sábado, 22 de noviembre de 2014

El fraude del calentamiento global

UNA MENTIRA DESCOMUNAL
por Horacio Velmont*


Resumen general

La cuestión del calentamiento global probablamente haya que catalogarla como una de las estafas más grandes de toda la historia de la humanidad, estafa en la que están involucrados no solo el “Gobierno de las Sombras”, sino también muchos científicos que han caído en la trampa, y otros que saben muy bien que todo es una gran mentira pero que están haciendo pingües negocios con ella: “Poderoso señor es don dinero”…
Existe una campaña, asimismo, para desacreditar a todo aquel que niegue que el calentamiento global es provocado por el hombre, por más que aporte datos científicos irrefutables de que todo es un fraude, a aquellos que se atrevan a hacerlo público.
Cuando hablamos de que el “calentamiento global” es un fraude nos estamos refiriendo a la acusación de que el aumento de la temperatura del planeta es provocada por las actividades de los seres humanos, ya que dicho aumento existe pero lo provoca la naturaleza, hecho del cual el hombre es totalmente ajeno.
Este aumento de la temperatura es algo normal, no provoca ningún daño como nos quieren hacer creer y además es beneficioso para el planeta.
La alarma producida por el calentamiento global se disfraza de ciencia, pero en realidad no es ciencia, es propaganda. No hay evidencia directa que relacione el calentamiento global con los gases de efecto invernadero de origen antropogénico(producido por el hombre). Por lo tanto es obvio que nos están mintiendo.
Decir que el Co2 controlará el clima es un disparate, nunca antes lo hizo. Si el Co2 aumenta en la atmósfera, puesto que es un gas de efecto invernadero, la temperatura subirá, pero las muestras tomadas del hielo evidencian exactamente lo contrario. Entonces, la suposición fundamental de los movimientos ecologistas sobre toda la teoría del cambio climático producido por el hombre, ha demostrado ser falsa.
Todo este asunto, digámoslo con todas las letras, apesta, habiendo pasado de ser una teoría sobre el clima a un referente moral y la causa política de nuestra época.
Sus defensores sostienen que el tiempo para el debate ha finalizado. Cualquier crítica, aunque esté documentada de forma rigurosamente científica, es ilegítima. O peor aún: es peligrosa.


La verdad es que el clima de la Tierra siempre está cambiando, que no hay nada que afecte de forma anormal a la temperatura actual y que la evidencia científica no apoya la noción ecologista, es decir aquella que afirma que el clima es controlado por el Co2; ni el de origen humano ni de ningún otro origen.
En todas partes se dice que el cambio climático producido por el hombre está demostrado más allá de toda duda. Esto es lisa y llanamente una total mentira.
En realidad, los científicos que sospechan de todo este asunto no es que no crean en el calentamiento global, sí  creen en él pero en lo que no creen es que el Co2 producido por el hombre sea el que esté provocando ese calentamiento.
La influencia de la propaganda en todo este asunto a través de los medios de comunicaciones es tal que si a cualquiera le hubieran preguntado hace algunos años sobre la causa del calentamiento global simplemente habría contestado: es el Co2, ¿por qué?
Los informativos cada vez son más apocalípticos, e incluso los políticos que ya saben del engaño no se atreven a exponer ninguna duda en contra cambio climático. El calentamiento global ha ido más allá de la política. Es un nuevo tipo de moral.
Mientras el discurso frenético sobre el calentamiento global provocado por el hombre se hace cada vez más estridente, muchos especialistas destacados en el campo de la ciencia nos dicen que la base científica de la teoría se desmorona. Por ejemplo, a lo largo de nuestra historia ha habido períodos en los que la concentración del Co2 fue de tres a diez veces superior a la actual. Si esto tuviese un gran efecto sobre el clima, entonces es obvio que debiéramos haberlo podido observar en la reconstrucción de las temperaturas.
Si los científicos examinaran el clima de las diferentes etapas geológicas, nunca se les ocurriría traer a colación al Co2 como para atribuirle ser el causante de alguna importancia del clima. Ninguno de los principales cambios climáticos acaecidos durante los últimos mil años puede ser explicado por el Co2. Por lo tanto, como ya hemos señalado, no se puede decir que el Co2 influya sobre el clima, máxime que antes nunca lo ha hecho. El hecho es que el Co2 nunca ha influido sobre el clima.
A menudo se escucha decir que hay consenso entre miles de científicos sobre el calentamiento global, que los humanos están causando un daño catastrófico al sistema climático. Esto es falso, pues también hay miles que piensan lo contrario.
Tengamos en cuenta, a los efectos de calibrar la influencia de los medios de comunicación aunado al “principio de autoridad”, que el calentamiento global producido por el hombre no es una teoría científica corriente. Se presenta por los medios de comunicación con la certificación de autenticidad de una impresionante organización internacional: el grupo intergubernamental sobre el cambio climático de las Naciones Unidas, o IPCC.
El IPCC, como cualquiera de los órganos de las Naciones Unidas, es político. Sus conclusiones finales están orientadas políticamente. Respecto a que en el IPCC está formado por los 1500 ó 2500 científicos más destacados del mundo, si se da un vistazo a los currículos de esas personas se comprueba que un número importante de ellas no son científicos.
Para llegar a la cifra de 2500 (científicos), han recogido a comentaristas, funcionarios del gobierno y a cualquiera que se les haya acercado en algún momento. A ninguno de ellos se les ha pedido que estén de acuerdo con sus conclusiones. Muchos, de hecho, no lo están.
Hay especialistas, a quienes no les gusta esta polémica, que dimitieron, pero simplemente continúan figurando en la lista de autores y formando parte de esos “2500 científicos más destacados del mundo”. ¿Acaso esto no es un deliberado engaño? Por mucho que se diga que es ciencia, no lo es, es pura propaganda. Es la historia de como una teoría sobre el clima se convirtió en una ideología política.
En realidad, ni siquiera habría que llamarlo “movimiento ecologista”, porque en realidad es un movimiento de activistas políticos. Un movimiento que se ha vuelto enormemente influyente a nivel global.
Los científicos que investigan el clima necesitan que exista un problema para obtener fondos. Esto significa que nos encontramos ante un interés marcado en generar pánico, porque entonces el dinero fluirá hacia la investigación climática.



