UNA MENTIRA DESCOMUNAL
por Horacio Velmont*

Resumen
general
La cuestión del calentamiento global probablamente haya que
catalogarla como una de las estafas más grandes de toda la historia de la
humanidad, estafa en la que están involucrados no solo el “Gobierno de las
Sombras”, sino también muchos científicos que han caído en la trampa, y otros
que saben muy bien que todo es una gran mentira pero que están haciendo pingües
negocios con ella: “Poderoso señor es don dinero”…
Existe una campaña, asimismo, para desacreditar a todo aquel
que niegue que el calentamiento global es provocado por el hombre, por más que
aporte datos científicos irrefutables de que todo es un fraude, a aquellos que
se atrevan a hacerlo público.
Cuando hablamos de que el “calentamiento global” es un
fraude nos estamos refiriendo a la acusación de que el aumento de la
temperatura del planeta es provocada por las actividades de los seres humanos,
ya que dicho aumento existe pero lo provoca la naturaleza, hecho del cual el
hombre es totalmente ajeno.
Este aumento de la temperatura es algo normal, no provoca
ningún daño como nos quieren hacer creer y además es beneficioso para el
planeta.
La alarma producida por el calentamiento global se disfraza
de ciencia, pero en realidad no es ciencia, es propaganda. No hay evidencia
directa que relacione el calentamiento global con los gases de efecto
invernadero de origen antropogénico(producido por el hombre). Por lo tanto es
obvio que nos están mintiendo.
Decir que el Co2 controlará el clima es un disparate, nunca
antes lo hizo. Si el Co2 aumenta en la atmósfera, puesto que es un gas de
efecto invernadero, la temperatura subirá, pero las muestras tomadas del hielo
evidencian exactamente lo contrario. Entonces, la suposición fundamental de los
movimientos ecologistas sobre toda la teoría del cambio climático producido por
el hombre, ha demostrado ser falsa.
Todo este asunto, digámoslo con todas las letras, apesta,
habiendo pasado de ser una teoría sobre el clima a un referente moral y la
causa política de nuestra época.
Sus defensores sostienen que el tiempo para el debate ha
finalizado. Cualquier crítica, aunque esté documentada de forma rigurosamente
científica, es ilegítima. O peor aún: es peligrosa.

La verdad es que el clima de la Tierra siempre está cambiando,
que no hay nada que afecte de forma anormal a la temperatura actual y que la
evidencia científica no apoya la noción ecologista, es decir aquella que afirma
que el clima es controlado por el Co2; ni el de origen humano ni de ningún otro
origen.
En todas partes se dice que el cambio climático producido
por el hombre está demostrado más allá de toda duda. Esto es lisa y llanamente
una total mentira.
En realidad, los científicos que sospechan de todo este
asunto no es que no crean en el calentamiento global, sí creen en él pero en lo que no creen es que el
Co2 producido por el hombre sea el que esté provocando ese calentamiento.
La influencia de la propaganda en todo este asunto a través
de los medios de comunicaciones es tal que si a cualquiera le hubieran
preguntado hace algunos años sobre la causa del calentamiento global
simplemente habría contestado: es el Co2, ¿por qué?
Los informativos cada vez son más apocalípticos, e incluso
los políticos que ya saben del engaño no se atreven a exponer ninguna duda en
contra cambio climático. El calentamiento global ha ido más allá de la
política. Es un nuevo tipo de moral.
Mientras el discurso frenético sobre el calentamiento global
provocado por el hombre se hace cada vez más estridente, muchos especialistas
destacados en el campo de la ciencia nos dicen que la base científica de la
teoría se desmorona. Por ejemplo, a lo largo de nuestra historia ha habido
períodos en los que la concentración del Co2 fue de tres a diez veces superior
a la actual. Si esto tuviese un gran efecto sobre el clima, entonces es obvio
que debiéramos haberlo podido observar en la reconstrucción de las
temperaturas.
Si los científicos examinaran el clima de las diferentes
etapas geológicas, nunca se les ocurriría traer a colación al Co2 como para
atribuirle ser el causante de alguna importancia del clima. Ninguno de los
principales cambios climáticos acaecidos durante los últimos mil años puede ser
explicado por el Co2. Por lo tanto, como ya hemos señalado, no se puede decir
que el Co2 influya sobre el clima, máxime que antes nunca lo ha hecho. El hecho
es que el Co2 nunca ha influido sobre el clima.
A menudo se escucha decir que hay consenso entre miles de
científicos sobre el calentamiento global, que los humanos están causando un
daño catastrófico al sistema climático. Esto es falso, pues también hay miles
que piensan lo contrario.
Tengamos en cuenta, a los efectos de calibrar la influencia
de los medios de comunicación aunado al “principio de autoridad”, que el
calentamiento global producido por el hombre no es una teoría científica
corriente. Se presenta por los medios de comunicación con la certificación de
autenticidad de una impresionante organización internacional: el grupo
intergubernamental sobre el cambio climático de las Naciones Unidas, o IPCC.
El IPCC, como cualquiera de los órganos de las Naciones
Unidas, es político. Sus conclusiones finales están orientadas políticamente.
Respecto a que en el IPCC está formado por los 1500 ó 2500 científicos más
destacados del mundo, si se da un vistazo a los currículos de esas personas se
comprueba que un número importante de ellas no son científicos.
Para llegar a la cifra de 2500 (científicos), han recogido a
comentaristas, funcionarios del gobierno y a cualquiera que se les haya
acercado en algún momento. A ninguno de ellos se les ha pedido que estén de
acuerdo con sus conclusiones. Muchos, de hecho, no lo están.
Hay especialistas, a quienes no les gusta esta polémica, que
dimitieron, pero simplemente continúan figurando en la lista de autores y
formando parte de esos “2500 científicos más destacados del mundo”. ¿Acaso esto
no es un deliberado engaño? Por mucho que se diga que es ciencia, no lo es, es
pura propaganda. Es la historia de como una teoría sobre el clima se convirtió
en una ideología política.
En realidad, ni siquiera habría que llamarlo “movimiento
ecologista”, porque en realidad es un movimiento de activistas políticos. Un
movimiento que se ha vuelto enormemente influyente a nivel global.
Los científicos que investigan el clima necesitan que exista
un problema para obtener fondos. Esto significa que nos encontramos ante un
interés marcado en generar pánico, porque entonces el dinero fluirá hacia la
investigación climática.

