viernes, 26 de septiembre de 2014

El enigma de la Tierra Hueca

¿LA TIERRA ES HUECA O SÓLIDA?
por Horacio Velmont


Pareciera que en nuestro planeta ya nada hay por descubrir, que todos sus rincones ya han sido inspeccionados y que sus mapas ya han sido trazados con precisión de relojería. ¿Pero realmente es así? Desde que vamos a la escuela la ciencia nos enseña que la Tierra es una esfera sólida, que su interior es una masa incandescente de metales y rocas en fusión y que los polos son masas de hielo inhabitadas en las que ya no hay nada más por descubrir.
Sin embargo hay muchos indicios científicos que desmienten categóricamente esta teoría. La idea de que la Tierra es hueca no es algo traído de los pelos, porque entre sus defensores se pueden citar a Platón, a Tohn Dee y al jesuita Atanasio Kircher; a Edmund Halley, brillante astrónomo inglés, cuyos cálculos matemáticos permitieron calcular la fecha del retorno del cometa que lleva su nombre, a Leonhard Euler, matemático suizo, y al físico escocés John Leslie, que proponía que había dos soles en el interior (a los que llamó Plutón y Proserpina).

JOHN SYMNES

La teoría de la Tierra hueca fue defendida por John C. Symnes y fue tema de un debate acalorado en el Parlamento Americano en 1823, mereciendo el apoyo de la Universidad de Miami y del Presidente Adams.
Esta teoría justificó la expedición antártica del Annawan, al mando del capitán Palmer en 1829, y también fue aceptada en la década de 1950 por el recordado contralmirante Richard E. Byrd, explorador polar.
Y al hablar de oquedades, no podríamos dejar de referirnos al no menos famoso Kepler, otro gran astrónomo y matemático, quien afirmaba que nuestra Luna era hueca. Cuando más adelante, en la década de los setenta a los ochenta, a la luz de las más recientes investigaciones, renombrados científicos como Vasin y Scherbakov en Rusia y Mc Donald en EE.UU. llegan a idénticas conclusiones que Kepler, creemos abierto el camino para revisar la antigua hipótesis acerca de la Luna maciza y de una Tierra que lo sea igualmente.
Las fotografías sobre las regiones polares muestran asombrosos “oasis templados en los polos”, a las que se suma la información obtenida por los satélites artificiales que pasan repetidamente cerca de esas heladas regiones que marcan los puntos más fríos del planeta, registran, para sorpresa de todos, incrementos en la temperatura de la atmósfera de hasta 11º C, ¡precisamente sobre estas áreas!, en tanto que, en la superficie cercana a ambos extremos los exploradores confirman incrementos de temperatura de hasta 30º C, cuando sopla el hasta hoy inexplicado aire caliente que proviene del extremo polar y que es conocido con el nombre de “Fön”.


¿Podría suceder que algunas personan penetren sin darse cuenta en el interior de la Tierra? Si bien no sería del todo imposible, resultaría extremadamente difícil dadas las condiciones climáticas adversas en esas regiones desérticas e inhóspitas cercanas a los Polos. Los viajeros, al ver que la vida vegetal y animal comienza a desaparecer emprenderían de inmediato el regreso. A esto se sumaría el frío creciente conforme se avanza hacia “el polo” y las continuas tempestades con vientos huracanados y tormentas de polvo que dificultan la respiración.
Un escollo casi insalvable lo constituyen también las grandes barreras de hielo, de hasta 80 y 100 metros de alto por muchos kilómetros de longitud. En concreto, penetrar por casualidad en el interior de la Tierra se torna algo sumamente improbable, aunque no podría ser catalogado de imposible.
Supongamos, no obstante, que tal cosa sucediera. ¿Qué encontraría el desprevenido viajero? Pues cambios extraños en la naturaleza perdiendo toda la noción de referencia a la que está acostumbrado y finalmente terminaría extraviado en una vasta zona sin poder regresar ya que no sabría cómo. Las provisiones se le terminarían y su final sería seguro.
El doctor Fridtjof Nansen, famoso explorador ártico, en una de sus expediciones comenzó a ingresar, sin saberlo, en la zona que bordea la abertura polar. Según avanzaba hacia el polo, en una misma dirección, comenzó a registrar hechos extraños: el clima se tornaba más cálido y su brújula giraba y fallaba hasta hacerse inservible. Se sintió extraviado. Luego se encontró con tormentas que arrastraban polvo y más adelante con huellas de animales (zorros). Al admitir que se hallaba “completamente perdido” reemprendió la marcha en dirección opuesta, cosa que felizmente pudo realizar. Al fin pudo encontrarse nuevamente con clima helado y abundante nieve; su brújula lo volvió a guiar. Fridtjof Nansen, el famoso explorador y naturalista noruego, Premio Nobel de la Paz, había estado muy cerca del interior de la Tierra y de descubrirnos su secreto, pero nunca lo supo. Murió en 1930.
¿Qué sucedería si al contrario se tratara de viajeros equipados con el propósito de llegar a algunos de los polos, como los integrantes de las expediciones árticas o antárticas que afirman haberlos alcanzado? La respuesta es que tal afirmación resultaría falsa porque comenzará a ingresar en el territorio del interior de la Tierra perdiendo el Sol exterior, con cuya ayuda, además de la de las estrellas se orientaba. Como irá midiendo la distancia recorrida –cada 100 km 1 grado aproximadamente– al cubrir 1000 km (enorme distancia en esas dificultosas condiciones), pensará honestamente haber alcanzado el polo. Pero lo que ha hecho es volver sobre sus pasos por el lado interno de la corteza terrestre ¡sin siquiera sospecharlo! También es posible que el explorador haya marchado lo que creía “en línea recta”, pero en realidad estaba bordeando continuamente la abertura polar sin siquiera haberse internado en ella. ¿Alguna expedición penetró “a sabiendas” en el interior de la Tierra? La respuesta es que Estados Unidos, que después de la guerra con Alemania surgió por primera vez como una gran potencia, aprovechó para tratar de develar uno de los más grandes misterios (y mejor guardados) que aún tiene nuestra humanidad: la oquedad de la Tierra.