Se podría decir con toda justeza que la cuestión del calentamiento global es la historia de cómo una campaña política se convirtió en el carro burocrático al que todos quieren subirse. El hecho es que en estos momentos, decenas de miles de puestos de trabajo dependen del calentamiento global. Es un gran negocio y se ha convertido en una gran industria en sí misma. Si todo el armazón del calentamiento global llegara a colapsarse, habría un montón de personas sin empleo buscando trabajo.
También es una historia de censura e intimidación. Hemos visto y oído a los defensores del calentamiento global escupir furiosamente contra cualquiera que discrepe de su teoría. Esta no es un actitud científica.
Una cosa clara emerge de todo el debate ambiental: Es que hay alguien deseoso de matar el sueño africano. Y, quede claro: el sueño africano es desarrollarse.
El movimiento ecologista ha evolucionado con enorme fuerza para evitar el progreso de los países en vías de desarrollo.
La historia del calentamiento global es un ejemplo de como el miedo provocado por los medios de comunicación se convirtió en la idea que define a una generación.
Todo el negocio del calentamiento global se ha convertido en una religión. Quienes no están de acuerdo son llamados herejes.

El clima y el Co2


Nos dicen con aire de suficiencia que el clima está cambiando… ¡Pero el clima en la Tierra siempre está cambiando! En la larga historia del planeta lo ha hecho en incontables ocasiones, en unas ha sido más caluroso, en otras más frío de lo que hoy es. Como cuando la mayoría del planeta estuvo cubierto por bosques tropicales o por bastas capas de hielo.
El clima siempre ha cambiado. Y lo ha hecho sin ninguna ayuda de los humanos. Podemos determinar el origen de la presente tendencia al calentamiento desde hace al menos 200 años, al final de un periodo muy frío en la historia dela Tierra. Ese periodo es conocido entre los climatólogos como “la pequeña edad del hielo”.
En el siglo XIV Europa entra en la pequeña edad del hielo. Y cuando buscamos evidencias de ello las encontramos en todas las antiguas ilustraciones e imágenes del viejo Támesis. Porque durante los más duros inviernos de aquella pequeña edad del hielo, el Támesis se congelaba.


Había maravillosas ferias sobre hielo del Támesis ¡gente patinando y vendiendo cosas sobre el hielo!
Si aún retrocedemos más en el tiempo, antes de la pequeña edad del hielo, nos encontramos con una época dorada en la que las temperaturas eran más altas que las actuales. Un tiempo conocido por los climatólogos como el “Óptimo Cálido Medieval”.
Es importante reconocer que el clima permitió un estilo de vida muy diferente en el periodo medieval. Hoy tenemos la idea de que el calentamiento tendrá resultados apocalípticos. Sin embargo, cuando se describe este periodo templado, está asociado con riqueza.
En Europa esta fue la época dorada de los constructores de catedrales. Un tiempo en el cual, según Chaucer, los viñedos crecían incluso en el norte de Inglaterra.


Por todo Londres hay pequeños recuerdos de los viñedos que crecían durante el periodo cálido medieval. Fue un periodo de gran riqueza.
Retrocediendo aún más atrás en el tiempo, antes del periodo cálido medieval, encontramos más periodos cálidos, incluyendo uno muy prolongado durante la Edad del Bronce, conocido por los geólogos como el “Máximo del Holoceno”, en el que las temperaturas fueron significativamente más altas que las actuales durante más de tres mil años.
Si retrocedemos 8000 años, hasta el Holoceno –durante el interglacial actual–, nos encontramos con un clima mucho más cálido que el actual. Los osos polares –bviamente– sobrevivieron a ese período. Están con nosotros hoy. Son muy adaptables y estos períodos cálidos del pasado (los llamamos picos de temperatura) no supusieron ningún problema para ellos.
La fluctuación del clima en tiempos pasados es claramente natural. Así que ¿por qué pensamos que hoy es diferente?