Se podría decir con toda justeza que la cuestión del
calentamiento global es la historia de cómo una campaña política se convirtió
en el carro burocrático al que todos quieren subirse. El hecho es que en estos
momentos, decenas de miles de puestos de trabajo dependen del calentamiento
global. Es un gran negocio y se ha convertido en una gran industria en sí
misma. Si todo el armazón del calentamiento global llegara a colapsarse, habría
un montón de personas sin empleo buscando trabajo.
También es una historia de censura e intimidación. Hemos
visto y oído a los defensores del calentamiento global escupir furiosamente
contra cualquiera que discrepe de su teoría. Esta no es un actitud científica.
Una cosa clara emerge de todo el debate ambiental: Es que
hay alguien deseoso de matar el sueño africano. Y, quede claro: el sueño
africano es desarrollarse.
El movimiento ecologista ha evolucionado con enorme fuerza
para evitar el progreso de los países en vías de desarrollo.
La historia del calentamiento global es un ejemplo de como
el miedo provocado por los medios de comunicación se convirtió en la idea que
define a una generación.
Todo el negocio del calentamiento global se ha convertido en
una religión. Quienes no están de acuerdo son llamados herejes.
El clima y
el Co2

Nos dicen con aire de suficiencia que el clima está
cambiando… ¡Pero el clima en la Tierra siempre está cambiando! En la larga
historia del planeta lo ha hecho en incontables ocasiones, en unas ha sido más
caluroso, en otras más frío de lo que hoy es. Como cuando la mayoría del
planeta estuvo cubierto por bosques tropicales o por bastas capas de hielo.
El clima siempre ha cambiado. Y lo ha hecho sin ninguna
ayuda de los humanos. Podemos determinar el origen de la presente tendencia al
calentamiento desde hace al menos 200 años, al final de un periodo muy frío en
la historia dela Tierra. Ese periodo es conocido entre los climatólogos como
“la pequeña edad del hielo”.
En el siglo XIV Europa entra en la pequeña edad del hielo. Y
cuando buscamos evidencias de ello las encontramos en todas las antiguas
ilustraciones e imágenes del viejo Támesis. Porque durante los más duros
inviernos de aquella pequeña edad del hielo, el Támesis se congelaba.

Había maravillosas ferias sobre hielo del Támesis ¡gente
patinando y vendiendo cosas sobre el hielo!
Si aún retrocedemos más en el tiempo, antes de la pequeña
edad del hielo, nos encontramos con una época dorada en la que las temperaturas
eran más altas que las actuales. Un tiempo conocido por los climatólogos como
el “Óptimo Cálido Medieval”.
Es importante reconocer que el clima permitió un estilo de
vida muy diferente en el periodo medieval. Hoy tenemos la idea de que el
calentamiento tendrá resultados apocalípticos. Sin embargo, cuando se describe
este periodo templado, está asociado con riqueza.
En Europa esta fue la época dorada de los constructores de
catedrales. Un tiempo en el cual, según Chaucer, los viñedos crecían incluso en
el norte de Inglaterra.

Por todo Londres hay pequeños recuerdos de los viñedos que
crecían durante el periodo cálido medieval. Fue un periodo de gran riqueza.
Retrocediendo aún más atrás en el tiempo, antes del periodo
cálido medieval, encontramos más periodos cálidos, incluyendo uno muy
prolongado durante la Edad del Bronce, conocido por los geólogos como el
“Máximo del Holoceno”, en el que las temperaturas fueron significativamente más
altas que las actuales durante más de tres mil años.
Si retrocedemos 8000 años, hasta el Holoceno –durante el
interglacial actual–, nos encontramos con un clima mucho más cálido que el actual.
Los osos polares –bviamente– sobrevivieron a ese período. Están con nosotros
hoy. Son muy adaptables y estos períodos cálidos del pasado (los llamamos picos
de temperatura) no supusieron ningún problema para ellos.
La fluctuación del clima en tiempos pasados es claramente
natural. Así que ¿por qué pensamos que hoy es diferente?
SOCIEDAD
INDUSTRIALIZADA

Quienes actualmente dan la voz de alarma sobre el
calentamiento global, culpan a la sociedad industrializada. Gracias a la
industria moderna, lujos que sólo disfrutaban los ricos, ahora están al alcance
de la gente común en abundancia. Las nuevas tecnologías proporcionan una vida
más cómoda y fácil. Los modernos medios de transporte y comunicaciones han
hecho que el mundo parezca un lugar menos distante y extraño.
El progreso industrial ha cambiado nuestras vidas, pero
¿también ha cambiado el clima?
Según la teoría que achaca el calentamiento global al
hombre, el crecimiento industrial debiera ser la causa del aumento de las
temperaturas. Pero ¿lo hace?
Quien mantiene que el Co2 es el principal responsable del
calentamiento global durante el siglo XX, es porque no se ha detenido a
considerar las cifras básicas.