RICHARD BYRD

Con este objetivo armó la más grande y costosa expedición jamás intentada, que contaba con trece buques, varias cuadrillas de aviones, 400 hombres y 300 investigadores, poniéndolos todos bajo el mando del experimentado contralmirante de su armada, Richard E. Byrd, en 1947.
La expedición partió de una base situada en Norfolk. Antes de partir, Byrd declaró: “Ésta es la más importante exploración en la historia de la Tierra”. Poco después Byrd transmitía su primer radiomensaje anunciando divisar desde el aire, a baja altitud, bellas tierras cubiertas de vegetación tropical, amén de lagos, ríos, montañas, etc. Esa noticia fue capturada y comentada en todo el mundo. Pero con la misma celeridad intervino la censura. En el futuro, lo que Estados Unidos descubriera debería quedar para su propio provecho, en un ámbito ultrasecreto. Esta premisa se sigue manteniendo en la actualidad.
El Contralmirante Richard Byrd era miembro de la marina norteamericana y sujeto a la más estricta secrecía disciplinaria. Al recibir órdenes de no hacer comentarios o declaraciones de índole alguna, debió obedecer. Y así lo hizo. Años más tarde, en 1956, se le encarga al mismo Byrd comandar una nueva y aún más costosa expedición, otra vez al Polo Sur. Si en la expedición al Polo Norte Byrd sobrevoló “más allá” del Polo 1700 millas (2700 kilómetros), en la expedición de la Antártida Byrd sobrevuela “más allá” del Polo Sur, cubriendo 2300 millas (3700 kilómetros) habiendo encontrado, como en la vez anterior, una enorme área que calificó como “un vasto y nuevo territorio”. Esta vez el radiomensaje enviado por Byrd (en el año 1956) decía textualmente: “En enero 13, miembros de una expedición de los EE.UU. cumplieron un vuelo de 2700 millas desde la base de Mc Murdo Sound, la cual está situada 400 millas al oeste del Polo Sur (?) y penetró en tierra una extensión de 2300 millas <más allá> del Polo”. Este anuncio, pese a la censura, fue confirmado por la prensa norteamericana el 5 de febrero de 1956. Por el resto de su vida Byrd permaneció bajo juramento de secrecía; pero un año después de su última expedición (1956), poco antes de morir declara sintiéndose ya más libre y refiriéndose a la tierra “más allá” de los Polos: “¡Como quisiera volver a ver aquel encantado continente reflejado en el cielo, tierra de misterio sempiterno!”.