SOCIEDAD INDUSTRIALIZADA


Quienes actualmente dan la voz de alarma sobre el calentamiento global, culpan a la sociedad industrializada. Gracias a la industria moderna, lujos que sólo disfrutaban los ricos, ahora están al alcance de la gente común en abundancia. Las nuevas tecnologías proporcionan una vida más cómoda y fácil. Los modernos medios de transporte y comunicaciones han hecho que el mundo parezca un lugar menos distante y extraño.
El progreso industrial ha cambiado nuestras vidas, pero ¿también ha cambiado el clima?
Según la teoría que achaca el calentamiento global al hombre, el crecimiento industrial debiera ser la causa del aumento de las temperaturas. Pero ¿lo hace?
Quien mantiene que el Co2 es el principal responsable del calentamiento global durante el siglo XX, es porque no se ha detenido a considerar las cifras básicas.


LA INFANCIA DE LA SOCIEDAD INDUSTRIALIZADA

La producción industrial durante las primeras décadas del siglo XX estaba aún en su infancia, restringida a unos pocos países, erosionada por la guerra y por la depresión económica.

BOOM ECONÓMICO DE LA POSTGUERRA

Después de la Segunda Guerra Mundial las cosas cambiaron. Bienes de consumo tales como frigoríficos, lavavajillas, televisores y automóviles, comenzaron a fabricarse de forma masiva para el mercado internacional. Los historiadores llaman a esta explosión global de actividad industrial el “boom económico de la postguerra”.
Entonces ¿cómo se compara la historia industrial con los registros de temperatura?
Desde mediados del siglo XIX la temperatura del planeta sólo ha subido 0,5 grados celsius. Pero este calentamiento comenzó antes incluso de que se inventasen los automóviles y aviones. Es más, la mayoría del incremento de la temperatura ocurrió antes de 1940, periodo en el que la producción industrial era relativamente insignificante.


Después de la Segunda Guerra Mundial, en el lapso de tiempo conocido como “boom económico de la postguerra”, las temperaturas –en teoría– debieran haberse disparado. Pero no lo hicieron, descendieron. Y no lo hicieron durante uno o dos años, sino durante cuatro décadas.
De hecho, paradójicamente, no fue hasta la recesión económica mundial de los años setenta, cuando dejaron de caer.
El Co2 empezó a aumentar exponencialmente más o menos hacia 1940. Pero la temperatura, de hecho, empezó a decaer en 1940 y así continuó hasta cerca de 1975. Aquí nos encontramos con la relación opuesta: el Co2 aumenta rápidamente, pero la temperatura decrece, no podemos decir que el aumento de Co2 incremente la temperatura.
La temperatura subió de forma significativa hasta 1940, cuando la cantidad de Co2 producido por los humanos era relativamente baja. Luego, durante la posguerra, cuando las economías e industrias de todo el mundo empezaron realmente a funcionar y la producción humana del Co2 se disparó, la temperatura global comenzó a decaer. En otras palabras, los hechos no se ajustan con la teoría.
En la época contrastable de la postguerra, cuando la industria estaba en auge y el Co2 aumentando, la Tierra se estaba enfriando y surgió el temor de que nos dirigíamos a una nueva edad de hielo, temor que no tenía ningún sentido, como tampoco lo tiene el actual.
¿Por qué suponemos que el dióxido de carbono es el responsable de del cambio de nuestro clima? El Co2 solo es una pequeña parte de la atmósfera terrestre. De hecho medimos cambios en el nivel de Co2 atmosférico en decenas de partes por millón.
Si consideramos que el porcentaje de Co2 entre todos los gases de la atmósfera (oxígeno, nitrógeno, argón, etc) es de un 0,054% (una porción increíblemente pequeña) y, por supuesto, luego consideramos la parte que en teoría estamos añadiendo los seres humanos –el foco de toda la preocupación– la proporción es incluso más pequeña.
Aunque el Co2 es un gas que produce efecto invernadero, los gases invernadero sólo son una pequeña parte de la atmósfera. Es más, el Co2 es un gas de invernadero de efectos relativamente secundarios.
La atmósfera está compuesta por multitud de gases. Un pequeño porcentaje de ellos son los conocidos como “gases de efecto invernadero”. El 95% de ese pequeño porcentaje es vapor de agua, gas que produce el efecto invernadero más importante.
Así es que ¿hay alguna manera de comprobar si el calentamiento global reciente es debido a un aumento de los gases de efecto invernadero?
Solo hay un modo de hacerlo. Mirar al cielo. A una parte de él, llamada por los científicos Troposfera.
En el calentamiento ocasionado por “efecto invernadero, se produce más calor en la parte media de la troposfera –los primeros diez/doce kilómetros de la atmósfera– que en la superficie del planeta. Hay buenas razones teóricas para ello. Todas tienen que ver con el modo de funcionamiento de este tipo de efecto.
El efecto invernadero trabaja así: El sol envía calor a la Tierra. Si no fuera por los gases que producen el efecto invernadero, la radiación rebotaría de vuelta al espacio, dejando al planeta frío e inhabitable.


