“Como arriba es abajo, como abajo es arriba”
Hermes Trimegistro – El Kybalión
Esta
segunda ley universal explica cómo la Unidad Mental del Universo, explicada en
el primer principio, se expresa en una multiplicidad de formas de vida, y sin
embargo conserva en cada individualidad, aparentemente separada de esta Unidad,
el germen, la memoria o estructura básica de su origen. Esto quiere decir, que
por más pequeño y denso que sea un Ser, siempre guardará similitud funcional,
una especie de organización repetitiva, con aquellos Seres superiores a él que
intervinieron en su existencia.
La
creación se desenvuelve progresivamente desde La Fuente Única hasta sus
múltiples manifestaciones sin perder así su esencia vital. Toda criatura del
Universo conserva la “imagen y semejanza de su Creador”.
El
ejemplo más actualizado de esta ley, tomado de los re-descubrimientos científicos,
es la descripción del fenómeno “fractal”, en el cual cada especie o unidad
posee en sus propias estructuras básicas la misma organización geométrica y
matemática de dicha unidad. Esto puede observarse con nitidez en los árboles
observando su crecimiento o mirando simplemente como las hojas conservan la
misma forma de toda la estructura en su conjunto.
Esto
significa que en lo más pequeño se puede observar lo grande y viceversa; lo
superior se ve reflejado en lo inferior, lo invisible en lo visible. La
Correspondencia nos muestra esa relación de parentesco, esa marca ineludible,
que todo Ser o creación guarda de su antecesor. Basta con mirar la
configuración de una galaxia para ver en ella la imagen de nuestras propias
“galaxias interiores”, ese conglomerado de células que se entretejen en bellas
y organizadas unidades–órganos dentro de nuestro cuerpo físico-; o ver en un
sistema estelar el mismo orden que mantiene un átomo.
COMPARACIÓN ENTRE UNA HOJA, LA CIRCULACIÓN SANGUÍNEA Y UN MAPA HÍDRICO
Es
evidente que en esta labor, la Naturaleza es una verdadera experta en copiar
figuras y esquemas, obedeciendo una orden sabiamente definida por el Gran
Arquitecto.
Los
Seres Humanos, imbuidos en esta coherente repetición de esquemas, no escapamos
a esta ley. Cuando mencioné anteriormente que tenemos el potencial de construir
nuestro microuniverso, hacía alusión a la correspondencia que existe entre nuestro mundo personal y el Universo,
pues para ambos rigen las mismas leyes.
En
una antigua ciudad llamada Delphos reza en una pirámide la siguiente
inscripción: “Conócete a ti mismo y
conocerás al universo y a los dioses”. Esta sabia frase nos brinda una
clave acerca del estudio de la Naturaleza y sus orígenes, a partir de la
observación de nuestra constitución humana, y viceversa. Cuando el Ser Humano
descubre que no sólo posee una materia densa, encuentra que “eso invisible” que
anima su cuerpo proviene de “algo invisible” que también da vida al Universo.
De la misma manera, al observar la Naturaleza, el humano descubre cómo pueden
funcionar sus propios mundos interiores, tanto materiales como energéticos[1].
Sin
embargo, a lo largo de los últimos milenios en los cuales la humanidad ha
mantenido en la trastienda la verdad que encierra esta ley, venimos atravesando
un largo ciclo de alejamiento de la sabiduría alojada en la Naturaleza; una
clara desconexión con el Universo que mantiene su indivisibilidad gracias a
estas dos primeras leyes.
Las
consecuencias de este “olvido” de cierta manera las conocemos todos: una
evidente desarmonía interior y exterior, una falsa separatividad que genera
enfermedad, conflicto y destrucción. Aún así, bajo estos aparentes males se
esconde, como veremos más adelante, el germen de la sanación humana.
El
recordar esta ley es, entonces, una necesidad imperiosa para la transformación
humana. Recordar que nuestro cuerpo refleja los estados del alma y que el alma
se expresa en el cuerpo permanentemente, es entender a nivel humano este
principio. Darnos cuenta que nuestra forma de ser, de actuar, de sentir y de
vivir, afecta a otros Seres y al Mundo, es comprender el hilo de
correspondencia que nos hermana.
Cuando
algunos psicólogos nos hablan de que la vida es un espejo nuestro y nosotros somos
también espejo de otros, se refieren, quizás sin saberlo, a este principio.
Cuando la ciencia médica abre sus puertas a la sanación interior para ayudar a
nuestra parte física, está siguiendo la ruta que enseña esta ley. Estamos pues,
en un momento crucial de cambio donde este arcano conocimiento vuelve
nuevamente a abonar los vacíos de lo que hasta ahora el Ser Humano no había
comprendido; pues, gracias al estudio y aplicación de esta ley, los falsos límites que nos separan por dentro
(cuerpo-mente) y por fuera (relaciones humanas), se podrán romper al fin, para
detenernos a contemplar la verdad de que Todos somos Uno.
[1]
La diferenciación entre materia y energía se realiza acá para mayor comprensión
del lector, a pesar de que el Kybalión, y recientemente la ciencia actual,
reconocen que no hay diferenciación real entre ambos, ya que la materia es
energía densificada.
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