Cabe señalar aquí, antes de continuar, que tanto el doctor Frederick A. Cook, explorador norteamericano, que declaró en junio de 1908 haber arribado al Polo Norte, como el Contralmirante (norteamericano también) Robert E. Peary, que declaró que “era falso lo anunciado por Cook y que en cambio él si había llegado al Polo Norte, en junio de 1909”, nunca llegaron allí simplemente porque los Polos no existen, lo que sí existen son aberturas. La disputa primero fue resuelta a favor de Peary por la Sociedad Nacional Geográfica de los Estados Unidos, pero más tarde el mismo Congreso norteamericano rehusó endosar lo declarado anteriormente y nombró una nueva comisión investigadora, la cual concluyó “no hallar suficientes pruebas que confirmaran las aseveraciones efectuadas por Peary”. La realidad es que ninguno podía demostrar haber puesto un pie en un punto que solo existe imaginariamente.
¿Es posible que los aviones que dicen cruzar constantemente el Polo hayan penetrado o por lo menos divisado la gran abertura polar? Ninguna de estas dos cosas es posible. Primero porque las líneas aéreas comerciales no arriesgan la vida de cientos de pasajeros y costosísimo equipo, en zonas donde existe gran perturbación atmosférica y magnética; antes bien, sus pilotos tienen la orden de evitar las zonas turbulentas, manteniéndose por lo tanto fuera del borde la de abertura polar. Segundo, porque no es posible que avión alguno (comercial o no) sobrevuele el Polo, por la sencilla razón de que todo avión necesita de atmósfera y el centro de la abertura polar carece de ella. En cuanto a la posibilidad de divisar la abertura polar desde un avión: no es posible, ya que estos aviones comunes no pueden volar sin atmósfera y dentro de ella el avión se mantendría paralelamente a tierra, introduciéndose en la abertura polar, mas les sería imposible cruzar el espacio exterior, remontándose lo suficiente como para “divisarla” desde afuera.


Cabe la pregunta sobre si sería posible divisar la abertura polar desde un satélite que orbitara la Tierra, y la respuesta es que sí y es lo que probablemente les sucedió supuestamente a dos cosmonautas rusos. Frank Edwards, en su libro “Flying Saucers, serious business” (Platillos Voladores, asunto serio), dice lo siguiente: <El 17 de febrero de 1961 fue lanzada desde Baikonour, sobre el Mar Aral, una nave orbital rusa. En dicho día y siete días subsiguientes, estaciones de rastreo europeas situadas en Uppsala, Bochum y Turín, además de otras, registraron las conversaciones entre la pareja de cosmonautas y sus estaciones de base en la U.R.S.S. Mientras orbitaban sobre Europa en la tarde del 24 de febrero de 1961, otras estaciones rastreadoras, en Bochum, Meudon y Turín escuchaban los siguientes informes: la pareja de cosmonautas describían su condición física como buena, pero agregaban que su provisión de aire era insuficiente y que “las luces estaban presentando fallas”. La voz del hombre informaba que “las agujas eran virtualmente imposibles de leer en el momento”, añadiendo que “las señales de radio eran débiles, pero que la cápsula se mantenía en la órbita prescripta”. De súbito, la voz de la mujer irrumpió excitadamente: “¡Mira por la portañuela, mira por la portañuela!, ya lo tengo…”. A los pocos segundos, la voz del hombre irrumpió: “¡Aquí!, ¡Aquí hay algo!” (pasaron otros tres segundos). Luego, estas importantísimas palabras: “¡Si no hubiéramos salido fuera del mundo, nunca hubiéramos sabido de esto! ¡¡¡es difícil!!! (de creer)”. Aquí se presentaron interferencias que hicieron las voces fragmentadas e ininteligibles, hasta escucharse nítidamente la palabra “hueco”. La comunicación quedó rota, siendo las 8 PM hora de Moscú. La pareja de cosmonautas rusos nunca pudieron regresar a la Tierra y quedaron supuestamente flotando a la deriva, incrementando así el número de bajas soviéticas por la llamada “conquista del espacio”. A pesar de que las conversaciones fueron registradas por muchas estaciones no soviéticas como las antes citadas, de acuerdo con su acostumbrado mutismo, la U.R.S.S. rehusó comentar acerca de este “incidente”, sin haberlo tampoco podido negar.>

¿Vieron los cosmonautas rusos un OVNI, como lo sugiere Frank Edwards, o al aproximarse en órbita “sobre Europa” vieron entre asombrados y maravillados por primera vez la abertura polar norte de nuestra Tierra? Lo que hace la suposición de haber observado el “hueco” de la Tierra más factible que la de haber observado un OVNI es lo que el cosmonauta dice a continuación: “Si no hubiéramos salido (orbitando) del mundo, nunca hubiéramos sabido de esto”. En otras palabras: saber de “aquello” fue únicamente posible saliendo (en órbita) de la Tierra.


Desde ya que las auroras tienen origen en el Sol central de la Tierra hueca y no del Sol exterior que conocemos.

LECTURAS COMPLEMENTARIAS

Quienes deseen ampliar estas explicaciones sobre la oquedad de nuestro planeta pueden acudir a estos link:

http://es.scribd.com/doc/6632399/Elias-Eduardo-La-Tierra-Es-Hueca
http://www.las21tesisdetito.com/tierrahueca.htm#EL_OCULTAMIENTO_DE_LA_VERDAD_


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