Los gases invernadero atrapan el calor que se escapa en la troposfera, a unos cuantos kilómetros sobre la superficie terrestre.
Es aquí, de acuerdo con los modelos climáticos, donde la tasa de calentamiento debiera ser mayor, si los gases de invernadero fuesen los responsables.
Todos los modelos climáticos –cada uno de ellos– calculan que el calentamiento debiera ser más rápido a medida que ascendemos en la atmósfera. De hecho, dicen que el máximo calentamiento sobre el ecuador, debiera darse a una altitud aproximada a los 10 kilómetros.
El profesor Jhon Christy fue el responsable durante mucho tiempo de realizar mediciones de las temperaturas de la atmósfera. En 1991 le fue otorgada la medalla de la NASA por sus éxitos científicos y, en 1996, recibió el premio especial de la Sociedad Americana de Meteorología, por mejorar la capacidad para observar el clima y medir las temperaturas. Fue uno de los autores principales del IPCC.
Hay dos maneras de tomar la temperatura en la atmósfera terrestre: satélites y globos meteorológicos.
Lo que encontramos de forma constante en gran parte del planeta, es que la mayor parte de la atmósfera no se está calentando tanto como lo que puede observarse en la superficie de esa región. Es un verdadero rompecabezas para nosotros, pues la teoría es bastante clara al respecto: si la superficie se calienta, la parte más alta de la atmósfera debiera calentarse rápidamente.
El aumento de la temperatura en esta zona de la atmósfera no es en absoluto dramático. Realmente no se ajusta a la teoría que los modelos de la teoría del calentamiento actual expresan para este punto.
Uno de los varios problemas que aqueja a los modelos climáticos, es la predicción de que, conforme se asciende en la atmósfera –excepto en las regiones polares–, la tasa de calentamiento crece. Y está bastante claro, a partir de dos conjuntos de datos (no sólo de los datos de los satélites, de los que todo el mundo habla), sino también a partir de los datos de los globos meteorológicos, que no se observa ese efecto. De hecho, parece que las temperaturas de la superficie se están calentando ligeramente más que las temperaturas del aire superior ¡Ésa es una gran diferencia!
Esos datos ayudan a entender que lo que realmente estamos viendo es un calentamiento probablemente no causado por el efecto de los gases invernadero.
Es decir, las observaciones no muestran ningún aumento con la altitud. De hecho la mayoría de las observaciones muestran un ligero descenso de la tasa de calentamiento con la altitud. Así que, en ese sentido, podemos decir que la hipótesis del calentamiento global provocado por el hombre no es corroborada por la evidencia.
Así que el creciente calentamiento de la Tierra sucedió en el lugar equivocado y en el momento equivocado. La mayor parte de éste ocurrió a comienzos del siglo XX, y tuvo lugar, principalmente, en la superficie de la Tierra. Exactamente lo contrario de como hubiese ocurrido si la teoría del calentamiento global provocado por el hombre fuese cierta.


“Una verdad inconveniente”, la emocional película del ex-vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, es considerada por muchos como la presentación popular definitiva de la teoría del calentamiento global provocado por el hombre. Su argumento se basa en una única e importante prueba, tomada del núcleo del hielo. Los científicos realizan este tipo de prospecciones, perforando las profundidades del hielo, para tomar muestras que permitan estudiar la historia climática del planeta cientos de miles de años atrás.

SONDEO EN EL ÁRTICO

El primer estudio del núcleo tuvo lugar en Vostok (Antártico). Lo que se encontró –como Al Gore correctamente destaca– es una clara correlación entre el Co2 y la temperatura.
 “Retrocedamos en el tiempo hasta hace 650.000 años. Esto es lo que ha sido la temperatura de nuestro planeta. Ahora, una cosa que salta a la vista es que los datos encajan (¡lo más ridículo que he oído en mi vida!… risas). Realmente la relación es muy complicada, pero hay una relación mucho más poderosa que todas las demás. Es esta: cuando hay más CO2, la temperatura es más cálida”.

UNA VERDAD INCONVENIENTE: AL GORE

Al Gore dice que la relación entre la temperatura y en Co2 es complicada, pero no dice cuales son tales complicaciones. De hecho hay algo muy importante en los datos proporcionados por el núcleo del hielo que olvida comentar.
El profesor Ian Clark es un renombrado paleoclimatólogo ártico que estudia el pasado en los datos de las temperaturas del planeta de hace decenas de millones de años.
Cuando estudiamos el clima a gran escala, buscamos material geológico que realmente guarde sus registros. Si tomáramos, por ejemplo, una muestra de hielo utilizaríamos isotopos para reconstruir la temperatura. La atmósfera de esa época también está atrapada en ese hielo; la liberamos y analizamos cuanto Co2 contiene.
El profesor Clark y otros varios han observado que, como Al Gore dice, hay una relación entre el Co2 y la temperatura. Pero Al Gore se equivoca: el sentido de esa relación es el inverso.
Aquí vemos el registro de las muestras del hielo de Vostok. En color rojo observamos la temperatura aumentar desde el principio hasta el tiempo clave en el que salimos de una glaciación. Luego vemos que la temperatura sube y que el Co2 aumenta (en color azul). El Co2 tiene un retraso respecto a ese incremento de 800 años, por lo que la temperatura va por delante del Co2 800 años.


