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“Para mí
los pecados no existen, al igual que el castigo. Lo que existirían son buenas o malas acciones, y lo que diferencia a unas de las
otras, es que las últimas se cometen cuando no se respeta el libre albedrío del
otro. Y así, con buenas acciones se eleva la vibración espiritual, y con las
malas acciones, ésta vibración se hace más densa, sin necesidad de pensar que
esta consecuencia negativa se deriva del castigo de Dios.”
Apreciado N.
La palabra "pecado" tiene una
etimología muy antigua y está asociada al término "error" pero dentro
de un contexto religioso este error se refiere a nuestro origen humano mortal,
o sea a la distorsión genética que tenemos como resultado de la clonación de
Jehová. Inicialmente se hablaba de "pecado original" y luego se
continuó usando el término "pecados" para todos los demás
"errores" morales provenientes de esta base genética distorsionada.
En este sentido puedes interpretar que nuestras almas en su estado puro en
realidad no tienen "pecados", sino que nuestros errores son resultado
de la ignorancia y la carga emocional negativa que tenemos (miedos, odios y
vicios) que terminan desconectándonos con nuestra verdadera esencia.
En cuanto a los castigos, son una
manera de llamar a aquellos efectos negativos de nuestros propios actos que no
son reconocidos como nuestros, sino achacados a otros seres. Nos liberamos así
de la responsabilidad de lo que nosotros mismos creamos aun de manera
inconsciente, asumiendo que es el otro el que ajusticia nuestros errores. Por
eso es cierto que en la naturaleza no existe el "castigo", sino la
simple aplicación de la ley de Causa-efecto. Sin embargo en nuestro mundo el
castigo existe como medida de "ajusticiamiento" moral, que no es otra
cosa que una forma de dominación egoica, una forma totalmente ajena a los principios universales. Es la herramienta
demiúrgica por excelencia para intimidar y generar sentimientos de culpa.
Las acciones que llamas
"malas" o "buenas" son categorizaciones subjetivas que van
a depender de los principios personales que comprendes y asumes. Una acción
"buena" podría ser relativa si la persona no tiene claros los
principios universales y las leyes que rigen la vida. Por eso para que una
acción sea "buena" o natural, correcta, luminosa, coherente, etc.
debe ser consecuente y aproximada a tales principios espirituales y no depende
siempre del libre albedrío ajeno. Si se respetara siempre el libre albedrío
ajeno a costa de infringir una ley universal, entonces el acto generaría un
karma negativo. Ejemplo: ¿Permitirías que alguien abusara sexualmente de ti por
respetar su libre albedrío?...¿Considerarías este acto como una "buena
acción" porque dejaste que el otro actúe en plena libertad para dañarte?.
Es importante que el libre
albedrío se entienda como un derecho que no en todas las personas se ejerce
como Voluntad Sagrada, es decir acorde al Bien. Por eso en nuestro mundo
existen los condicionamientos al libre albedrío similares a las normas de
conducta que se enseñan a los niños que por ignorancia no saben hasta qué punto
están generando un daño (a sí mismo o a otros). Las leyes universales -a manera
de normas vitales- actúan delimitando el camino del bien, siendo la Ley de
Causa-Efecto la más clara en mostrarnos, a través de los efectos negativos y
dolorosos que vivimos, las conductas erradas que hemos tenido en el pasado,
para encausarnos a la Luz.
Por otro lado no se debe obrar
bien para elevarnos vibracionalmente (como si se tratara de una transacción
comercial con el mundo espiritual) sino más bien al revés: Nuestras buenas
obras son el resultado de un respeto y equilibrio en el cumplimiento de las
leyes, el resultado de haber integrado los principios sagrados a la vida
cotidiana. Primero salimos de la ignorancia, comprendemos el funcionamiento de
la vida y de nuestra psique y como resultado nuestras acciones estarán
encaminadas al Bien. Es nuestro nivel de conciencia el que define nuestras
acciones, no las acciones de fachada espiritual (hacernos los "buenos")
las que nos harán tomar conciencia. Obviamente al actuar bien por ley de
causa-efecto los resultados o consecuencias serán positivos, y todo ello
mejorará nuestra vida personal; pero el crecimiento espiritual implica un
esfuerzo de depurar primero nuestra alma para que podamos obrar bien. No
podemos obrar bien si seguimos ciegos e influenciados de emociones nefastas y
falsas máscaras del ego.
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