Como habíamos anunciado en pasadas oportunidades,
ampliaremos cada uno de los niveles que proponemos de meditación.
Si bien en todos los niveles, los principios trinos que nos
deben asistir (Inteligencia, Voluntad y Amor) nos guían en todos los procesos
de preparación, aplicación y desarrollo de cada meditación, en este primer
nivel la principal guía es nuestra Inteligencia, ya que esta nos permitirá la
finalidad primera de esta meditación que es el “Aprender a Ver”, para la cual
debemos despertar progresivamente varias habilidades relacionadas con la mente
y el sano ejercicio del Discernimiento.
Algunos autores subdividen este tipo de meditación más
relacionado con nuestro ego o personalidad en varios tipos: La meditación que
es instintiva, intuitiva o de conexión innata del hombre con la naturaleza, la
meramente intelectual o reflexiva, propia de las personas creativas que
“piensan y no son pensados” y la analítica autoperceptiva que es el trabajo más
importante de esta meditación psicológica, cuyo objetivo es alcanzar a vernos
clara y objetivamente a nosotros mismos, como apoyo a la Depuración Psicológica
o Catarsis. En este nivel trataremos de englobar estas formas de meditar pues
actúan en conjunto y a veces de manera simultánea.
Hemos mencionado ya de comenzar a entrenar la mente en el
autoconocimiento y la capacidad de ver la realidad que nos rodea a la luz de la
Inteligencia. La razón como hemos dicho de que este sea el comienzo de nuestra
trascendencia, es porque no es posible para un humano mortal como nosotros
pretender acceder a lo sagrado, a la Fuente o Dios, como le llamemos, sin
conocer primero nuestro Yo básico y especialmente, aquello que nos aleja de
esas realidades superiores. Nuestra tarea en este nivel, es entonces despertar
a ese “observador silencioso” o Mente Testigo que está siempre presente y que
no “sentimos” a causa del intermitente ruido de nuestra legión de voces
interiores disonantes que nos hablan y hablan por nosotros: los roles, parásitos,
monstruos o demonios internos de los que tanto hemos hablado.
Para ello nos preparamos aprendiendo a enfocar nuestra
atención en cosas elementales como primer medida: Objetos, sonidos, imágenes
internas, colores, frases, “decretos” y nuestro propio cuerpo, con lo cual
logramos un anclaje en el Presente. Luego de descubrir ese “otro”, que parece
salido de nosotros mismos, pero que está dentro nuestro y puede ver la película
de nuestros pensamientos circulares o fijaciones, de nuestras emociones que se
agitan como mar incansable y puede visualizar cómo ha sido nuestra actitud en
la vida o en un día o un momento específico, entonces nos permitimos Ser ese
observador, o más bien, nos damos cuenta que nuestra Alma es justamente nuestra
identidad divina que no juzga, que vigila, nos dirige y lo más importante: es
la fuente de nuestras más elevadas cualidades. A continuación miraremos estas
tres fases: Enfoque, Observación e Identificación con más detenimiento.
Enfoque: Preparando
la mente
Una de las fallas más comunes al intentar el ejercicio de la
meditación es que no sabemos manejar nuestra mente básica. Nuestra Mente Superior,
propia del Alma es la fuente real de las Inspiraciones más elevadas y
Conocimientos superiores que tenemos; sin embargo esta energía se refleja en
nuestro ego como una herramienta más densa o concreta: la Mente básica o
inferior: llamada por los orientales la “mente de deseos o egoísta”, ya que en
esta esfera, la energía mental se convierte en un vehículo para la activación
del sistema nervioso central, el “disco duro” de nuestra computadora biológica
y “aterriza” aquellos ideales, imágenes inspiradoras, conocimiento ancestral,
al mundo de la cotidianidad a través de operaciones básicas como la
interpretación, la clasificación, la división, el ordenamiento, la deducción y
el entendimiento de las experiencias adquiridas y de las percepciones sensibles
del mundo físico. Es esta mente concreta o básica, la que nos permite estar
atentos a nuestra realidad inmediata para tomar decisiones sobre nuestras
impresiones. Es quien elabora conceptos, justificaciones, explicaciones y
nuevas ideas para entender la realidad y reconstruirla, cuando creamos nuestra
propia interpretación de ella. Nos permite crear ideas nuevas y reformular
nuestros aprendizajes.