Recientemente se han llevado a cabo otras prospecciones para tomar más muestras de hielo. Todas dicen lo mismo: la temperatura sube o baja y, luego, después de unos cuantos cientos de años, el Co2 la sigue.
Por lo tanto, obviamente, el Co2 no es la causa de ese calentamiento. De hecho podríamos decir que el calentamiento produce un aumento de Co2.
El Co2 no puede estar causando el cambio de la temperatura, al contrario, es un claro producto de ésta. Sigue los cambios de la temperatura.
Las muestras tomadas del hielo van al fondo del problema que tenemos aquí. Los ambientalistas han dicho: si el Co2 aumenta en la atmósfera, como es un gas de efecto invernadero la temperatura se elevará. Pero las muestras tomadas del hielo reflejan exactamente lo contrario; así que la suposición fundamental de los movimientos ecologistas sobre la teoría del cambio climático originado por los humanos resulta ser falsa.
Pero ¿cómo pueden ser que temperaturas más elevadas conduzcan a más Co2 en la atmósfera?
Para entender esto debemos primero resaltar el punto obvio: el Co2 es un gas natural producido por todos los seres vivos.
Pocas cosas me molestan más que el escuchar a la gente hablar del dióxido de carbono como agente contaminante. Tú estás hecho de Co2, yo estoy hecho de Co2. El Co2 es la vía de crecimiento de los seres vivos. Es más, los humanos no son la fuente principal de Co2. El hombre produce una pequeña fracción, un solo dígito porcentual, del Co2 presente en la atmósfera.


Los volcanes producen cada año más Co2 que todas las industrias, vehículos y aviones y otras fuentes humanas de Co2 juntas.
Animales y bacterias producen cerca de 150 gigatoneladas de Co2 cada año, mientras que el hombre sólo aporta 6,5 gigatoneladas- año. La vegetación muerta es una fuente de producción de Co2 aún más elevada (por ejemplo, la hoja que cae en otoño). La mayor fuente de Co2, con diferencia, son los océanos.
Carl Wunsck es profesor de oceanografía en el MIT. También fue profesor visitante de oceanografía en la Universidad Harvard y en la de Londres; profesor invitado en Física y Matemáticas en la Universidad de Cambridge; autor de cuatro importantes libros sobre oceanografía.
El océano es el mayor depósito de Co2, lo almacena cuando es expulsado por la atmósfera; otras veces lo radia hacia esta, desde donde absorbido otra vez por ella. Si la superficie del océano se calienta, ésta tiende a emitir Co2. De forma parecida, si se enfría, absorberá más cantidad de Co2.
Cuanto más calientes estén los océanos, más Co2 producirán. Cuanto más fríos estén, mas Co2 absorberán.
Pero ¿por qué hay un intervalo de cientos de años entre un cambio de temperatura y un cambio en la cantidad de Co2 que entra o sale del mar?
El motivo es que los océanos son tan extensos y profundos que necesitan, literalmente, cientos de años para calentarse o enfriarse. Este intervalo representa lo que los científicos llaman “memoria de los cambios de temperatura”.
El océano guarda memoria de los hechos sucedidos hace diez mil años. Así por ejemplo, si alguien afirma: “¡Oh! veo cambios en el Atlántico Norte, esto significa que se han producido cambios en el sistema climático”, puede significar únicamente que ha sucedido algo en una remota parte del océano hace decenios o cientos de años antes, cuyos efectos comienzan a manifestarse ahora en el Atlántico Norte.
El calentamiento actual se inició mucho antes de que la gente usara automóviles o alumbrado eléctrico. En los últimos 150 años la temperatura sólo se ha incrementado en algo más de 0,5 grados Celsius, pero la mayor parte de tal incremento ocurrió antes de 1940.
Desde entonces, la temperatura ha disminuido durante cuatro décadas y se ha elevado durante tres. No hay una evidencia absoluta en el largo historial climático del planeta que indique que el Co2 haya influido jamás en la temperatura global.
Pero, si el Co2 no controla el clima de la Tierra ¿qué lo hace?

El Sol, las nubes y la radiación cósmica. Los orígenes de la polémica


La creencia general de que el Co2 controla el cambio climático no concuerda en absoluto con la evidencias científicas disponibles. Las recogidas por los globos meteorológicos, por los satélites, por las investigaciones de las muestras de hielo y con los registros históricos de temperatura.
Pero, si el Co2 no controla el clima ¿qué lo hace? ¿No resulta rarísimo el hecho de que sea el hombre? –cuando llenamos el tanque de combustible del vehículo, cuando utilizamos el alumbrado– ¿que seamos nosotros los que estamos alterando el clima?
¡Mira al cielo! mira a esa enorme cosa, el Sol. Incluso los 6.500 millones de personas que ahora habitamos el planeta somos insignificantes comparados con él.
A finales de los años 80 el físico solar Piers Corbyn decidió intentar usar un sistema radicalmente nuevo para predecir el clima. A pesar de los ingentes recursos de que dispone la Oficina Oficial de Meteorológica, la nueva técnica de Corbin proporcionaba constantemente resultados más precisos. Fue denominado por la prensa nacional como el superhombre del tiempo. El secreto de su éxito era el Sol.