LA INFANCIA DE LA
SOCIEDAD INDUSTRIALIZADA
La producción industrial durante las primeras décadas del
siglo XX estaba aún en su infancia, restringida a unos pocos países, erosionada
por la guerra y por la depresión económica.
BOOM ECONÓMICO DE LA
POSTGUERRA
Después de la Segunda Guerra Mundial las cosas cambiaron.
Bienes de consumo tales como frigoríficos, lavavajillas, televisores y
automóviles, comenzaron a fabricarse de forma masiva para el mercado
internacional. Los historiadores llaman a esta explosión global de actividad
industrial el “boom económico de la postguerra”.
Entonces ¿cómo se compara la historia industrial con los
registros de temperatura?
Desde mediados del siglo XIX la temperatura del planeta sólo
ha subido 0,5 grados celsius. Pero este calentamiento comenzó antes incluso de
que se inventasen los automóviles y aviones. Es más, la mayoría del incremento
de la temperatura ocurrió antes de 1940, periodo en el que la producción
industrial era relativamente insignificante.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en el lapso de tiempo
conocido como “boom económico de la postguerra”, las temperaturas –en teoría–
debieran haberse disparado. Pero no lo hicieron, descendieron. Y no lo hicieron
durante uno o dos años, sino durante cuatro décadas.
De hecho, paradójicamente, no fue hasta la recesión
económica mundial de los años setenta, cuando dejaron de caer.
El Co2 empezó a aumentar exponencialmente más o menos hacia
1940. Pero la temperatura, de hecho, empezó a decaer en 1940 y así continuó
hasta cerca de 1975. Aquí nos encontramos con la relación opuesta: el Co2
aumenta rápidamente, pero la temperatura decrece, no podemos decir que el
aumento de Co2 incremente la temperatura.
La temperatura subió de forma significativa hasta 1940,
cuando la cantidad de Co2 producido por los humanos era relativamente baja.
Luego, durante la posguerra, cuando las economías e industrias de todo el mundo
empezaron realmente a funcionar y la producción humana del Co2 se disparó, la
temperatura global comenzó a decaer. En otras palabras, los hechos no se
ajustan con la teoría.
En la época contrastable de la postguerra, cuando la
industria estaba en auge y el Co2 aumentando, la Tierra se estaba enfriando y
surgió el temor de que nos dirigíamos a una nueva edad de hielo, temor que no
tenía ningún sentido, como tampoco lo tiene el actual.
¿Por qué suponemos que el dióxido de carbono es el
responsable de del cambio de nuestro clima? El Co2 solo es una pequeña parte de
la atmósfera terrestre. De hecho medimos cambios en el nivel de Co2 atmosférico
en decenas de partes por millón.
Si consideramos que el porcentaje de Co2 entre todos los
gases de la atmósfera (oxígeno, nitrógeno, argón, etc) es de un 0,054% (una
porción increíblemente pequeña) y, por supuesto, luego consideramos la parte
que en teoría estamos añadiendo los seres humanos –el foco de toda la
preocupación– la proporción es incluso más pequeña.
Aunque el Co2 es un gas que produce efecto invernadero, los
gases invernadero sólo son una pequeña parte de la atmósfera. Es más, el Co2 es
un gas de invernadero de efectos relativamente secundarios.
La atmósfera está compuesta por multitud de gases. Un
pequeño porcentaje de ellos son los conocidos como “gases de efecto
invernadero”. El 95% de ese pequeño porcentaje es vapor de agua, gas que
produce el efecto invernadero más importante.
Así es que ¿hay alguna manera de comprobar si el
calentamiento global reciente es debido a un aumento de los gases de efecto
invernadero?
Solo hay un modo de hacerlo. Mirar al cielo. A una parte de
él, llamada por los científicos Troposfera.
En el calentamiento ocasionado por “efecto invernadero, se
produce más calor en la parte media de la troposfera –los primeros diez/doce
kilómetros de la atmósfera– que en la superficie del planeta. Hay buenas
razones teóricas para ello. Todas tienen que ver con el modo de funcionamiento
de este tipo de efecto.
El efecto invernadero trabaja así: El sol envía calor a la
Tierra. Si no fuera por los gases que producen el efecto invernadero, la
radiación rebotaría de vuelta al espacio, dejando al planeta frío e
inhabitable.