Sin embargo, en una gran parte de la humanidad actual, estas
habilidades se encuentran sofocadas o atrincheradas, no solo por el efecto de
las emociones densas que tienen un poderoso control sobre ellas, sino también
por el ambiente en el cual hoy en día se desarrolla, desde nuestra propia
infancia: un medio social que nos atiborra de creencias y no de certezas
espirituales, de información engañosa y distorsionada, y de preceptos
moralistas cargados de rechazo y discriminación. Esta pequeña mente, a lo largo
de toda una vida, se ha “atiborrado” de indigesta comida racional producto de
una sociedad desintegrada, donde prevalecen intereses espurios y abunda el
miedo dominante de toda acción humana.
En medio de esta selva y en conjunto con un mundo interior
poco luminoso a causa del miedo, del apego y del rechazo que nos domina, esta
pequeña mente se encuentra enmohecida, subutilizada en el mejor de los casos o
tremendamente dormida. Es manejada por la corriente de pensamientos ajenos, de
las opiniones de parientes, amigos y expertos, de la moda social del momento,
de cualquier información que caiga en ella, menos por nosotros mismos. Por eso
la primera acción es recobrar el poder de pensar
de verdad y una vez recuperado esto proceder al acto de pensar en sí mismo.
En lo primero no nos extenderemos ya que el mero ejercicio
de leer estas páginas y de investigar acerca de esas verdades que nos oculta el
sistema es señal de que nos hemos atrevido a cuestionar “lo establecido, lo
oficial”, aunque no deja de ser importante señalar que quien busca la
trascendencia no debe dejar jamás el ejercicio de profundizar en los hechos de
la historia humana, en el funcionamiento del mundo y en esa amarga realidad que
el humano mortal vive actualmente. Solo así comienza el verdadero despertar de
conciencia. No es posible, entonces, acceder a una espiritualidad sin haber
abierto los ojos y haber sacado el velo del engaño masivo en el que estamos
todos.
Cuando investigamos y “no tragamos entero” lo que nos dicen,
sino que pasamos toda información por el tamiz de la razón, el sentido común,
en conjunción con nuestra intuición y nuestras experiencias personales, nos encontraremos
progresivamente haciendo lo segundo: Pensar por nosotros mismos. Tener criterio
propio. Crear nuestro camino.
La meditación psicológica al comienzo implica ser capaces de
ser cada vez más objetivos y diferenciar las cosas como son de aquellas que nos
parecen, las cuales a menudo son producto de nuestros roles que buscan hacernos
creer que todo anda bien en nuestro mundo interior, que somos “felices” a pesar
de…, incluso que no tenemos defecto alguno o somos tan espirituales que todo
nos resbala. Un espejismo que solo nos sirve para evadir la realidad, como ya
se ha mencionado en otro artículo. (Ver: “Falsa espiritualidad: ¿Evadimos
nuestra realidad?”)
Este primer paso nos entrena para agudizar el sentido de la
observación atenta, esos detalles de la cotidianidad que se nos escapan. Si
hemos ya realizado el ejercicio de ser críticos (no pesimistas), con el mundo
exterior, también nos será fácil observarnos con sano juicio al interior. ¿Cómo
ir logrando esta atención centrada?. Focalizándola inicialmente en cosas
concretas y luego en cosas cada vez más abstractas.
