martes, 14 de octubre de 2014

Somos espíritu



Montones de corrientes religiosas, filosóficas y esotéricas, bibliotecas enteras y millones de personas instruidas en el mundo han estudiado al hombre de múltiples maneras y bajo visiones diversas. Pero acá estamos de nuevo hablando del ser humano sin cansarnos, porque siempre habrá una manera de comprender mejor una enseñanza, y más aún, cuando encontramos a menudo, no la unión de las pequeñas verdades, sino la ilusoria separatividad de los criterios confundiendo nuestra vista y nuestra mente.
Nuestro intento ahora es compartir, bajo una postura abierta, una visión del hombre y su constitución que pueda dar cabida a lo que los Maestros de la humanidad han venido enseñando desde hace bastante tiempo y ha sido interpretado de diversas formas; formas tras las cuales buscamos lo esencial. Uno de esos conceptos esenciales es que el ser humano es un fractal del Universo y de Dios.

La frase célebre de Pitágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”, quizás pueda interpretarse como una expresión del egocentrismo humano. Pero si vamos más allá de la apariencia y sin pretender que alrededor del hombre gire el Universo, vemos al ser humano como parte de la Naturaleza, y no podemos negar que en sí mismo contenga la expresión de los reinos de la naturaleza que conocemos (mineral, vegetal y animal) e intuir que si además hay algo en él que lo diferencia de estos reinos, es porque ese “algo” lo comparte con otros reinos que aun desconoce quizás, por ser superiores al suyo.

Ese “algo” que muchos asocian con la mente y con la conciencia del “yo”, diferenciándolo de los otros reinos inferiores, es aquello que a la vez lo conecta con una realidad superior: el plano espiritual. Es por eso que la gran mayoría de las corrientes esotéricas ubican al ser humano en un estado evolutivo intermedio y no en una cúspide de realización. Las enseñanzas antiguas enseñan que el hombre actual, una vez logre concebir su verdadera naturaleza humana, superando lo más denso de sus estados físicos y emocionales,  comenzará a despertar a su vida real, la vida del Espíritu. Esta enseñanza nos muestra, entonces, que somos una interesante mezcla entre el mundo de lo objetivo, de los sentidos, de lo físico, y el mundo subjetivo de las ideas, de lo “invisible”; una mezcla entre la tierra y el cielo, lo cual, si lo vemos de manera integral, nos muestra que en el ser humano se expresan todos los planos de la manifestación en sus diferentes órdenes.
Si a esto le sumamos lo dicho anteriormente: “Una parte del todo refleja al todo”, esto explica porque somos un microcosmos, en medio de un Macrocosmos al que le llamamos Universo, y que podemos conocer a este último, conociéndonos a nosotros mismos. Esto ha sido dicho ya por muchos pensadores de todos los tiempos y también, por aquellos a quienes llamamos “Maestros” de la humanidad, quienes seguramente hacen parte de esos “reinos desconocidos”. Son ellos también quienes han enseñado bajo diversas formas la clave numérica de aquello que constituye al hombre.

¿Por qué numérica? Los números son un lenguaje universal, que en el plano físico ayudan en la interpretación de la realidad física por medio de la ciencia y yendo más allá, para la ciencia esotérica se descubren como “principios y leyes”. De esto, solo podemos mostrar evidencia cuando observamos, la expresión del número “7” en la naturaleza. Ejemplos demostrados por la física son por ejemplo la degradación de la luz en siete colores, las siete formaciones cristalinas, el sonido musical expresado en siete notas, los ciclos de la gestación de la vida que llevan el ritmo lunar de 28 días, 4 fases de 7 días. En la mujer el ciclo menstrual también comprende 4 fases de 7 días y el tiempo de gestación mínimo en el que un feto está completamente desarrollado para poder nacer es de 36 semanas (9 ciclos de 28 días) y se estima que debe nacer a las 40 semanas (10 ciclos de 28 días).

