¿CIENCIA EXCELSA O CULTO TENEBROSO?
por Horacio Velmont
Cienciología puede
devolverte la cordura,
pero los cienciólogos
pueden volverte loco
Los ataques a Cienciología, ciencia que contiene las leyes
de la mente, forman parte de la
imbecilidad humana, porque ¿acaso no es un imbécil aquel que ataca a una ley porque un juez la aplicó mal?
Las leyes que rigen a Cienciología son tan exactas como la ley de gravedad o la
ley de causa y efecto, y solo cuando se las ignora surgen los inconvenientes.
El problema radica, entonces, no en las leyes sino en quienes las aplican.
Decir que Cienciología es un culto tenebroso, por lo tanto, es tan absurdo como
atribuirle lo mismo a la tabla de multiplicar.
Por otra parte, justo es decirlo, todos los cienciólogos son
personas muy éticas, pero lo que sucede es que la ética y la racionalidad no
siempre van juntas…
Muchos confunden a
David Miscavige con Cienciología
CIENCIOLOGÍA TAMPOCO ES RONALD HUBBARD
Cienciología está basada en axiomas científicos,
irrefutables y preexistentes –es decir
que no son patrimonio de nadie– que se demuestran al ponerlos en práctica
porque funcionan. Es algo similar a la ley de gravedad (que siempre existió):
sueltas una piedra y en condiciones normales ésta cae al piso.
Si alguien suelta una maceta
desde un décimo piso y ésta, en lugar de caer al suelo, queda detenida
en el cuarto piso porque había un toldo extendido, ¿quién será tan estúpido
para echarle la culpa a la ley de la gravedad?
Algo similar están haciendo aquellos que atacan a
Cienciología. Cienciología, en cuanto al conjunto de leyes que contiene, es
inatacable. Lo que sucede dentro de las organizaciones, me refiero a los
problemas humanos que surgen en ellas, son cuestiones que no tiene nada que
ver, reitero, con los postulados contenidos en Cienciología. Sinceramente no sé
cómo ser más claro.
Extremando los ejemplos, a fin de que no queden dudas sobre
el error de atacar a Cienciología, lo brinda el caso de que alguien criticara
las reglas matemáticas de la construcción de puentes por el hecho de que
algunos de ellos se han venido abajo.
Parece increíble, por lo tanto, que aún se siga debatiendo
sobre qué es Cienciología en realidad, si es ciencia o religión, si tiene
oscuros secretos, y toda la lista de disparates que se han dicho sobre ella.
Aunque muchas veces hemos tratado de dilucidar la verdad que
se esconde detrás de tantas opiniones delirantes, es conveniente volver a
referirnos al tema.
La primera aclaración fundamental es que ni Dianética ni
Cienciología fueron creadas por L. Ronald Hubbard, de la misma forma que
Copérnico tampoco creó el sistema heliocéntrico, solo fueron sus descubridores.
En otras palabras, las leyes que rigen a Cienciología y las que rigen al heliocentrismo
existieron siempre porque forman parte de la Creación como las piedras y las
estrellas, como la ley de gravedad y la ley de causa y efecto.
En segundo término, Cienciología, como lo hemos sostenido
muchas veces, no es una religión en el sentido que se le da a esta palabra,
sino lisa y llanamente una ciencia exacta. Hubbard la declaró religión simplemente
para evitar los ataques de la Psiquiatría, que veía que su reinado estaba
siendo amenazado por esta nueva ciencia. En buen romance le estaba vaciando los
bolsillos. Solo funciona como religión en aquellos países donde se la persigue.
En Argentina, por ejemplo, funciona legalmente como asociación civil.
¿Pero entonces a qué se debe todo este debate interminable
en el que parece no llegarse a ninguna conclusión? La respuesta es tan simple y
tan obvia que resulta increíble que nadie la haya encontrado y que ya la hemos
insinuado, y es que hay que separar a Cienciología, como filosofía aplicada, de
Cienciología como conjunto de miembros que la aplican.
Cienciología, como filosofía aplicada, es una ciencia, como
ya señalé, que contiene postulados irrefutables, y la prueba está en que cuando la tecnología se pone en práctica
funciona. Y funciona siempre. Es como la tabla de multiplicar: dos por dos da
cuatro. ¿Dónde está entonces el problema? El problema está en los miembros que
la componen, cabe reiterar. Me refiero a su conducta reprochable, claro está.