Los gases invernadero atrapan el calor que se escapa en la
troposfera, a unos cuantos kilómetros sobre la superficie terrestre.
Es aquí, de acuerdo con los modelos climáticos, donde la
tasa de calentamiento debiera ser mayor, si los gases de invernadero fuesen los
responsables.
Todos los modelos climáticos –cada uno de ellos– calculan que
el calentamiento debiera ser más rápido a medida que ascendemos en la
atmósfera. De hecho, dicen que el máximo calentamiento sobre el ecuador,
debiera darse a una altitud aproximada a los 10 kilómetros.
El profesor Jhon Christy fue el responsable durante mucho
tiempo de realizar mediciones de las temperaturas de la atmósfera. En 1991 le
fue otorgada la medalla de la NASA por sus éxitos científicos y, en 1996,
recibió el premio especial de la Sociedad Americana de Meteorología, por
mejorar la capacidad para observar el clima y medir las temperaturas. Fue uno
de los autores principales del IPCC.
Hay dos maneras de tomar la temperatura en la atmósfera
terrestre: satélites y globos meteorológicos.
Lo que encontramos de forma constante en gran parte del
planeta, es que la mayor parte de la atmósfera no se está calentando tanto como
lo que puede observarse en la superficie de esa región. Es un verdadero
rompecabezas para nosotros, pues la teoría es bastante clara al respecto: si la
superficie se calienta, la parte más alta de la atmósfera debiera calentarse
rápidamente.
El aumento de la temperatura en esta zona de la atmósfera no
es en absoluto dramático. Realmente no se ajusta a la teoría que los modelos de
la teoría del calentamiento actual expresan para este punto.
Uno de los varios problemas que aqueja a los modelos
climáticos, es la predicción de que, conforme se asciende en la atmósfera
–excepto en las regiones polares–, la tasa de calentamiento crece. Y está
bastante claro, a partir de dos conjuntos de datos (no sólo de los datos de los
satélites, de los que todo el mundo habla), sino también a partir de los datos
de los globos meteorológicos, que no se observa ese efecto. De hecho, parece
que las temperaturas de la superficie se están calentando ligeramente más que
las temperaturas del aire superior ¡Ésa es una gran diferencia!
Esos datos ayudan a entender que lo que realmente estamos
viendo es un calentamiento probablemente no causado por el efecto de los gases
invernadero.
Es decir, las observaciones no muestran ningún aumento con
la altitud. De hecho la mayoría de las observaciones muestran un ligero
descenso de la tasa de calentamiento con la altitud. Así que, en ese sentido,
podemos decir que la hipótesis del calentamiento global provocado por el hombre
no es corroborada por la evidencia.
Así que el creciente calentamiento de la Tierra sucedió en
el lugar equivocado y en el momento equivocado. La mayor parte de éste ocurrió
a comienzos del siglo XX, y tuvo lugar, principalmente, en la superficie de la
Tierra. Exactamente lo contrario de como hubiese ocurrido si la teoría del
calentamiento global provocado por el hombre fuese cierta.

“Una verdad inconveniente”, la emocional película del
ex-vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, es considerada por muchos
como la presentación popular definitiva de la teoría del calentamiento global
provocado por el hombre. Su argumento se basa en una única e importante prueba,
tomada del núcleo del hielo. Los científicos realizan este tipo de
prospecciones, perforando las profundidades del hielo, para tomar muestras que
permitan estudiar la historia climática del planeta cientos de miles de años
atrás.
SONDEO EN EL ÁRTICO
El primer estudio del núcleo tuvo lugar en Vostok
(Antártico). Lo que se encontró –como Al Gore correctamente destaca– es una
clara correlación entre el Co2 y la temperatura.
“Retrocedamos en el
tiempo hasta hace 650.000 años. Esto es lo que ha sido la temperatura de
nuestro planeta. Ahora, una cosa que salta a la vista es que los datos encajan
(¡lo más ridículo que he oído en mi vida!… risas). Realmente la relación es muy
complicada, pero hay una relación mucho más poderosa que todas las demás. Es
esta: cuando hay más CO2, la temperatura es más cálida”.
UNA VERDAD INCONVENIENTE:
AL GORE
Al Gore dice que la relación entre la temperatura y en Co2
es complicada, pero no dice cuales son tales complicaciones. De hecho hay algo
muy importante en los datos proporcionados por el núcleo del hielo que olvida
comentar.
El profesor Ian Clark es un renombrado paleoclimatólogo
ártico que estudia el pasado en los datos de las temperaturas del planeta de
hace decenas de millones de años.
Cuando estudiamos el clima a gran escala, buscamos material
geológico que realmente guarde sus registros. Si tomáramos, por ejemplo, una
muestra de hielo utilizaríamos isotopos para reconstruir la temperatura. La
atmósfera de esa época también está atrapada en ese hielo; la liberamos y
analizamos cuanto Co2 contiene.
El profesor Clark y otros varios han observado que, como Al
Gore dice, hay una relación entre el Co2 y la temperatura. Pero Al Gore se
equivoca: el sentido de esa relación es el inverso.
Aquí vemos el registro de las muestras del hielo de Vostok.
En color rojo observamos la temperatura aumentar desde el principio hasta el
tiempo clave en el que salimos de una glaciación. Luego vemos que la
temperatura sube y que el Co2 aumenta (en color azul). El Co2 tiene un retraso
respecto a ese incremento de 800 años, por lo que la temperatura va por delante
del Co2 800 años.