También el número “3” ha sido considerado un número sagrado y mayormente se ha visto en innumerables explicaciones del origen del Universo y del hombre, a través de la mitología de las civilizaciones antiguas. La “triada “más conocida en occidente a través del cristianismo es la del Padre, Hijo y Espíritu Santo que se definen como las tres naturalezas de un solo Dios o “tres personas distintas” en la Unidad. Pero no es la única expresión triple que se ha dado de la Divinidad. Varias civilizaciones antiguas han expresado esta característica triple de sus dioses, asociándolas a fuerzas o principios en todo el universo cuya presencia se extiende a toda la creación repitiéndose el esquema a medida que llega a sus reinos inferiores. Los griegos asocian estas tres naturalezas o fuerzas a los dioses Zeus, Poseidón y Hades; los egipcios tuvieron tres triadas diferentes, de las cuales la más conocida fue la de Osiris, Isis y Horus; en la india se conoció bajo los nombres de Brahma, Visnu y Shiva. Y los ejemplos abundan.
Así pues, la insistente presencia del “3” y del “7” en diversas expresiones religiosas y en las enseñanzas de los guías espirituales de la humanidad, sin que existan aparentemente algún nexo entre estos, solo nos muestra que detrás de ello hay un orden natural pre-establecido que los rige a todos; por eso, el hombre como parte del Universo no está exento de tener en sí mismo ese orden.
Esto no es gratuito ni casual. Todas ellas expresan, según lo explica la teosofía y otras corrientes que estudian comparativamente esos símbolos, los “arquetipos primordiales” o principios inherentes en el Universo y que provienen del “Absoluto”, o como lo llaman algunos “Aquel de quien nada puede decirse”. Ellos han interpretado, a través de la enseñanza antigua, estos principios como: Voluntad, Amor e Inteligencia. De igual manera las siete formas o leyes en que se expresan estos principios dan lugar a la organización de toda la creación, de ahí que todas las cosas muestren poseer siete componentes.
También son muchos los autores que han escrito acerca de los llamados “cuerpos” del ser humano; pero hay algo en lo cual coincidimos todos: en que el ser humano es en realidad un Ser Espiritual que está viviendo una experiencia humana en varios planos de expresión que pueden resumirse en tres: El plano de manifestación física, el plano mental o de conciencia, el plano Espiritual o Monádico, que es el plano del origen, de donde todo procede. En el “Kybalion”, se explican estos planos y se dan a conocer sus correspondientes divisiones séptuples.
Parece difícil entender cómo todo procede de ahí, cuando es invisible y no lo podemos ver; cuando carece de forma y no lo podemos tocar; pero es así, más allá de que nuestra mente aún no esté preparada para asimilarlo. Sólo podemos decir que ésa es la enseñanza de todos los tiempos y en varias formas dicha; y quienes van avanzando en el descubrimiento de sí mismos van encontrando en su progreso evidencias de que es así. En realidad, nadie puede convencernos de eso, cada uno lo descubre a su paso.
Cuando un ser está encarnado y tiene la hermosa experiencia de vida en el Plano Físico, necesita herramientas para poder expresar su Espíritu. De cada Espíritu emanan sus vehículos como una flor que se abre en sus diferentes pétalos, como una máquina que requiere de sus antenas para percibir y las extiende. Los ejemplos son muy pobres a la hora de expresarlo, pero el Espíritu, se proyecta a sí mismo, para poder reconocerse como identidad independiente. Dicha identidad la llamamos Alma, y a la suma de ambos podemos llamarlo Yo Superior cuya experiencia es humana y física, para diferenciarlo de nuestra personalidad o yo encarnado o inferior.
En los diversos textos esotéricos se encuentra el concepto del “Ego Humano” como identidad que posee el atributo divino de la Autoconciencia, y no como algo inferior que deba rechazarse. Hay que diferenciarlo del concepto común asociado a la expresión de una identidad enmascarada que está influenciada por el miedo al dolor y movido por el deseo egoísta. Ese concepto, en realidad, es el reflejo de la luna sobre el agua, la ilusión que refleja aquello que es el verdadero Ego sobre la personalidad o “ego inferior” (El No-yo). Pero cada uno es libre de utilizar los términos que mejor le parezcan. La aclaración es para evitar la confusión común del lector de textos ocultistas que a menudo incluyen el término “ego” refiriéndose a esta parte del Alma. El Espíritu, posee entonces un Alma, identidad que permanece y aprende en sus múltiples experiencias de vida y que al alcanzar la evolución humana, posee esa autoconsciencia y con la cual intentamos conectarnos una vez la reconocemos. El alma es el puente que relaciona nuestro “ego”, no-yo o personalidad, con nuestro Espíritu.