En otras palabras, y siguiendo el ejemplo de la tabla de
multiplicar, si ésta se pone en manos de personas que dicen que dos por dos da
cinco, es obvio que el problema no está en la tabla de multiplicar sino en
quienes la utilizan.
Esta confusión entre Cienciología y cienciólogos es lo que
ha llevado a esta ciencia a un debate totalmente absurdo. En pocas palabras,
¿qué tiene que ver Cienciología con sus integrantes? Pues nada, absolutamente
nada. Expresado de otra manera, si los cienciólogos hacen desaguisados, echarle
la culpa a Cienciología parece poco menos que ridículo. Es como echarle la
culpa a la ley de gravedad porque un puente se vino abajo.
Recuerdo una película que se llamaba “Las Grandes
Maniobras”, donde uno de los personajes le decía al otro: “La guerra es una
cosa demasiado sería como para dejarla en manos de los militares”. De la misma
forma, utilizando la misma ironía, podría decirse: “Cienciología es una cosa
demasiado sería para dejarla en manos de los cienciólogos”.
Cuando Hubbard descubrió la tecnología para devolverle al
hombre su cordura (Hubbard la descubrió, no la creó, vuelvo a aclarar),
plasmada inicialmente en Dianética, se dio cuenta de que pasarían mucho años
antes de que los miembros pudieran alcanzar los conocimientos y las habilidades
que él tenía, de modo que tuvo que resignarse y adaptar la técnica a fin de que
pudiera ser aplicada por los que recién entraban en la organización.
Fue algo así como dejar a cargo de simios las ametralladoras
con solo dos o tres lecciones de tiro. No estoy criticando a Hubbard, sino que
estoy señalando que no tenía otra alternativa que proceder así.
Para acotar todo lo posible los errores en la aplicación de
la tecnología, Hubbard detalló minuciosamente los pasos a seguir en las
denominadas “Políticas”. Y estableció penalidades muy severas para aquellos que
se apartaban de ellas. Hubbard sabía bien con los bueyes que tenía que arar…
La razón de esto fue que como la tecnología funcionaba, es
decir, era exitosa siempre, si fallaba no era culpa de ella sino del que la
aplicaba. Esto reducía la búsqueda del problema, ya que se sabía que solo se trataba de un error humano.
El temor lógico de Hubbard era que el procedimiento
dianético o cienciológico se mezclara con otras técnicas, en la creencia de que
más o menos eran lo mismo. Por ejemplo, son muchos los que aún creen que
Cienciología es una especie de Psicoanálisis mejorado. Nada que ver.
Al parecer, Hubbard se dio cuenta de que el hombre tiende a
incorporar al proceso sus propias ideas, incluso cuando todavía no conoce bien
la tecnología que está aplicando.
La rigurosidad de Hubbard tenía otro motivo muy importante:
para que la tecnología funcionara tenía que aplicarse tal cual él la había
diseñado. En otras palabras: “éstas son las reglas para construir un puente,
síguelas al pie de la letra y tendrás una construcción sólida, equivócate y el
puente se vendrá abajo”.
Antes de entrar en Cienciología yo me había psicoanalizado
durante dos décadas, y si bien por un lado fue un obstáculo para lograr rápidos
progresos (el Psicoanálisis es incompatible con Cienciología), por el otro me
sirvió para darme cuenta de que la nueva ciencia estaba brindando las pautas de
por qué el Psicoanálisis era ineficaz. También me di cuenta de que mis
conocimientos de Psicoanálisis me hacían comprender mejor a Cienciología (“para
evaluar un dato se necesita otro dato de la misma magnitud”), algo que no sucedía
con los otros cienciólogos que jamás se habían psicoanalizado.
Dentro de la organización, si bien es cierto que por un lado
yo resolvía perfectamente mis problemas con la auditación y los cursos, por el
otro tenía grandes encontronazos con mis compañeros, que muchas veces
interpretaban cerradamente (quiero decir “demasiado literalmente”) las
indicaciones que Hubbard había dejado escritas en sus Políticas. Es algo
similar a que un juez aplicara estrictamente el texto de la ley en lugar de
interpretarlo racionalmente, lo cual puede conducir a verdaderos disparates.