Para las personas que no tienen esta habilidad de
concentrarse fácilmente en algo, es esencial realizar varios ejercicios que los
lleven a aprender a focalizar la atención: desde sentarse a observar un
paisaje, luego mirar un lugar específico u objeto de ese paisaje; luego usar
elementos geométricos o un punto en la pared, luego visualizar esas figura al
interior, o un color determinado, preferiblemente el violeta, luego prestar
atención al cuerpo parte por parte, observar la respiración, hasta lograr
percibir la energía pránica. Algunos incluso imaginan y ponen atención a cada
uno de sus chakras. Todos estos ejercicios que adaptamos o recomendamos en
nuestras sesiones de Orientación, pueden realizarlas cada persona de acuerdo a
su conocimiento y lo que siente más útil para él.
Otro ejercicio muy importante y que es el comienzo mismo de
la segunda fase de Observación, es el aprender, desde el enfoque, a estar
presente en cada acto físico que se realice, como bañarse, comer, cocinar,
limpiar…Cada día de nuestra vida el solo hecho de traer la mente de vuelta a
nosotros para que ella no se disperse en pensamientos infructuosos del pasado o
en fantasías de un desconocido futuro, ya es un comienzo vital para el que
aspira llegar a despertar el observador como paso siguiente.
Si la persona tiene facilidades para concentrarse y atender
con cuidado todas o la mayoría de sus acciones cotidianas o un asunto en
particular, es necesario que evalúe si no presenta el otro extremo del mal
manejo mental, la otra cara de la moneda: la fijación obsesiva.
Cuando la tendencia que existe es la del “pensamiento
circular”, el mal hábito de usar la mente como medio para “alimentar” de manera
continua, recuerdos, generalmente negativos, del pasado, o ideas repetitivas
sobre algo o alguien, así como los temores sobre “lo que puede pasar”, estamos
ante una fijación, que no tiene nada que ver con concentración consciente, sino
de otra manera que usan nuestros roles para mantener viva la emoción densa que
los mantienen vivos. El miedo como fondo común suele ser la comida predilecta
de roles de fracaso, inseguridad, culpa, resentimiento, etc., que “obligan” de
manera inconsciente a la mente a recrear una y otra vez los sucesos de dolor,
las palabras que nos hirieron, las acciones que desaprobamos, las “mentiras”
que no aceptamos, los pensamientos de derrota y los hechos que interpretamos
como señales de un “mal” futuro. Usamos la mente para crear en su peor sentido,
sin dirección y sin límite, los pensamientos “maleza” que asfixian nuestras
ideas positivas y la verdad de lo que somos y lo que nos sucede.
En estos casos es muy importante el aprender a frenar el
ruido interior, usando los ejercicios señalados, por ejemplo, dejando pasar
todos los pensamientos que se presenten –como palomas que revolotean, se asientan
y se van-, y continuar con la focalización de la atención. Centrar la atención
en la respiración, imaginar que tenemos un radio encendido adentro y tenemos el
poder de apagarlo y continuar el ejercicio elegido, prestar atención a los
sonidos externos sin juicios desarrollando la capacidad de contemplación, etc.
son solo algunas de las recomendaciones para vencer las fijaciones. Obviamente,
en los momentos en que nos encontramos con las situaciones confrontadoras y en
cuanto nos descubrimos en aquella fijación mental, es muy útil detener nuestras
acciones, respirar, hacer el “apague” mental y soltar el pensamiento en
cuestión para luego retomar la actividad que se está realizando con más presencia
y concentración.
Cada persona es un mundo y de acuerdo a como la mente suele “manejar”
al ego, se puede comenzar a despertar ese Observador que procurará tomar las
riendas y ser él quien maneje la mente. En la segunda parte hablaremos sobre
las siguientes fases mencionadas profundizando en este Testigo silencioso, su
utilidad para la Catarsis y la identificación con nuestra Alma y su Mente
superior.
Si no has leído los
anteriores artículos de este tema puedes ir a la etiqueta: “Meditación” y “Psicología
Trascendental”
Para recibir asesorías personalizadas puedes mirar la
información del encabezado: Orientación
Psicoespiritual o escribirme al correo ivonnegoza37@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.