El Espíritu (cuyo hábitat es el plano Espiritual) que tiene consigo un Alma humana (que se mueve en el plano Mental o de conciencia), requiere para actuar y aprender en el Plano de Manifestación Física sus propios instrumentos, vehículos o herramientas a los cuales también se les suelen llamar “cuerpos”. Algunos imaginan estos cuerpos como envolturas del Espíritu. Nuestra visión nos inclina a pensar que a diferencia de esta imagen donde el Espíritu pareciera estar atrapado en dichos cuerpos, preferimos visualizar a un Espíritu que es parte y creador de sus vehículos, desplegando sobre éstos los tres principios antes mencionados y que en el hombre pueden verse así:
1. El principio de Voluntad que le da el poder de volición (decisión) y libre albedrío (elección) a nivel mental y astral (emocional, a través del deseo); y a nivel más básico se expresa como principios de Ley y Orden manifestados en las leyes que rigen la naturaleza física y en la existencia misma de la materia (véase el Kybalión).
2. El principio de Amor, principio de unión y atracción, cuya expresión se diversifica desde los estados más bajos de instinto hasta el reconocimiento del sentimiento y del altruismo, que opera a nivel emocional y mental; a todos los niveles, representa el Impulso o motor vital que permite el movimiento y la existencia misma.
3. El tercer principio de Inteligencia se expresa a través de las facultades propias de la razón llevada a la acción, de la inspiración creadora, la autopercepción y en síntesis a todo desarrollo que conduce al Conocimiento Superior o Conciencia Espiritual. A nivel físico participa del automatismo adquirido en el sistema biológico del cuerpo humano permitiendo la comunicación de y transmisión de la información genética.

Para visualizar de una forma menos abstracta el descenso del Espíritu desde el plano Mental al Físico podemos tener en cuenta el siguiente ejemplo: Imaginemos una luz magnética que se proyecta desde el “cielo” hacia la tierra, pero que para atravesar dicha “atmósfera” y llegar a la tierra debe atravesar primero el “aire”, el “agua” y finalmente sumergirse en la “tierra” misma. Si esa luz magnética (que es como un fuego que no quema), el equivalente al Alma (Yo superior), va descendiendo, atraerá para si progresivamente los componentes del “aire” (plano mental), y van formando un vehículo, un instrumento para la mente; atraviesa el “agua” (plano astral) y va atrayendo los átomos o los ingredientes que proceden del agua y así se va formando el vehículo que llamaríamos emocional. Y a medida que atraviesa la “tierra” (plano físico) va usando la esencia de la materia disponible en el planeta (que al comienzo provienen de un cuerpo ya formado) todo se unirá finalmente para formar un organismo físico tal y como lo conocemos. El Espíritu por su parte que es éter en su estado más puro acompaña al alma en este descenso para dar Vitalidad a todos estos componentes mencionados y proporciona el torrente eléctrico-magnético necesario para sostener la vida de todos los vehículos formados.