MANCHAS SOLARES


El origen de la técnica predictiva solar del tiempo a largo plazo se originó en el estudio de las manchas solares y del deseo de predecirlas. Entonces se diio cuenta de que realmente era mucho más interesante utilizar al Sol para predecir el tiempo.
Las manchas solares se forman por intensos campos magnéticos que aparecen en los momentos de mayor actividad solar. Durante cientos de años –mucho antes de que esto se entendiera correctamente–, los astrónomos de diversas partes del mundo se dedicaban a contar el número de tales manchas, en la creencia de que su aparición anunciaban un tiempo más cálido.
En 1893 el astrónomo británico Edward Maunder observó que durante la Pequeña Edad del Hielo apenas hubo manchas solares visibles. Este periodo de baja actividad solar pasó a conocerse por el nombre de “mínimo de Maunder”.
Pero ¿hasta qué punto son fiables las manchas solares como indicadores del clima?


Piers Corbin decidió hacer una prueba, apostando sobre clima en William Hill, contra lo que la Oficina Meteorológica mantenía (predecían un clima normal). Ganó dinero mes tras mes.

APUESTA DE CORBYN

El último invierno la Oficina Meteorológica predijo que podría darse (o que sería) un invierno excepcionalmente frío. Corbin dijo: No, esto es un disparate. Será un invierno prácticamente normal. Especificó que haría frío después de Navidad y en febrero. Tenía razón, se habían equivocado.
En 1991, investigadores del Instituto Meteorológico Danés decidieron realizar una recopilación de los registros de las manchas solares del siglo XX y compararlos con los de las temperaturas.

ACTIVIDAD SOLAR


Encontraron una correlación increíblemente directa entre la actividad solar y los cambios de temperatura en la Tierra. Así se verificó que la actividad solar aumentó de forma brusca hasta 1940, descendiendo luego durante cuatro décadas hasta los años 70, aumentando nuevamente a partir de 1975.
Cuando Eigil Friis-Cristensen explicó esta correlación entre la temperatura, la actividad solar y los ciclos de manchas solares, se le respondió: ”De acuerdo, puede ser solo una coincidencia”.
Bien ¿cómo se puede demostrar que no se trata de una coincidencia? Obviamente encontrando series temporales más largas o diferentes series temporales, así que retrocedieron en el tiempo.


De modo que el profesor Friis Christensen y sus colegas se dedicaron a examinar cuatrocientos años de registros astronómicos para comparar la actividad de las manchas solares con las variaciones de temperatura correspondientes. De nuevo se encontraron con que las variaciones de la actividad solar estaban íntimamente ligadas con las variaciones de temperatura sobre la Tierra. Era el Sol, no el Co2 ni cualquier otra cosa, lo que estaba provocando los cambios climáticos.
En cierta forma esto no es sorprendente. El Sol nos afecta directamente –por supuesto– al emitir calor. Pero ahora sabemos que también lo hace indirectamente a través de las nubes. Las nubes tienen un alto poder refrigerante, pero ¿cómo se forman?

RADIACIÓN CÓSMICA

A principios del siglo XX los científicos descubrieron que la Tierra era constantemente bombardeada por partículas subatómicas, a las que llamaron “rayos cósmicos”. Se creía que estaban originadas por las explosiones de supernovas más allá de nuestro sistema solar.

FORMACION DE LAS NUBES


Cuando las partículas subatómicas llegan a la Tierra, tropiezan con el vapor de agua que sube del mar, en forma de gotitas de agua, y forman las nubes.
Pero cuando el Sol aumenta su actividad, el viento solar es fuerte, por lo que menos partículas subatómicas tendrán la oportunidad de interactuar con el vapor de agua para formar nubes.
Precisamente la magnitud y alcance de este efecto se esclareció hace poco tiempo, después de que el astrofísico Nir Shaviv decidiera comparar sus datos sobre el efecto formador de nubes producido por los rayos cósmicos con los estudios sobre la temperatura climática realizados por el geólogo Jan Veizer, practicando un análisis climático retrospectivo de 600 millones de años.

ACTIVIDAD SOLAR Y TEMPERATURA

Lo que encontraron Shaviv y Veizer fue que, cuando la radición cósmica aumentaba, la temperatura descendía; cuando la radición cósmica disminuía, la temperatura aumentaba.
Las nubes y el clima del planeta están íntimamente ligados. Para ver cual es la relación, basta con invertir las curvas. Ellos compararon las gráficas, pusieron la una encima de la otra y fue sencilamente increíble. Jaizer, mirando a Shaviv, dijo: “Aqui tenemos una información explosiva”.
Nunca he visto, comentó Ian Clark, dos registros tan distintos unirse de una forma tan bella, mostrándonos lo que ocurrió en ese periodo de tiempo tan lejano.
El clima está controlado por las nubes. Las nubes por las radiaciones cósmicas y, a su vez, éstas radiaciones son controladas por la actividad solar. Todo tiene su origen en el Sol.

ERUPCIÓN SOLAR


Si nuestra visión pudiese percibir las radiaciones dentro del espectro de los rayos X, lo que se ve como una bonita pelota amarilla aparecería como un tigre furioso.
El Sol es una bestia increíblemente violenta que proyecta colosales explosiones e incesantes corrientes de gas y viento solar más allá del sistema solar.
Para tratar de explicar el fenómeno diremos que el campo magnético solar llegó a duplicarse durante el siglo XX. En el año 2005, los astrofísicos de la Universidad de Harvard publicaron la siguiente gráfica en la revista oficial de la Unión Americana de Geofísica: La curva azul representa el cambio de temperaturas en el Ártico durante los últimos cien años. La curva amarilla muestra el aumento del Co2 durante el mismo periodo. Puede apreciarse perfectamente que no guardan relación alguna.