No quiero detenerme en explicar estos encontronazos, pero sí
por lo menos mencionar uno de ellos. Hubbard decía, por ejemplo, que “Nunca,
nunca, nunca, se debe interrupir al estudiante en la Academia”. La
interpretación que hacían de esta regla era que “nunca es nunca”, por lo que no
había que interrumpirlo ni siquiera que se le esté incendiando su casa o su
madre se esté muriendo porque la atropelló un colectivo y los cirujanos lo
estaban esperando para que firme la autorización para operarla.
En este sentido me di cuenta de que los cienciólogos tenían
muchas dificultades para interpretar correctamente las políticas de Hubbard y
por eso llegaban a conclusiones tan absurdas. Obviamente, en el caso de “nunca,
nunca, nunca” Hubbard estaba destacando la importancia de no interrumpir al que
estudia, por lo que no debía hacérselo si no se trataba de una emergencia
insuperable.
En una ocasión en que mi hija estaba estudiando en la
Academia, yo la había ido a buscar porque teníamos que hacer una diligencia
importante y no me autorizaron a llevármela hasta que no terminara la hora de
estudio, decisión con la que me complicaron todo el día. Y tengo cientos de
anécdotas similares. Estas cosas obviamente exasperan los ánimos, pero nunca me
motivaron para hablar mal de Cienciología. Hubiera sido totalmente absurdo que
lo hiciera.
Existen pruebas a la vista de lo que digo porque es
fácilmente demostrable. Todo el que habla mal de Cienciología, si estuvo dentro
de la organización, es porque existió algún problema con otro u otros
cienciólogos, nunca con la tecnología. Y de ahí el error, porque debieran
hablar mal, en todo caso, de sus problemas con otros miembros de Cienciología,
no con Cienciología en sí.
Por otra parte, quienes han atacado a Cienciología y nunca
estuvieron dentro de la organización ni siquiera para hacerse un test, lo han
hecho siempre refiriéndose a la conducta personal de Hubbard y nunca a la
técnica. Esto es un total disparate porque ¿qué tiene que ver Hubbard como
persona, que quizás puede haber sido un hombre imperfecto en su vida privada,
con la tecnología que desarrolló?
¿Qué podríamos pensar de un crítico que hablara mal de las
ejecuciones de un concertista de piano basándose en que tiene dificultad para
utilizar los cubiertos? Así de disparatada es la cosa…
Cuando nosotros necesitamos, por ejemplo un médico, acudimos
a él teniendo en cuenta la tecnología que aplica, no por su conducta en su vida
personal, que incluso con toda probabilidad desconocemos. Es más, a veces ni
siquiera estamos seguros de cómo se llama el médico que nos atiende. Y nos
basamos para evaluarlo por los resultados de la técnica que aplica, no por cómo
es él afuera del consultorio.
De la misma forma, criticar una tecnología atacando
arteramente a quien la desarrolló, en lugar de explicar detalladamente por qué
no sirve, es un disparate de marca mayor. Simplemente no tiene sentido. Y
reitero, pueden buscarla hasta el agotamiento que no van a encontrar jamás una
sola crítica a la tecnología de Dianética o de Cienciología, sino solo a
Hubbard como persona, y siempre inventándole defectos que jamás tuvo.
En conclusión: ¿Es criticable Cienciología en cuanto a
filosofía aplicada? La respuesta es que no, en absoluto. ¿Son criticables los
cienciólogos que con su comportamiento han comprometido a la institución? La
respuesta es sí, absolutamente. ¿Es un disparate, entonces, confundir a la
institución con sus miembros? Sí, por supuesto.
La inmensa mayoría en todo el planeta que ha utilizado la
tecnología desarrollada por Ronald Hubbard y plasmada en Dianética y
Cienciología ha resuelto infinidad de problemas que ninguna otra tecnología iba
a poder solucionar. Por los pocos que han tenido problemas en la organización,
no con la tecnología sino con otros cienciólogos, que es casi seguro que ellos
mismos han provocado o simplemente no han sabido resolver, quizás por algún
malentendido, no se puede juzgar a la institución en sí. Cienciología sirve,
pero los cienciólogos no siempre.
Y ésta es toda la historia de los ataques a Cienciología,
quedando la duda de que quizás los que la atacan saben que la tecnología
funciona y como no la pueden criticar en base a ella aprovechan para hacerlo
indirectamente criticando a su fundador. Y lo mismo vale para aquellos,
especialmente psiquiatras, que han criticado a Cienciología atacando a Hubbard,
pero sin tener la menor idea de su tecnología.
