudo se convierte en una escusa
para el servilismo o el falso altruismo, actitudes parásitas derivadas del rol
básico de baja estima, o en el otro extremo una manera de disimular ante los
demás las actitudes de indiferencia y vanidad propias del rol de superioridad.
Muchas veces se siente lástima de una condición que en el fondo nos parece
inferior a la nuestra. El ego se alimenta de esta emoción reemplazando su
verdadero impulso del Alma a la bondad. Para que la lástima sea superada y se
transforme en Compasión, que es el amor expresado en términos de servicio
activo, es decir, lo que se llama comúnmente , "extender una mano y
enseñar a pescar en vez de dar el pez", se requiere salir de la ignorancia
de nuestra propia condición. Reconocer si estamos “jugando” el juego de los
roles o si estamos en vías de superar las necesidades de aprobación, afecto y
control que nos hace ponernos las máscaras de la baja estima o de superioridad.
Hace poco le explicaba a un consultante que hasta que no
alcanzáramos esta virtud de manera real, acompañada de entendimiento y
conocimiento de nosotros mismos, no es posible alcanzar el mayor fruto del amor
que es la comprensión. Le decía que la compasión es la capacidad de ponernos en
los zapatos del otro sin pretender SER el otro ni hacer por él lo que solo a él
le corresponde; es sentir al otro desde nuestro interior porque ya hemos vivido
lo que él vive y es nuestra experiencia la que se ofrece en servicio y no
nuestras creencias. Y esto solo se logra si tenemos el suficiente amor propio
fortalecido y verdadero como para respetar el camino que el otro decida
emprender, y para no tener necesidad de escudarse detrás de la emoción de
tristeza que nos causa el otro por su condición y pretender con ello sentirnos
aliviados con nosotros mismos. Es común pensar que el que siente lástima es
buen "prójimo". La Compasión no es un sentimiento contaminado de
tristeza o pena sino unido a la acción del servicio. Quien tiene una mayor
visión de la vida por su propia vivencia, sabe que "no hay mal que por
bien no venga". El que en realidad siente Compasión tiene la capacidad de
mostrarle a su hermano el lado positivo de su aparente desgracia, ayudarle a
descifrar el lenguaje en que la vida le habla para su transformación y
crecimiento mejorando con ello su sentido de responsabilidad y alejando
sentimientos de culpa o su rol de víctima, y por ninguna razón está a favor de
perpetuar su condición con el error inconsciente de apañar su dolor
culpabilizando al mundo por ello. El compasivo da la mano y enseña a perdonar
como acto de liberación; el que siente lástima solo estimula el odio o la baja
estima del que sufre. La manera más común de grabar engramas es a través de la
vulnerabilidad de nuestros propios roles, pero quien tiene verdadera compasión
ya los ha dominado y su ego trabaja para él, no lo domina. Casi todos somos
proclives a sentir lástima porque nuestro amor propio es débil y nos dejamos
engañar por las ilusiones de la vida. Pero esto no quiere decir que podamos con
el tiempo ser cada vez más compasivos.
Un mensaje adicional:
Si nosotros viéramos un niño jugando en la arena y vemos que aquello que
construyó y a lo cual llamó pastel, fuera derribado por la lluvia; y si le
preguntamos al niño porque llora y nos dice “porque no voy a poder comerme el
pastel que había hecho”, ¿Qué sentiríamos: lástima o compasión?. Quien sienta
lástima es otro niño que se igualó con éste fortaleciendo su creencia de que
nunca podrá comer pastel por esta razón y ayudándolo a maldecir la lluvia…Quien
sienta compasión no podrá más que sentir ternura, ponerse en su lugar porque
entiende que significa ser “niño”, pero animarlo a construir otro pastel….Y eso
es lo que hacen los Maestros con nosotros.
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