Pero ahora veamos de nuevo el registro de temperatura: Añadimos la curva roja, que representa las variaciones de la actividad solar durante el siglo pasado, tal como se registraron de forma independiente por los científicos de la NASA y de la administración americana de investigaciones oceánicas y atmosféricas.


Los registros de la actividad solar de varios cientos de años atrás, o las de los pasados cien años, encajan bastante bien con los obtenidos del hielo del mar y con las temperaturas del Ártico.
Para los astrofísicos de Harvard y otros muchos científicos, la evidencia es incuestionable.
El Sol está controlando el clima, el Co2 es irrelevante. Siendo así ¿por qué se nos bombardea, día tras día, con noticias sobre el calentamiento global de origen humano? ¿Por qué, desde los medios de comunicación y desde otros varios, lo consideran un hecho indiscutible?
Para entender el poder subyugador de la teoría del calentamiento global debemos contar la historia de cómo empezó todo.
Los vaticinios y predicciones sobre el cambio climático no son algo nuevo. En 1974 la BBC alerta de inminentes desastres que hoy nos parecen extrañamente familiares.
El periódico “The weather machine” se preguntaba: “Una y otra vez, los telediarios nos muestran desastres climatológicos: El medio Oeste americano sufre las peores sequías desde los años 30, los tornados enloquecidos causan estragos. ¿Cuál es la causa de esos desastres?”.
Detrás de la serie estaba el antiguo editor de New Scientist, Nigel Calder. En “La máquina del clima” se informaba sobre la opinión generalizada de aquellos momentos que consistía en que se estaba ante un enfriamiento global y la amenaza de una nueva edad del hielo.
Tras cuatro décadas de descenso de las temperaturas, los expertos pronosticaban que un mundo más frío tendría consecuencias catastróficas.
The weather machine: “La omnipresente amenaza de una gran helada –inquiría The Weather Machine– ¿reclamará una nueva edad del hielo nuestras tierras y sepultará las ciudades situadas más al norte?”.
En medio del desastre y de la tristeza había una voz esperanzadora: el científico sueco Bert Bolin sugirió que el Co2 de origen humano podía ayudar a calentar el planeta aunque, no estaba seguro de que fuera a suceder así.
Bert Bolin en “The weather machine” escribió: ”Hay una gran cantidad de petróleo, enormes cantidades de carbón, quemándose a un ritmo cada vez mayor. Si continuamos a ese ritmo, en unos cincuenta años el clima podría ser algunos grados más caliente que el actual, aunque no estamos totalmente seguros de ello”.
Los principales expertos del clima formularon acerbas críticas por haber puesto al sueco Bert Bolin en una televisión de difusión internacional hablando fantasías de los peligros del Co2.
En pleno auge por el temor creciente a un enfriamiento climático, en los años 70, la excéntrica teoría de un calentamiento global provocado por el hombre que sostenía Bert Bolin, parecía absurda.
Ocurrieron dos cosas que cambiaron aquello. La primera: las temperaturas comenzaron a elevarse. La segunda: Los mineros fueron a la huelga.

