miércoles, 10 de diciembre de 2014

Meditación Psicológica (Parte 1)



Como habíamos anunciado en pasadas oportunidades, ampliaremos cada uno de los niveles que proponemos de meditación.
Si bien en todos los niveles, los principios trinos que nos deben asistir (Inteligencia, Voluntad y Amor) nos guían en todos los procesos de preparación, aplicación y desarrollo de cada meditación, en este primer nivel la principal guía es nuestra Inteligencia, ya que esta nos permitirá la finalidad primera de esta meditación que es el “Aprender a Ver”, para la cual debemos despertar progresivamente varias habilidades relacionadas con la mente y el sano ejercicio del Discernimiento.
Algunos autores subdividen este tipo de meditación más relacionado con nuestro ego o personalidad en varios tipos: La meditación que es instintiva, intuitiva o de conexión innata del hombre con la naturaleza, la meramente intelectual o reflexiva, propia de las personas creativas que “piensan y no son pensados” y la analítica autoperceptiva que es el trabajo más importante de esta meditación psicológica, cuyo objetivo es alcanzar a vernos clara y objetivamente a nosotros mismos, como apoyo a la Depuración Psicológica o Catarsis. En este nivel trataremos de englobar estas formas de meditar pues actúan en conjunto y a veces de manera simultánea.
Hemos mencionado ya de comenzar a entrenar la mente en el autoconocimiento y la capacidad de ver la realidad que nos rodea a la luz de la Inteligencia. La razón como hemos dicho de que este sea el comienzo de nuestra trascendencia, es porque no es posible para un humano mortal como nosotros pretender acceder a lo sagrado, a la Fuente o Dios, como le llamemos, sin conocer primero nuestro Yo básico y especialmente, aquello que nos aleja de esas realidades superiores. Nuestra tarea en este nivel, es entonces despertar a ese “observador silencioso” o Mente Testigo que está siempre presente y que no “sentimos” a causa del intermitente ruido de nuestra legión de voces interiores disonantes que nos hablan y hablan por nosotros: los roles, parásitos, monstruos o demonios internos de los que tanto hemos hablado.
Para ello nos preparamos aprendiendo a enfocar nuestra atención en cosas elementales como primer medida: Objetos, sonidos, imágenes internas, colores, frases, “decretos” y nuestro propio cuerpo, con lo cual logramos un anclaje en el Presente. Luego de descubrir ese “otro”, que parece salido de nosotros mismos, pero que está dentro nuestro y puede ver la película de nuestros pensamientos circulares o fijaciones, de nuestras emociones que se agitan como mar incansable y puede visualizar cómo ha sido nuestra actitud en la vida o en un día o un momento específico, entonces nos permitimos Ser ese observador, o más bien, nos damos cuenta que nuestra Alma es justamente nuestra identidad divina que no juzga, que vigila, nos dirige y lo más importante: es la fuente de nuestras más elevadas cualidades. A continuación miraremos estas tres fases: Enfoque, Observación e Identificación con más detenimiento.


Enfoque: Preparando la mente



Una de las fallas más comunes al intentar el ejercicio de la meditación es que no sabemos manejar nuestra mente básica. Nuestra Mente Superior, propia del Alma es la fuente real de las Inspiraciones más elevadas y Conocimientos superiores que tenemos; sin embargo esta energía se refleja en nuestro ego como una herramienta más densa o concreta: la Mente básica o inferior: llamada por los orientales la “mente de deseos o egoísta”, ya que en esta esfera, la energía mental se convierte en un vehículo para la activación del sistema nervioso central, el “disco duro” de nuestra computadora biológica y “aterriza” aquellos ideales, imágenes inspiradoras, conocimiento ancestral, al mundo de la cotidianidad a través de operaciones básicas como la interpretación, la clasificación, la división, el ordenamiento, la deducción y el entendimiento de las experiencias adquiridas y de las percepciones sensibles del mundo físico. Es esta mente concreta o básica, la que nos permite estar atentos a nuestra realidad inmediata para tomar decisiones sobre nuestras impresiones. Es quien elabora conceptos, justificaciones, explicaciones y nuevas ideas para entender la realidad y reconstruirla, cuando creamos nuestra propia interpretación de ella. Nos permite crear ideas nuevas y reformular nuestros aprendizajes.
Sin embargo, en una gran parte de la humanidad actual, estas habilidades se encuentran sofocadas o atrincheradas, no solo por el efecto de las emociones densas que tienen un poderoso control sobre ellas, sino también por el ambiente en el cual hoy en día se desarrolla, desde nuestra propia infancia: un medio social que nos atiborra de creencias y no de certezas espirituales, de información engañosa y distorsionada, y de preceptos moralistas cargados de rechazo y discriminación. Esta pequeña mente, a lo largo de toda una vida, se ha “atiborrado” de indigesta comida racional producto de una sociedad desintegrada, donde prevalecen intereses espurios y abunda el miedo dominante de toda acción humana.
En medio de esta selva y en conjunto con un mundo interior poco luminoso a causa del miedo, del apego y del rechazo que nos domina, esta pequeña mente se encuentra enmohecida, subutilizada en el mejor de los casos o tremendamente dormida. Es manejada por la corriente de pensamientos ajenos, de las opiniones de parientes, amigos y expertos, de la moda social del momento, de cualquier información que caiga en ella, menos por nosotros mismos. Por eso la primera acción es recobrar el poder de pensar de verdad y una vez recuperado esto proceder al acto de pensar en sí mismo.
En lo primero no nos extenderemos ya que el mero ejercicio de leer estas páginas y de investigar acerca de esas verdades que nos oculta el sistema es señal de que nos hemos atrevido a cuestionar “lo establecido, lo oficial”, aunque no deja de ser importante señalar que quien busca la trascendencia no debe dejar jamás el ejercicio de profundizar en los hechos de la historia humana, en el funcionamiento del mundo y en esa amarga realidad que el humano mortal vive actualmente. Solo así comienza el verdadero despertar de conciencia. No es posible, entonces, acceder a una espiritualidad sin haber abierto los ojos y haber sacado el velo del engaño masivo en el que estamos todos.
Cuando investigamos y “no tragamos entero” lo que nos dicen, sino que pasamos toda información por el tamiz de la razón, el sentido común, en conjunción con nuestra intuición y nuestras experiencias personales, nos encontraremos progresivamente haciendo lo segundo: Pensar por nosotros mismos. Tener criterio propio. Crear nuestro camino.
La meditación psicológica al comienzo implica ser capaces de ser cada vez más objetivos y diferenciar las cosas como son de aquellas que nos parecen, las cuales a menudo son producto de nuestros roles que buscan hacernos creer que todo anda bien en nuestro mundo interior, que somos “felices” a pesar de…, incluso que no tenemos defecto alguno o somos tan espirituales que todo nos resbala. Un espejismo que solo nos sirve para evadir la realidad, como ya se ha mencionado en otro artículo. (Ver: “Falsa espiritualidad: ¿Evadimos nuestra realidad?”)