Recientemente se han llevado a cabo otras prospecciones para
tomar más muestras de hielo. Todas dicen lo mismo: la temperatura sube o baja
y, luego, después de unos cuantos cientos de años, el Co2 la sigue.
Por lo tanto, obviamente, el Co2 no es la causa de ese
calentamiento. De hecho podríamos decir que el calentamiento produce un aumento
de Co2.
El Co2 no puede estar causando el cambio de la temperatura,
al contrario, es un claro producto de ésta. Sigue los cambios de la
temperatura.
Las muestras tomadas del hielo van al fondo del problema que
tenemos aquí. Los ambientalistas han dicho: si el Co2 aumenta en la atmósfera,
como es un gas de efecto invernadero la temperatura se elevará. Pero las
muestras tomadas del hielo reflejan exactamente lo contrario; así que la
suposición fundamental de los movimientos ecologistas sobre la teoría del
cambio climático originado por los humanos resulta ser falsa.
Pero ¿cómo pueden ser que temperaturas más elevadas
conduzcan a más Co2 en la atmósfera?
Para entender esto debemos primero resaltar el punto obvio:
el Co2 es un gas natural producido por todos los seres vivos.
Pocas cosas me molestan más que el escuchar a la gente
hablar del dióxido de carbono como agente contaminante. Tú estás hecho de Co2,
yo estoy hecho de Co2. El Co2 es la vía de crecimiento de los seres vivos. Es
más, los humanos no son la fuente principal de Co2. El hombre produce una
pequeña fracción, un solo dígito porcentual, del Co2 presente en la atmósfera.

Los volcanes producen cada año más Co2 que todas las
industrias, vehículos y aviones y otras fuentes humanas de Co2 juntas.
Animales y bacterias producen cerca de 150 gigatoneladas de
Co2 cada año, mientras que el hombre sólo aporta 6,5 gigatoneladas- año. La
vegetación muerta es una fuente de producción de Co2 aún más elevada (por
ejemplo, la hoja que cae en otoño). La mayor fuente de Co2, con diferencia, son
los océanos.
Carl Wunsck es profesor de oceanografía en el MIT. También
fue profesor visitante de oceanografía en la Universidad Harvard y en la de
Londres; profesor invitado en Física y Matemáticas en la Universidad de
Cambridge; autor de cuatro importantes libros sobre oceanografía.
El océano es el mayor depósito de Co2, lo almacena cuando es
expulsado por la atmósfera; otras veces lo radia hacia esta, desde donde
absorbido otra vez por ella. Si la superficie del océano se calienta, ésta tiende
a emitir Co2. De forma parecida, si se enfría, absorberá más cantidad de Co2.
Cuanto más calientes estén los océanos, más Co2 producirán.
Cuanto más fríos estén, mas Co2 absorberán.
Pero ¿por qué hay un intervalo de cientos de años entre un
cambio de temperatura y un cambio en la cantidad de Co2 que entra o sale del
mar?
El motivo es que los océanos son tan extensos y profundos
que necesitan, literalmente, cientos de años para calentarse o enfriarse. Este
intervalo representa lo que los científicos llaman “memoria de los cambios de
temperatura”.
El océano guarda memoria de los hechos sucedidos hace diez
mil años. Así por ejemplo, si alguien afirma: “¡Oh! veo cambios en el Atlántico
Norte, esto significa que se han producido cambios en el sistema climático”,
puede significar únicamente que ha sucedido algo en una remota parte del océano
hace decenios o cientos de años antes, cuyos efectos comienzan a manifestarse
ahora en el Atlántico Norte.
El calentamiento actual se inició mucho antes de que la
gente usara automóviles o alumbrado eléctrico. En los últimos 150 años la
temperatura sólo se ha incrementado en algo más de 0,5 grados Celsius, pero la
mayor parte de tal incremento ocurrió antes de 1940.
Desde entonces, la temperatura ha disminuido durante cuatro décadas
y se ha elevado durante tres. No hay una evidencia absoluta en el largo
historial climático del planeta que indique que el Co2 haya influido jamás en
la temperatura global.
Pero, si el Co2 no controla el clima de la Tierra ¿qué lo
hace?
El Sol, las
nubes y la radiación cósmica. Los orígenes de la polémica

La creencia general de que el Co2 controla el cambio
climático no concuerda en absoluto con la evidencias científicas disponibles.
Las recogidas por los globos meteorológicos, por los satélites, por las
investigaciones de las muestras de hielo y con los registros históricos de
temperatura.
Pero, si el Co2 no controla el clima ¿qué lo hace? ¿No
resulta rarísimo el hecho de que sea el hombre? –cuando llenamos el tanque de
combustible del vehículo, cuando utilizamos el alumbrado– ¿que seamos nosotros
los que estamos alterando el clima?
¡Mira al cielo! mira a esa enorme cosa, el Sol. Incluso los
6.500 millones de personas que ahora habitamos el planeta somos insignificantes
comparados con él.
A finales de los años 80 el físico solar Piers Corbyn
decidió intentar usar un sistema radicalmente nuevo para predecir el clima. A
pesar de los ingentes recursos de que dispone la Oficina Oficial de
Meteorológica, la nueva técnica de Corbin proporcionaba constantemente
resultados más precisos. Fue denominado por la prensa nacional como el
superhombre del tiempo. El secreto de su éxito era el Sol.
MANCHAS SOLARES

El origen de la técnica predictiva solar del tiempo a largo
plazo se originó en el estudio de las manchas solares y del deseo de
predecirlas. Entonces se diio cuenta de que realmente era mucho más interesante
utilizar al Sol para predecir el tiempo.
Las manchas solares se forman por intensos campos magnéticos
que aparecen en los momentos de mayor actividad solar. Durante cientos de años
–mucho antes de que esto se entendiera correctamente–, los astrónomos de
diversas partes del mundo se dedicaban a contar el número de tales manchas, en
la creencia de que su aparición anunciaban un tiempo más cálido.
En 1893 el astrónomo británico Edward Maunder observó que
durante la Pequeña Edad del Hielo apenas hubo manchas solares visibles. Este
periodo de baja actividad solar pasó a conocerse por el nombre de “mínimo de
Maunder”.
Pero ¿hasta qué punto son fiables las manchas solares como
indicadores del clima?