HUELGA DE MINEROS EN EL REINO UNIDO


Para Margaret Thatcher la energía era un problema político. A principios de los 70 la crisis del petróleo había provocado una severa recesión en el mundo industrializado y los mineros habían hecho caer al gabinete conservador de Ted Heath. La señora Thatcher estaba decidida a que no le ocurriera lo mismo y se propuso acabar con el poder de los sindicatos mineros: ”Hemos visto aparecer en este país una minoría organizada revolucionaria, preparada para aprovecharse de las disputas laborales, con el propósito real de romper la ley, el orden y socavar el gobierno democrático.”
La politización de este asunto, pues, comenzó con Margaret Tatcher. Ella estaba muy interesada en promover la energía nuclear –mucho antes de que surgiera el asunto del cambio climático–, porque estaba preocupada por la independencia energética. Ni confiaba en Oriente Medio ni confiaba en la Unión Nacional de Trabajadores Mineros. Así es que no confiaba en el petróleo ni en el carbón. Por ello pensaba que había que potenciar la energía nuclear sobre las demás.
Entonces, cuando surgió el tema del calentamiento global y del cambio climático, ella pensó que era un excelente argumento para apostar por la energía nuclear, porque no ocasiona emisiones de Co2. Esto es lo que, en realidad, estuvo diciendo gran parte del tiempo y lo que ha sido bastante mal interpretado desde entonces.
Thatcher fue a la Royal Society y les dijo a los científicos: “Hay dinero sobre la mesa para que demuestren esto”. Así que ellos, fueron y lo hicieron.
Inevitablemente, cuando los políticos se dedican a respaldar algo, ponen de alguna manera su nombre en ello, está claro que el dinero fluirá.
Ésa es la forma en que funcionan estas cosas e, inevitablemente, empezaron a surgir –puede decirse así– investigaciones, desarrollos, instituciones dedicadas a la investigación del cambio climático; pero poniendo un particular énfasis en la relación entre el Co2 y el cambio climático.
A petición de la Sra. Tatcher, la Oficina Meteorológica del Reino Unido estableció un modelo climático que sentó las bases de un nuevo comité internacional, denominado “Grupo Intergubernamental de Expertos en el Cambio Climático” o IPCC.
Presentaron un primer gran informe que predijo un desastre climático como consecuencia del calentamiento global.
De la conferencia de prensa de estos científicos dos cosas asombraron: la primera, la simplicidad, elocuencia del mensaje y el gran énfasis con el que se presentó. La segunda, el completo olvido de los conocimiento adquiridos por la ciencia climática hasta ese momento, incluyendo –por cierto– el papel del Sol, que había sido el tema principal de una importante conferencia en la Royal Society sólo algunos meses antes.
Pero el nuevo énfasis del Co2 de origen humano, como un posible problema medioambiental no sólo atraía a la Sra. Thatcher…
Era, ciertamente, algo muy favorable para los propósitos de los ecologistas. Propósitos que habría que calificar como “ecologismo medieval”, una especie de “volvamos a como se hacían las cosas durante la Edad Media y deshagámonos de todos estos espantosos coches y máquinas”. Les había encantado porque el Co2 era para ellos el emblema de la industrialización.
El Co2 es claramente un gas industrial, así que está relacionado con el crecimiento económico, con el transporte. En definitiva, con lo que llamamos civilización. Hay fuerzas en el movimiento ecologista que, simplemente, están en contra del crecimiento económico. Creen que es detestable.
Podría ser usado para legitimar un gran conjunto de mitos que ya existían: anticapitalismo, antiautomóviles, anticrecimiento, antidesarrollo y, sobre todo, anti ese Gran Ssatán: los Estados Unidos.
Patrick Moore es considerado uno de los más destacados ecologistas de su generación. Fue cofundador de GeenPeace. El cambio para que el clima fuera el foco principal de atención surgió, señala Moore, por dos razones muy distintas. La primera razón fue porque, mediada la década de los 80, una mayoría ya estaba entonces de acuerdo con todas las cosas razonables que ellos, desde los movimientos ecologistas, estaban diciendo que había que hacer. Ahora bien, cuando la mayoría de la gente está de acuerdo con uno, es muy difícil seguir criticándola.
Así es que, la única manera de seguir siendo anti- sistema era la de ir adoptando posiciones cada vez más extremas. Cuando yo Patrick Moore abandonó GreenPeace estaban montando una campaña para prohibir el cloro a nivel mundial. Entonces les dijo: Chicos, éste es uno de los elementos de la tabla periódica ¿saben? No estoy seguro que sea de nuestra competencia prohibir un elemento de la tabla periódica.
La otra razón por la que surgió el extremismo ecologista fue porque el comunismo fracasó. El muro cayó y un montón de pacifistas y activistas políticos se pasaron al movimiento ecologista, llevando su neomarxismo con ellos. Aprendieron a utilizar el lenguaje verde de una manera muy inteligente para disimular agendas que realmente tienen que ver más con el anticapitalismo y la antiglobalización, que con la ecología o la ciencia.
La izquierda estuvo un poco desorientada, momentáneamente, por el manifiesto fracaso del socialismo, y más particularmente del comunismo marxista, tal como fue puesto en práctica. Por eso aún se mantienen tan anticapitalistas como antaño; pero necesitaban encontrar nuevos adeptos para ese anticapitalismo.
Fue una especie de alianza sorprendente. Desde Margareht Tatcher en la derecha, hasta las ecoizquierdas, ecologistas anticapitalistas. Aquello creó este tipo de “momentum” detrás de una loca idea.
Para principios de la década de los 90 el calentamiento global provocado por el hombre ya no era una excéntrica teoría sobre el clima. Era una campaña política en toda regla. Estaba atrayendo la atención de los medios de comunicación, con el resultado de más financiación gubernamental.
Antes de Bush padre, la cantidad de financiación para la investigación climática y las ciencias relacionadas con el clima era más o menos del orden de unos 170 millones de dólares al año, razonable para el tamaño de este campo, y ahora puede estar rondando los 2000 millones anuales. Un factor de más de 10 y, sí, eso cambió muchas cosas. Es decir, eso son muchos trabajos. Sí, muchos. Trajo a mucha gente que de otra manera no hubiese estado interesada.
Así se desarrollan muchos grupos de gente, cuyo único interés en el campo es que hubiese calentamiento global.
Si yo quisiera investigar sobre, digamos, las ardillas de Sussex, lo que haría –desde 1990 en adelante–, es redactar mi solicitud de fondos diciendo: “Quiero investigar el comportamiento por el que no se aparean las ardillas, con especial referencia a los efectos del calentamiento global”. De esa forma obtengo mi dinero. Si olvido mencionar el calentamiento global, podría no conseguirlo…

*Los datos obtenidos de este artículo pertenecen a una página que ya no existe en la Web.

LECTURA COMPLEMENTARIA
Calentamiento global

http://fraudecambioclimatico.blogspot.com.ar/

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