domingo, 5 de octubre de 2014

La Historia Falsificada De Jesús

por Horacio Velmont


La mentira no siempre tiene patas cortas como dice el refrán, porque ha transcurrido un par de milenios antes de que la verdad salga a la luz. Me estoy refiriendo a la vida de Jesús el Esenio.
Los historiadores han dicho la verdad cuando afirman que desde el punto de vista histórico Jesús no existió. Efectivamente, cuando uno investiga no encuentra referencias a ningún Jesús que haya hecho los milagros que se les atribuye ni tampoco que haya sido crucificado y todo lo demás que se cuenta en la Biblia o también en las películas que dan por cierto esos hechos.
A la pregunta si Jesús existió, la respuesta es un categórico sí. ¿Hizo milagros? Bueno, digamos que milagros no porque ellos no existen, pero sí hechos extraordinarios, por lo menos para su tiempo, y por eso hablaba de que nosotros seríamos capaces de hacerlos más grandes aún.
Cuando hablo de la existencia de Jesús no me estoy refiriendo a la Biblia, porque los textos bíblicos que hablan del Maestro se escribieron muchos siglos después y su figura fue inventada tomando ejemplos de muchos mitos antiguos. El Jesús bíblico, por lo tanto, nunca existió.
¿Cómo se puede saber que verdaderamente existió una personalidad así? Bueno, la respuesta es porque los documentos de su existencia se han mantenido ocultos para evitar que fueran destruidos como lo fueron muchos de ellos.
Esta destrucción es precisamente la verdadera razón de que la vida de Jesús no conste en los registros históricos.
Téngase en cuenta que en tiempos del Maestro no existían los medios de escritura masivos que hay ahora. Cuando Jesús hablaba a la gente, los escribas que seguían a Jesús eran quienes anotaban todo lo que él decía.
Pero resulta que Herodes los perseguía destruyendo los escritos a fin de que no quedaran rastros de sus enseñanzas.
Compárese aquella época con la nuestra. Ahora, la existencia de cualquier persona queda registrada en los diversos medios de comunicación e inclusive en Internet. Y todos sabemos que cuando se sube una página a la Red, dicha página, si es interesante, es repetida casi hasta el infinito por los usuarios.
Si viviera Herodes en esta época, ¿cómo haría para suprimir las enseñanzas de alguien que las subiera a la Red? Esto lo menciono para que se pueda apreciar con qué facilidad se pudo eliminar de la historia al Maestro Jesús.
Pero como decíamos al principio, si bien a veces la mentira no tiene patas cortas, igual al final la verdad se abre paso.


Digamos, en este sentido, que está llegando el momento en que se desclasifiquen –utilicemos esta palabreja que viene bien al caso− documentos referentes a la vida de Jesús porque la época está propicia para ello. Me refiero al libro “La Biblia III, testamento de todos los tiempos”, recopilación hecha por Ramiro de Granada, y “Alcanzando la inmortalidad”, de Gabriel Silva.
Salen a la luz por dos motivos: primero porque “los tiempos han llegado” y segundo porque estos documentos no podrán ser destruidos como hizo Herodes y muchos otros posteriores a él para que no se supiera la verdad.
El libro que más nos revela sobre Jesús es “El Evangelio de Nerón”, que está incluido en La Biblia III. Este libro sorprende, en primer lugar, porque el Evangelio recopila hechos la vida de Jesús, de sus hechos extraordinarios y de su verdadera muerte, y en segundo lugar, también nos revela que Nerón no fue en absoluto el sanguinario emperador del que nos hablan los libros de historia porque que era cristiano y, como tal, seguía la doctrina de Jesús de amar al prójimo.
En este Evangelio Nerón nos habla de un Jesús muy distinto del que nos han presentado las Iglesias y las películas.