Piers Corbin decidió hacer una prueba, apostando sobre clima
en William Hill, contra lo que la Oficina Meteorológica mantenía (predecían un
clima normal). Ganó dinero mes tras mes.
APUESTA DE CORBYN
El último invierno la Oficina Meteorológica predijo que
podría darse (o que sería) un invierno excepcionalmente frío. Corbin dijo: No,
esto es un disparate. Será un invierno prácticamente normal. Especificó que
haría frío después de Navidad y en febrero. Tenía razón, se habían equivocado.
En 1991, investigadores del Instituto Meteorológico Danés
decidieron realizar una recopilación de los registros de las manchas solares
del siglo XX y compararlos con los de las temperaturas.
ACTIVIDAD SOLAR

Encontraron una correlación increíblemente directa entre la
actividad solar y los cambios de temperatura en la Tierra. Así se verificó que
la actividad solar aumentó de forma brusca hasta 1940, descendiendo luego
durante cuatro décadas hasta los años 70, aumentando nuevamente a partir de
1975.
Cuando Eigil Friis-Cristensen explicó esta correlación entre
la temperatura, la actividad solar y los ciclos de manchas solares, se le
respondió: ”De acuerdo, puede ser solo una coincidencia”.
Bien ¿cómo se puede demostrar que no se trata de una
coincidencia? Obviamente encontrando series temporales más largas o diferentes
series temporales, así que retrocedieron en el tiempo.

De modo que el profesor Friis Christensen y sus colegas se
dedicaron a examinar cuatrocientos años de registros astronómicos para comparar
la actividad de las manchas solares con las variaciones de temperatura
correspondientes. De nuevo se encontraron con que las variaciones de la
actividad solar estaban íntimamente ligadas con las variaciones de temperatura
sobre la Tierra. Era el Sol, no el Co2 ni cualquier otra cosa, lo que estaba
provocando los cambios climáticos.
En cierta forma esto no es sorprendente. El Sol nos afecta
directamente –por supuesto– al emitir calor. Pero ahora sabemos que también lo
hace indirectamente a través de las nubes. Las nubes tienen un alto poder
refrigerante, pero ¿cómo se forman?
RADIACIÓN CÓSMICA
A principios del siglo XX los científicos descubrieron que
la Tierra era constantemente bombardeada por partículas subatómicas, a las que
llamaron “rayos cósmicos”. Se creía que estaban originadas por las explosiones
de supernovas más allá de nuestro sistema solar.
FORMACION DE LAS
NUBES

Cuando las partículas subatómicas llegan a la Tierra,
tropiezan con el vapor de agua que sube del mar, en forma de gotitas de agua, y
forman las nubes.
Pero cuando el Sol aumenta su actividad, el viento solar es
fuerte, por lo que menos partículas subatómicas tendrán la oportunidad de
interactuar con el vapor de agua para formar nubes.
Precisamente la magnitud y alcance de este efecto se
esclareció hace poco tiempo, después de que el astrofísico Nir Shaviv decidiera
comparar sus datos sobre el efecto formador de nubes producido por los rayos
cósmicos con los estudios sobre la temperatura climática realizados por el
geólogo Jan Veizer, practicando un análisis climático retrospectivo de 600
millones de años.
ACTIVIDAD SOLAR Y
TEMPERATURA
Lo que encontraron Shaviv y Veizer fue que, cuando la
radición cósmica aumentaba, la temperatura descendía; cuando la radición
cósmica disminuía, la temperatura aumentaba.
Las nubes y el clima del planeta están íntimamente ligados.
Para ver cual es la relación, basta con invertir las curvas. Ellos compararon
las gráficas, pusieron la una encima de la otra y fue sencilamente increíble.
Jaizer, mirando a Shaviv, dijo: “Aqui tenemos una información explosiva”.
Nunca he visto, comentó Ian Clark, dos registros tan
distintos unirse de una forma tan bella, mostrándonos lo que ocurrió en ese
periodo de tiempo tan lejano.
El clima está controlado por las nubes. Las nubes por las
radiaciones cósmicas y, a su vez, éstas radiaciones son controladas por la
actividad solar. Todo tiene su origen en el Sol.
ERUPCIÓN SOLAR

Si nuestra visión pudiese percibir las radiaciones dentro
del espectro de los rayos X, lo que se ve como una bonita pelota amarilla
aparecería como un tigre furioso.
El Sol es una bestia increíblemente violenta que proyecta
colosales explosiones e incesantes corrientes de gas y viento solar más allá
del sistema solar.
Para tratar de explicar el fenómeno diremos que el campo
magnético solar llegó a duplicarse durante el siglo XX. En el año 2005, los
astrofísicos de la Universidad de Harvard publicaron la siguiente gráfica en la
revista oficial de la Unión Americana de Geofísica: La curva azul representa el
cambio de temperaturas en el Ártico durante los últimos cien años. La curva
amarilla muestra el aumento del Co2 durante el mismo periodo. Puede apreciarse
perfectamente que no guardan relación alguna.