Y yo desafío a cualquiera que ataca a Cienciología que me
demuestre que la tecnología desarrollada por Hubbard no funciona. Hasta ahora,
en más de medio siglo de su existencia, nadie lo ha hecho.
NOTA ADICIONAL DE HORACIO VELMONT
En todo el planeta. como ya señalé, existen miles de
organizaciones de Dianética y de Cienciología y millones de personas que han
resuelto muchos de sus problemas con la tecnología desarrollada por L. Ronald
Hubbard, siendo ínfima la cantidad de personas las que por una razón o por otra
no han logrado beneficiarse. Habría que analizar en cada caso las razones, que
nunca pueden deberse a la tecnología, sino a su errónea aplicación o a
problemas con otros cienciólogos, que son harina de otro costal.
Voy a relatar uno de los problemas que tuve con la
organización –no con Cienciología, aclaro– por la que fui echado. Resulta que
me llevé un libro de Hubbard para leerlo en casa, obviamente sin intención de
robármelo, pero violando la regla de que tenía que haberlo pedido prestado, con
lo que no había ningún problema.
Pero sucedió que en el interín todos los miembros tuvimos
que pasar por el E-Metro, que si bien no es un detector de mentiras sino un
detector de “cargas negativas” sirve como tal, y resultó que la aguja del
cuadrante se movió cuando el auditor me preguntó si tenía en mi poder algún
material de la organización.
No es necesario que yo respondiera nada porque el aparato lo
indica automáticamente, y en este caso el aparato señaló que sí. En ese momento
yo no supe que el aparato me había delatado. Aclaro que este chequeo es
rutinario en las organizaciones de Cienciología, ya que el cienciólogo tiene
que ser alguien muy ético.
El caso es que al día siguiente concurrí a la organización y
mi casillero no estaba. ¡Me habían echado! Para volver a entrar tuve que hacer
lo que se llama un “manejo de ética”. Me dieron una planilla en la que había
que buscar definiciones, siendo una de ellas “deshonestidad”.
Cuando ví esto, realmente me enojé y me fui de la
organización considerando injusto que se me llamara deshonesto solo por haberme
llevado un libro prestado sin pedir permiso.
A los dos meses me llamaron de la organización preguntándome
que me sucedía. Se los expliqué y me respondieron: “La definición pedida sobre
honestidad no está prevista individualmente, sino que está impresa y se les
pide a todos en general”.
Esto se llama “malentendido devastador”, pues yo creía que
esa definición me la habían pedido a mí en particular. En otras palabras volví
a la organización. Si no me hubieran llamado para averiguar qué me sucedía yo hubiera seguido fuera de la
organización simplemente por un malentendido mío.
Estos problemas de malentendido son comunes en la
organización. Desde ya que en ningún momento hablé mal de Cienciología ni
tampoco la había abandonado porque la tecnología no funcionara. En realidad yo
era el único culpable, no la organización.
Quien ha leído esto ya podrá imaginarse los problemas que
pueden surgir en las miles de organizaciones de Cienciología en todo el mundo,
pero siempre se tratará de problemas humanos porque, reitero, la tecnología
funciona siempre como un reloj. Dos más dos siempre serán cuatro, por más que
alguien de pronto se le ocurra que son cinco. ¿Se entiende a qué me refiero?
En uno de los casos que me tocó atender como auditor fue el
de una mujer que había sido violada. Tenía el test totalmente bajo a causa de
la depresión. Ya con la primera auditación el test subió y la depresión le
desapareció. La técnica dianética, que es muy sencilla, hizo que desapareciera
la carga del incidente, que era lo que le provocaba la depresión. Dianética no
borra el recuerdo de lo sucedido, sino que le elimina el dolor físico y
emocional. Lo sucedido, entonces, pasó a formar parte de las experiencias
comunes de la vida y ya no le iba a causar ningún trastorno. Los recuerdos no
son aberrativos: solo lo son cuando contienen carga.
Yo personalmente he visto cómo la tecnología, bien aplicada,
siempre funciona. ¿Cómo entonces voy a criticar a Cienciología o a no
defenderla si los problemas que he tenido dentro de la organización siempre se
debieron a disputas con los otros cienciólogos y nunca sobre la bondad de la
tecnología, que tanto me ha servido y me sigue sirviendo en el diario vivir?
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