Con toda naturalidad el Evangelio de Nerón nos dice que Jesús era un guerrero de la Luz, no una oveja mansa que cuando le pegaban en una mejilla ponía la otra. Si alguien se atreviera a pegarle a Jesús en una mejilla, con toda seguridad se arriesgaba a perder una oreja, porque el Maestro era muy diestro con la espada y no se andaba con miramientos ante la alternativa de defender su vida.
Por supuesto que estoy exagerando un poco porque Jesús no era violento, y no necesitaba matar a nadie para defenderse porque sabía cómo hacer para hacer que no pudieran percibirlo, pero quiero dar a entender que no era ningún mojigato ni la oveja sumisa que nos han querido presentar.
Piénsese en que Herodes había instituido una fuerte recompensa para quien lo matara. ¿Y cómo podría haber evitado su muerte si constantemente sus secuaces lo acechaban para matarlo y así cobrar la recompensa?
Es inevitable pensar en que por lo menos haya debido herir a algunos para defenderse. Jesús defendía su propia vida como un importante valor y eso es lo que les enseñaba a sus discípulos.
Había una razón poderosa para que creyéramos que Jesús era un ser lleno de mansedumbre al punto de dejarse crucificar para no levantar la voz contra sus victimarios en una especie de acto de abnegación.
La clave está en que los pastores necesitan ovejas dóciles para poder manipularlas. De modo que si las ovejas empezaran a rebelarse y a pedir explicaciones de por qué se las trasquila y después se las lleva al matadero, ya deja de ser negocio el criarlas.
¿Qué hace, entonces, el pastor? Pues las convence de que las ovejas rebeldes irán al Infierno y las mansas al Paraíso. Y como las ovejas son muy estúpidas, le creen al pastor con facilidad y así se dejan trasquilar y matar.
Ésta es la razón de que en la Biblia, en el episodio en que uno de sus discípulos le pregunta a Jesús cómo tiene que reaccionar si le pegan en una mejilla, en lugar de anotar la verdadera respuesta: “¿Tú, que tienes una espada pronto para ser utilizada, me preguntas eso?”, le hacen decir todo lo contrario: “Si te pegan en una mejilla, pon la otra”.
¿Cómo es que no nos hemos dado cuenta de que este asunto de la mansedumbre era solo una trampa para que no nos rebelemos?
Pero la trampa más grande fue el invento de la crucifixión. Jesús fue condenado a muerte por Herodes, eso es cierto, pero nunca pudo llevar a cabo su sentencia por dos razones: la primera, porque nunca se dejó atrapar, y la segunda porque estaba protegido por Roma.
¿Protegido por Roma? Pues así es, y la razón radicaba en que Jesús pertenecía a la misma organización que sus padres –José, un importante constructor, y su madre, una virgen vestal−, es decir, al de los Esenios.
Los Esenios eran un grupo muy ético que Roma apreciaba porque compartían los mismos ideales, por lo menos en las primeras etapas del Imperio. Es falso lo que se ha dicho del Imperio Romano y de sus emperadores, pues era hombres muy sabios y dignos.
Además, ¿cómo podría Roma permitir que Jesús fuera crucificado nada menos que por Herodes, un ser al que despreciaban por sus vicios y su crueldad, si el Maestro tenía amistad con Poncio Pilatos y éste era incluso devoto discípulo de él lo mismo que el emperador Tiberio?
Incluso la historia del lavado de manos fue tergiversada para hacer creer que Jesús fue verdaderamente torturado y crucificado.
Cuando los hebreos acudieron a Pilatos con argumentos contra Jesús para que éste lo crucificara o lo pusiera en manos de Herodes, Poncio los citó para más tarde, momento en el cual, según les dijo, daría a conocer su decisión.
Pero en el ínterin Jesús partió hacia la Galia con su esposa María Magdalena y varios discípulos, protegidos todos por una escolta de soldados proveídos por el propio Pilatos.
Cuando los hebreros acudieron más tarde a la cita, Poncio les dijo que él ya no podía hacer nada porque Jesús había partido para Occidente y, como prueba de que lo que decía era verdad, se lavó las manos.
El lavado de manos no fue en absoluto como cuenta la Biblia, o sea, un acto de cobardía dejando que los hebreos se llevaran a Jesús para ser puesto en manos de Herodes, sino un acto de dar fe, como hacen en la actualidad los escribanos cuando certifican que lo que está en el acta es verdad y que le consta porque él mismo lo presenció.


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