Pero ahora veamos de nuevo el registro de temperatura:
Añadimos la curva roja, que representa las variaciones de la actividad solar
durante el siglo pasado, tal como se registraron de forma independiente por los
científicos de la NASA y de la administración americana de investigaciones
oceánicas y atmosféricas.

Los registros de la actividad solar de varios cientos de
años atrás, o las de los pasados cien años, encajan bastante bien con los
obtenidos del hielo del mar y con las temperaturas del Ártico.
Para los astrofísicos de Harvard y otros muchos científicos,
la evidencia es incuestionable.
El Sol está controlando el clima, el Co2 es irrelevante.
Siendo así ¿por qué se nos bombardea, día tras día, con noticias sobre el
calentamiento global de origen humano? ¿Por qué, desde los medios de
comunicación y desde otros varios, lo consideran un hecho indiscutible?
Para entender el poder subyugador de la teoría del
calentamiento global debemos contar la historia de cómo empezó todo.
Los vaticinios y predicciones sobre el cambio climático no
son algo nuevo. En 1974 la BBC alerta de inminentes desastres que hoy nos
parecen extrañamente familiares.
El periódico “The weather machine” se preguntaba: “Una y
otra vez, los telediarios nos muestran desastres climatológicos: El medio Oeste
americano sufre las peores sequías desde los años 30, los tornados enloquecidos
causan estragos. ¿Cuál es la causa de esos desastres?”.
Detrás de la serie estaba el antiguo editor de New
Scientist, Nigel Calder. En “La máquina del clima” se informaba sobre la
opinión generalizada de aquellos momentos que consistía en que se estaba ante
un enfriamiento global y la amenaza de una nueva edad del hielo.
Tras cuatro décadas de descenso de las temperaturas, los
expertos pronosticaban que un mundo más frío tendría consecuencias
catastróficas.
The weather machine: “La omnipresente amenaza de una gran
helada –inquiría The Weather Machine– ¿reclamará una nueva edad del hielo
nuestras tierras y sepultará las ciudades situadas más al norte?”.
En medio del desastre y de la tristeza había una voz
esperanzadora: el científico sueco Bert Bolin sugirió que el Co2 de origen
humano podía ayudar a calentar el planeta aunque, no estaba seguro de que fuera
a suceder así.
Bert Bolin en “The weather machine” escribió: ”Hay una gran
cantidad de petróleo, enormes cantidades de carbón, quemándose a un ritmo cada
vez mayor. Si continuamos a ese ritmo, en unos cincuenta años el clima podría
ser algunos grados más caliente que el actual, aunque no estamos totalmente
seguros de ello”.
Los principales expertos del clima formularon acerbas
críticas por haber puesto al sueco Bert Bolin en una televisión de difusión
internacional hablando fantasías de los peligros del Co2.
En pleno auge por el temor creciente a un enfriamiento climático,
en los años 70, la excéntrica teoría de un calentamiento global provocado por
el hombre que sostenía Bert Bolin, parecía absurda.
Ocurrieron dos cosas que cambiaron aquello. La primera: las
temperaturas comenzaron a elevarse. La segunda: Los mineros fueron a la huelga.
HUELGA DE MINEROS EN
EL REINO UNIDO

