martes, 30 de septiembre de 2014

Ley de Causa-Efecto


“Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a una ley no conocida; hay muchos planos de causalidad, pero nada escapa a la Ley”
Hermes Trimegistro – El Kybalión


Esta ley, conocida en oriente como la Ley del Karma, y cuya reinterpretación en occidente ha dado lugar a explicaciones, a veces superficiales, sobre las razones que causan las experiencias del ser humano, es una ley que simplemente hace alusión a la lógica de la naturaleza en la cual no existe cosa alguna que no tenga su origen. Por lo tanto esta ley aclara la inexistencia del azar o de la casualidad y atribuye esta manera común de explicar los fenómenos o sucesos a la ignorancia e incapacidad del ser humano de entender o visualizar los múltiples mecanismo de la vida en su profundidad.
De esta manera todo lo que no hemos logrado dilucidar de manera racional no pasa de ser otra cosa que un simple vacío de conocimiento con respecto a las misma leyes universales, las cuales debidamente estudiadas podrían aclarar todos los misterios del Universo. Los milagros, los fenómenos para normales, las vivencias dolorosas inexplicables y muchas otras cosas no resueltas por nuestra cuestionadora razón, podrían iluminarse bajo la simple aceptación de nuestra limitada condición humana y el reconocimiento de verdades superiores a las que debemos ser dignos de acceso.
El Ser Humano por lo tanto está llamado a trascender progresivamente los niveles cada vez más complejos y sutiles en los cuales esta ley universal se aplica hasta convertirnos más en generadores de causas que en supuestas víctimas inconscientes de efectos ajenos a nuestra comprensión. Esta es la propuesta del hermetismo para la aplicación consciente de esta ley: conocer cuáles son los móviles por los cuales nos encontramos aquí, cómo llegamos a ser lo que somos y conocer las acciones que nos llevan a experimentar el dolor y el placer y las que nos llevan por encima de tal polaridad para conocer nuevas y mejores realidades.
Esta ley nos obliga a ver alrededor el impacto de toda acción, no solo propia sino también de otros, así como la realidad que creamos constantemente tanto a nivel individual como en conjunto con otros –los efectos de las acciones del colectivo humano-. Esta toma de consciencia no puede estar, aislada por lo tanto, entre las partes de la sociedad, sino verse en relación a la influencia ejercida sobre los demás. De ahí que sea importante vernos como reflejos permanentes de nuestro mundo exterior y viceversa, pues esta ley nos ayuda a ver que la separatividad y el egoísmo son una ilusión en cuanto todas nuestras acciones están unidas a otras en una interminable red de causas y efectos, que se convierten en causas de nuevos efectos en una cadena que fluye en cada segundo de la vida.
Pero la gran mayoría de los seres humanos actúa sin darse cuenta de la fuerza de esta ley al punto de dejarse arrastrar por la oleada de efectos que otros generan por mera inmersión y aceptación de una realidad distorsionada o por repetición automática de lo que la gran masa realiza, bien sea por educación, marcas de la herencia o simple sugestión, sin cuestionarse la dirección o los efectos que puedan producir. Así, los círculos de causa-efecto se repiten una y otra vez sumiéndonos en un estancamiento evolutivo deplorable.
Cuando un ser humano decide despertar ayudado por la comprensión de esta Ley, se convierte en dueño y señor de sus actos, ya que comienza a tomar verdadera responsabilidad de sus consecuencias, asume su presente, lo confronta y evita repetir los mismos desaciertos que lo han desviado de su natural y más elevado Destino. Así esta ley empieza a aplicarse o manifestarse de manera positiva, los frutos o resultados que obtengamos serán cada vez más dulces y no tan amargos y eso será la señal de nuestro bien obrar. Ya lo decía el Maestro de maestros: “Por sus frutos los reconoceréis”, haciéndonos ver que la integridad humana es reconocida no por las palabras y las actitudes, sino por la realidad vital que cada uno de nosotros haya logrado crear, los efectos visibles de nuestra acción en el ahora.
De esta manera nos vamos alejando del aparente determinismo que nos agita como viento huracanado debido a los movimientos invisibles de las leyes y nos vamos acercando al Libre Albedrío, derecho de todo ser capaz de mover el barco de su vida en la dirección correcta usando estos “vientos” a su favor. Este progreso representa la verdadera liberación de nuestras propias ataduras internas y externas, sin olvidar que el comienzo de toda libertad real comienza en la elección consciente de aquello que nos eleva y no nos suprime, de integrar nuestros deseos, razones y necesidades a los Principios Espirituales y no a las meras conjeturas y opiniones sin fundamento de un sistema, una colectividad, una persona o una mente centrada en la mera supervivencia. Los siguientes artículos pretenden ser una guía para identificar el sustento de nuestras elecciones y dirigir la mirada a lo imperecedero.

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