A continuación resumiremos las principales características de los “componentes” de un ser humano encarnado, organizados de manera septenaria, reflejo mismo de la naturaleza, y descritos en orden ascendente (de lo denso a lo más sutil):
Orden
VEHÍCULO
DESCRIPCIÓN
1
Cuerpo Físico Denso
Cuerpo orgánico o biológico, constituido de materia física densa, fácilmente reconocido por nuestros sentidos comunes.
2
Cuerpo Físico Etéreo y Energía Vital
Comprende la parte del cuerpo físico que escapa a nuestros sentidos comunes y que mantiene la estabilidad celular, los fenómenos eléctricos y magnéticos de dicho cuerpo y es receptor y conductor de la energía solar (Prana). Este vehículo al estar unido a esta “corriente de vida” o Prana, forma todo un sistema de órganos (chakras) y canales energéticos, que son visibles al desarrollar los sentidos psíquicos despiertos.
3
Cuerpo Astral
Es llamado por algunas corrientes cuerpo “Emocional” ya que una de sus funciones es el desarrollo de la sensación en sus diversas etapas. También incluye la percepción, por medio de sus sentidos astrales, del mundo físico más sutil.
4
Cuerpo Mental Inferior
Es el cuerpo que alberga parte de la Mente humana cuando entra en contacto con el plano físico y permite la realización de las funciones básicas analíticas, deductivas, ordenadoras, creadoras, entre otras; conserva una memoria limitada a su vida presente, aunque muestre reacciones inconscientes por vivencias anteriores. También ofrece al ser humano la posibilidad de proyectarse al futuro. Todas estas funciones están influenciadas por el deseo (por el placer y la supervivencia), razón por la cual se le llama Mente de deseos o Mente Egoísta.
5
Cuerpo Mental Puro
También se le llama Cuerpo Causal en varios textos y es el albergue de la Mente Pura e Inegoísta que le da conciencia superior al individuo y preserva la memoria de todas sus vivencias. En algunos textos esotéricos es llamado el Huevo Áurico que es la morada del Alma*. Allí se encuentran la síntesis de todos los aprendizajes (memoria de todas las vidas) y se desarrollan las facultades para la evolución. A este nivel, los deseos se transmutan en impulso espiritual y tanto el pensamiento como las emociones, una vez depuradas, se unifican en estados de conciencia superior.
6
Cuerpo Intuicional
Llamado Cuerpo Búddico o Christico. Es un cuerpo aun no desarrollado en nosotros, que permanece latente, a la espera de su despertar una vez entremos en comunicación directa con nuestro Ser. Los esotéricos se refieren a él como cuerpo de Amor Purificado. Desde allí nos llegan pequeñas luces de Fraternidad, Servicio y Sabiduría.
7
Cuerpo Espiritual
Llamado Cuerpo Átmico. De igual manera que el anterior, es un cuerpo latente, con el cual empezaremos a identificarnos con nuestra Esencia Espiritual. Es el albergue de nuestra “Chispa Divina”, dentro de lo poco que podemos percibir.
[*] Es preciso aclarar que mientras un ser permanece encarnado el Alma se encuentra en constante interacción con sus vehículos “físicos”, aunque limitada –por efecto del ego inferior– para transmitir a su parte encarnada todo el conocimiento adquirido. Cuando el Alma logra expresarse plenamente desde su plano de origen (Mental) podremos visualizar más claramente nuestros aprendizajes, búsquedas, la aplicación de la leyes en la vida cotidiana, las vivencias de manera más nítida; pero si el alma permanece atrapada a su astral denso por el apego del ego al plano físico dicha visión será más difícil, distorsionándose su verdadera esencia o incluso negándose a avanzar en su crecimiento. A eso se refieren los ocultistas cuando hablan de la “desconexión” y posterior muerte del Alma; nosotros lo interpretamos como una confusión del Alma al estar inmersa en la “ilusión” y que la hace estar ciega a su verdadero origen y naturaleza inmortal.
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Esta clasificación de los vehículos, hemos procurado que sea abierta e incluyente, teniendo en cuenta las diferencias conceptuales de las diversas corrientes filosóficas y esotéricas; y como nada puede estar exento de error, aclaramos que su finalidad no es mostrarla como última verdad sino aproximarnos básicamente al conocimiento de los instrumentos que como seres humanos poseemos para llevar a cabo nuestro proceso evolutivo. Se ha encontrado en la literatura que los primeros 4 vehículos corresponden a la “Personalidad” del hombre, o “ego inferior”, aspectos cuyo desarrollo debe irse perfeccionando y coordinando dentro sí mismo, de manera que su “alineación” logre en él la integración de sus roles del ego o máscaras psicológicas con las cuales distorsiona su Identidad y una vez se logre esta primera meta acceder a la comprensión y conexión con su Esencia Espiritual, con lo cual se abriría el portal hacia los reinos suprahumanos.

Todos estos vehículos están constituidos de materia (entendida como energía vibrando en diferentes velocidades), siendo la más perceptible por nuestros sentidos actualmente desarrollados, la del Cuerpo Físico Denso. Pero para evitar confusiones al respecto seguiremos llamando al espacio físico donde se da la “encarnación”, “plano físico”, aclarando que es solo la parte actualmente visible por nosotros, ya que el plano astral y mental inferior, aun sin ser visibles, se consideran esotéricamente parte del Plano de Manifestación Física, como ya se ha mencionado. Por fortuna son cada vez más los seres humanos que han podido comprender y visualizar la existencia de otras realidades, dimensiones o planos de conciencia en donde podemos emplear los vehículos más sutiles realizando acciones de manera menos limitada. Queda a consideración de quienes lean estas páginas tener en cuenta estos comentarios e investigar más a fondo este concepto.
Resumen de los tres planos mayores en los que un Espíritu se mueve bajo la influencia de sus tres aspectos y principios:
PLANO DE
MANIFESTACIÓN FÍSICA

se relaciona principalmente con:
PLANO MENTAL
se relaciona principalmente con:
PLANO ESPIRITUAL
se relaciona principalmente con:
Cuerpos inferiores o de la personalidad: físico o denso, astral, mental inferior (espejos del plano mental), y su expresión como roles.
El NO-YO
Cuerpo mental superior (causal), y búdico, Alma o Ego Superior. Estados superiores de conciencia (amor, voluntad, inteligencia).
PUENTE-CONCIENCIA DEL YO
Cuerpo átmico, plano monádico. Energía Universal o Prana y los vórtices o chakras de cada cuerpo magnético.
ESPIRITU O MÓNADA


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