Para Margaret Thatcher la energía era un problema político.
A principios de los 70 la crisis del petróleo había provocado una severa
recesión en el mundo industrializado y los mineros habían hecho caer al
gabinete conservador de Ted Heath. La señora Thatcher estaba decidida a que no
le ocurriera lo mismo y se propuso acabar con el poder de los sindicatos
mineros: ”Hemos visto aparecer en este país una minoría organizada
revolucionaria, preparada para aprovecharse de las disputas laborales, con el
propósito real de romper la ley, el orden y socavar el gobierno democrático.”
La politización de este asunto, pues, comenzó con Margaret
Tatcher. Ella estaba muy interesada en promover la energía nuclear –mucho antes
de que surgiera el asunto del cambio climático–, porque estaba preocupada por
la independencia energética. Ni confiaba en Oriente Medio ni confiaba en la
Unión Nacional de Trabajadores Mineros. Así es que no confiaba en el petróleo
ni en el carbón. Por ello pensaba que había que potenciar la energía nuclear
sobre las demás.
Entonces, cuando surgió el tema del calentamiento global y
del cambio climático, ella pensó que era un excelente argumento para apostar
por la energía nuclear, porque no ocasiona emisiones de Co2. Esto es lo que, en
realidad, estuvo diciendo gran parte del tiempo y lo que ha sido bastante mal
interpretado desde entonces.
Thatcher fue a la Royal Society y les dijo a los
científicos: “Hay dinero sobre la mesa para que demuestren esto”. Así que
ellos, fueron y lo hicieron.
Inevitablemente, cuando los políticos se dedican a respaldar
algo, ponen de alguna manera su nombre en ello, está claro que el dinero
fluirá.
Ésa es la forma en que funcionan estas cosas e,
inevitablemente, empezaron a surgir –puede decirse así– investigaciones,
desarrollos, instituciones dedicadas a la investigación del cambio climático;
pero poniendo un particular énfasis en la relación entre el Co2 y el cambio
climático.
A petición de la Sra. Tatcher, la Oficina Meteorológica del
Reino Unido estableció un modelo climático que sentó las bases de un nuevo
comité internacional, denominado “Grupo Intergubernamental de Expertos en el
Cambio Climático” o IPCC.
Presentaron un primer gran informe que predijo un desastre
climático como consecuencia del calentamiento global.
De la conferencia de prensa de estos científicos dos cosas
asombraron: la primera, la simplicidad, elocuencia del mensaje y el gran
énfasis con el que se presentó. La segunda, el completo olvido de los
conocimiento adquiridos por la ciencia climática hasta ese momento, incluyendo
–por cierto– el papel del Sol, que había sido el tema principal de una
importante conferencia en la Royal Society sólo algunos meses antes.
Pero el nuevo énfasis del Co2 de origen humano, como un
posible problema medioambiental no sólo atraía a la Sra. Thatcher…
Era, ciertamente, algo muy favorable para los propósitos de
los ecologistas. Propósitos que habría que calificar como “ecologismo medieval”,
una especie de “volvamos a como se hacían las cosas durante la Edad Media y
deshagámonos de todos estos espantosos coches y máquinas”. Les había encantado
porque el Co2 era para ellos el emblema de la industrialización.
El Co2 es claramente un gas industrial, así que está
relacionado con el crecimiento económico, con el transporte. En definitiva, con
lo que llamamos civilización. Hay fuerzas en el movimiento ecologista que,
simplemente, están en contra del crecimiento económico. Creen que es detestable.
Podría ser usado para legitimar un gran conjunto de mitos
que ya existían: anticapitalismo, antiautomóviles, anticrecimiento,
antidesarrollo y, sobre todo, anti ese Gran Ssatán: los Estados Unidos.
Patrick Moore es considerado uno de los más destacados
ecologistas de su generación. Fue cofundador de GeenPeace. El cambio para que
el clima fuera el foco principal de atención surgió, señala Moore, por dos
razones muy distintas. La primera razón fue porque, mediada la década de los
80, una mayoría ya estaba entonces de acuerdo con todas las cosas razonables
que ellos, desde los movimientos ecologistas, estaban diciendo que había que
hacer. Ahora bien, cuando la mayoría de la gente está de acuerdo con uno, es
muy difícil seguir criticándola.
Así es que, la única manera de seguir siendo anti- sistema
era la de ir adoptando posiciones cada vez más extremas. Cuando yo Patrick
Moore abandonó GreenPeace estaban montando una campaña para prohibir el cloro a
nivel mundial. Entonces les dijo: Chicos, éste es uno de los elementos de la
tabla periódica ¿saben? No estoy seguro que sea de nuestra competencia prohibir
un elemento de la tabla periódica.
La otra razón por la que surgió el extremismo ecologista fue
porque el comunismo fracasó. El muro cayó y un montón de pacifistas y
activistas políticos se pasaron al movimiento ecologista, llevando su
neomarxismo con ellos. Aprendieron a utilizar el lenguaje verde de una manera
muy inteligente para disimular agendas que realmente tienen que ver más con el
anticapitalismo y la antiglobalización, que con la ecología o la ciencia.
La izquierda estuvo un poco desorientada, momentáneamente,
por el manifiesto fracaso del socialismo, y más particularmente del comunismo
marxista, tal como fue puesto en práctica. Por eso aún se mantienen tan
anticapitalistas como antaño; pero necesitaban encontrar nuevos adeptos para
ese anticapitalismo.
Fue una especie de alianza sorprendente. Desde Margareht
Tatcher en la derecha, hasta las ecoizquierdas, ecologistas anticapitalistas.
Aquello creó este tipo de “momentum” detrás de una loca idea.
Para principios de la década de los 90 el calentamiento
global provocado por el hombre ya no era una excéntrica teoría sobre el clima.
Era una campaña política en toda regla. Estaba atrayendo la atención de los
medios de comunicación, con el resultado de más financiación gubernamental.
Antes de Bush padre, la cantidad de financiación para la
investigación climática y las ciencias relacionadas con el clima era más o
menos del orden de unos 170 millones de dólares al año, razonable para el
tamaño de este campo, y ahora puede estar rondando los 2000 millones anuales.
Un factor de más de 10 y, sí, eso cambió muchas cosas. Es decir, eso son muchos
trabajos. Sí, muchos. Trajo a mucha gente que de otra manera no hubiese estado
interesada.
Así se desarrollan muchos grupos de gente, cuyo único
interés en el campo es que hubiese calentamiento global.
Si yo quisiera investigar sobre, digamos, las ardillas de
Sussex, lo que haría –desde 1990 en adelante–, es redactar mi solicitud de
fondos diciendo: “Quiero investigar el comportamiento por el que no se aparean
las ardillas, con especial referencia a los efectos del calentamiento global”.
De esa forma obtengo mi dinero. Si olvido mencionar el calentamiento global,
podría no conseguirlo…
*Los datos obtenidos de este artículo pertenecen a una página que ya no existe en la Web.
LECTURA
COMPLEMENTARIA
Calentamiento global
http://fraudecambioclimatico.blogspot.com.ar/
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