Este primer paso nos entrena para agudizar el sentido de la observación atenta, esos detalles de la cotidianidad que se nos escapan. Si hemos ya realizado el ejercicio de ser críticos (no pesimistas), con el mundo exterior, también nos será fácil observarnos con sano juicio al interior. ¿Cómo ir logrando esta atención centrada?. Focalizándola inicialmente en cosas concretas y luego en cosas cada vez más abstractas.
Para las personas que no tienen esta habilidad de concentrarse fácilmente en algo, es esencial realizar varios ejercicios que los lleven a aprender a focalizar la atención: desde sentarse a observar un paisaje, luego mirar un lugar específico u objeto de ese paisaje; luego usar elementos geométricos o un punto en la pared, luego visualizar esas figura al interior, o un color determinado, preferiblemente el violeta, luego prestar atención al cuerpo parte por parte, observar la respiración, hasta lograr percibir la energía pránica. Algunos incluso imaginan y ponen atención a cada uno de sus chakras. Todos estos ejercicios que adaptamos o recomendamos en nuestras sesiones de Orientación, pueden realizarlas cada persona de acuerdo a su conocimiento y lo que siente más útil para él.
Otro ejercicio muy importante y que es el comienzo mismo de la segunda fase de Observación, es el aprender, desde el enfoque, a estar presente en cada acto físico que se realice, como bañarse, comer, cocinar, limpiar…Cada día de nuestra vida el solo hecho de traer la mente de vuelta a nosotros para que ella no se disperse en pensamientos infructuosos del pasado o en fantasías de un desconocido futuro, ya es un comienzo vital para el que aspira llegar a despertar el observador como paso siguiente.
Si la persona tiene facilidades para concentrarse y atender con cuidado todas o la mayoría de sus acciones cotidianas o un asunto en particular, es necesario que evalúe si no presenta el otro extremo del mal manejo mental, la otra cara de la moneda: la fijación obsesiva.
Cuando la tendencia que existe es la del “pensamiento circular”, el mal hábito de usar la mente como medio para “alimentar” de manera continua, recuerdos, generalmente negativos, del pasado, o ideas repetitivas sobre algo o alguien, así como los temores sobre “lo que puede pasar”, estamos ante una fijación, que no tiene nada que ver con concentración consciente, sino de otra manera que usan nuestros roles para mantener viva la emoción densa que los mantienen vivos. El miedo como fondo común suele ser la comida predilecta de roles de fracaso, inseguridad, culpa, resentimiento, etc., que “obligan” de manera inconsciente a la mente a recrear una y otra vez los sucesos de dolor, las palabras que nos hirieron, las acciones que desaprobamos, las “mentiras” que no aceptamos, los pensamientos de derrota y los hechos que interpretamos como señales de un “mal” futuro. Usamos la mente para crear en su peor sentido, sin dirección y sin límite, los pensamientos “maleza” que asfixian nuestras ideas positivas y la verdad de lo que somos y lo que nos sucede.
En estos casos es muy importante el aprender a frenar el ruido interior, usando los ejercicios señalados, por ejemplo, dejando pasar todos los pensamientos que se presenten –como palomas que revolotean, se asientan y se van-, y continuar con la focalización de la atención. Centrar la atención en la respiración, imaginar que tenemos un radio encendido adentro y tenemos el poder de apagarlo y continuar el ejercicio elegido, prestar atención a los sonidos externos sin juicios desarrollando la capacidad de contemplación, etc. son solo algunas de las recomendaciones para vencer las fijaciones. Obviamente, en los momentos en que nos encontramos con las situaciones confrontadoras y en cuanto nos descubrimos en aquella fijación mental, es muy útil detener nuestras acciones, respirar, hacer el “apague” mental y soltar el pensamiento en cuestión para luego retomar la actividad que se está realizando con más presencia y concentración.
Cada persona es un mundo y de acuerdo a como la mente suele “manejar” al ego, se puede comenzar a despertar ese Observador que procurará tomar las riendas y ser él quien maneje la mente. En la segunda parte hablaremos sobre las siguientes fases mencionadas profundizando en este Testigo silencioso, su utilidad para la Catarsis y la identificación con nuestra Alma y su Mente superior.

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